Cometió el “robo del siglo”, visitó la Argentina y cantó para los Sex Pistols: Ronald Biggs, el ladrón más famoso
Él y su banda asaltaron en 1963 un tren postal y se alzaron con 2,6 millones de libras esterlinas; recién en 2001 decidió entregarse y volvió a su Londres natal; murió en 2013 en un asilo de ancianos
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Este encuentro con Ronald Biggs, el protagonista del “Robo del siglo”, ocurrió hace 25 años en su casona de Río de Janeiro, donde permaneció tres décadas prófugo.
-¿Está arrepentido de haber asaltado el tren y tenido que huir toda su vida?, le consulté a Ronald Biggs, protagonista de lo que la prensa calificó a nivel mundial como el “Robo del siglo”, ocurrido el 8 de agosto de 1963 a las tres y cuarto de la madrugada, en el que 17 jóvenes robaron un tren postal que unía Glasgow con Londres, en 28 minutos, y se alzaron con 2,6 millones de libras esterlinas.
Estaba en su casona colonial del barrio Santa Tereza, con vista privilegiada en la ladera del morro en Río de Janeiro. Y nos recibió desafiante, pero a manera de broma, sentado sobre una caja fuerte, lo que provocó que el fotógrafo Jorge Bosch lograra la primera imagen de una charla que duró casi tres horas porque Ronnie –así lo llamaban los cariocas-, era muy reconocido en esas tierras por su calidad de anfitrión.
Abrió las puertas de su casa, pero eso sí, el único precio que exigió para la entrevista esa calurosa tarde del 8 de agosto de 1997 -fecha de su cumpleaños número 68 y también del 34 aniversario del atraco-, fue una decena de cervezas heladas para consumir y guardar las pocas que quedaran como stock.
Su respuesta no se hizo esperar: “Reconozco que fue una locura de joven que me trajo demasiadas consecuencias graves en mi vida. No lo volvería a hacer, pero no lo puedo borrar. Nunca maté a nadie, eso me deja tranquilo. Solo me mortifica haberle dado un cachiporrazo al conductor”. Y enseguida bromeó señalando el cofre: “No se pongan nerviosos ni ansiosos que en este cofre no está la plata del robo”.
¿Y entonces dónde la tiene?, surgió la curiosidad de inmediato. “Ah, esa es una muy buena pregunta”, aseguraba sonriente eludiendo la consulta y recordando que antes de cumplir los 20 había caído varias veces preso: “Por idiota cometía robos pequeños. Una vez estuve cuatro horas en una casa intentando abrir una caja fuerte. Pude hacerlo, pero adentro había solo había una moneda sin valor alguno”.
Para colmo lo descubrieron y fue a parar tras las rejas. Y en la cárcel de Lewes en Sussex comenzó a organizar su gran golpe, que, decía, estudió durante trece años. A veces en libertad, otras detenido. Hasta que pudo conocer a Bruce Reynolds, a quien convirtió en el jefe de la gavilla.
¿Cómo lo lograron? Detuvieron el convoy en un punto aislado a la altura de Ledburn, al noroeste de Londres alterando las señales y provocando de luz roja que hizo que frenara su marcha. Luego golpearon al conductor, desengancharon la locomotora y los dos primeros vagones, y descargaron 120 sacos que contenían 2,5 toneladas de dinero en efectivo. Todo sin que el personal de seguridad lo advirtiera.
El atraco al tren les salió bien, pero no todo resultó perfecto porque Scotland Yard los detuvo uno por uno, aunque sólo logró recuperar la décima parte del botín. Biggs, en 1964, terminó con una condena a treinta años de prisión. Pero un año más tarde se fugó de la prisión londinense de Wandsworth: escaló un muro y huyó en una camioneta. Así lo explicaba, cerveza mediante: “Lo logramos con la ayuda de amigos y grana (dinero). Los guardias no usaban armas, sólo hicieron sonar sus silbatos. Desde que se inventó el mundo con dinero se puede cumplir cualquier objetivo”.
“Me dijiste que son argentinos. Estuve allí a fines de los años ’60. Pero extrañaba Río, por eso solo me quedé una semana”, decía e invitaba a sentarse en el living de su casa, en el que había una mesa de pool y cuadros con discos: “Son de mi época de compositor. También soy cantante. En 1986 escribí temas y canté para los Sex Pistols. Soy fanático del rock”.
En fuga
Cuando se fugó, viajó por África, Hong Kong, Australia, donde vivió su primera mujer que le dio tres hijos. Contaba que un día entró a una agencia de turismo, vio un poster de Río de Janeiro y encontró su próximo destino. “Acá quiero vivir”, exclamó y se fue a Brasil luego de someterse a una cirugía para modificar nariz, cejas y párpados para modificar algo su aspecto y empezar a dedicarse a ser carpintero. Pero en 1974 lo detuvieron. Estaba en pareja con una mujer de nombre Raymunda y el hecho de que ella estuviera embarazada lo benefició. Luego llegaría su hijo Mick, y las obligaciones que afrontaría como padre lo salvaron de ir a prisión.
Claro que vendrían tiempos más turbulentos. En 1981 investigadores ingleses lo trasladaron contra su voluntad a Barbados lo que provocó un conflicto internacional. El gobierno brasileño expresó que Biggs se había comportado correctamente en su territorio como para deportarlo. Y entonces volvió a suelo carioca. “Acá nunca cometí un delito, me comporto como un lord. Jajaja, tengo prohibido trabajar. No me lo permiten porque para la legislación soy considerado un bandido. Me gusta escribir, uso el tiempo para eso. Y como no puedo tener un trabajo oficial, recibo grupos de turistas acá en mi casa, les preparo una buena comida, beben, charlan conmigo, les cuento mis historias, se llevan remeras con la inscripción ‘Estuve en Río y conocí al Biggs honesto’, se divierten y yo con eso sobrevivo. Me ayudan las agencias de turismo”.
En el barrio de Copacabana tuvo su disco a la que llamó Kitch Ney, pero le dejaba más problemas que ingresos. “Me las arreglaba como podía –confesaba Ronald y agregaba-: Después comenzaron a hablar del tema de la extradición (N de la R: no había tratado entre Brasil y el Reino Unido), las cadenas internacionales me pedían reportajes y yo se los cobraba. A ustedes les costó diez cervezas porque son argentinos y me gustó esa tierra cuando la visité, me trataron muy bien y estoy agradecido”.
Morir en su tierra
Por aquellos años Biggs nos contó que no pensaba volver a su país. “Es que para los ingleses soy un ladrón que tiene un pasado sucio y quieren cobrármelo aunque hayan pasado tantos años. La verdad, no tengo miedo de ser extraditado, pero siempre voy a cumplir con lo que las autoridades brasileñas me indiquen porque se portaron muy bien conmigo”, explicaba.
En 2001, a los 71 años, decidió entregarse a la Justicia británica porque quería volver a Gran Bretaña para recibir un tratamiento médico. En 2009 fue liberado por razones humanitarias: estaba con graves problemas de salud luego de haber padecido una serie de apoplejías
La última vez que se lo vio en público fue en mayo de 2013 cuando fue al funeral de su compañero de asalto, Bruce Reynolds. El 18 de diciembre de ese año murió en un asilo de ancianos de East Barnet, al norte de Londres.
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