Comer, jugar, delirar
Entre lo tradicional y lo bizarro, los festivales de comida más curiosos del mundo
Desde la noche de los tiempos, la comida es la gran excusa para estrechar vínculos sociales o familiares, pero también es una herramienta con la cual celebramos y exponemos diferentes culturas, como sucede con los festivales culinarios celebrados en todo el globo. Existen miles de estos eventos, muchos de ellos divertidos y deliciosos, aunque hay otros que van desde lo simpático o inusual hasta lo bizarro: la comida deja su rol original y es objeto de juego, arte, deporte y hasta –casi– de arma. El calendario de festivales extravagantes arranca en enero en Australia: con el Tunarama en Port Lincoln, donde se compite para ver quién lanza más lejos un atún de unos 15 kg., y con el Melon Festival de Chinchilla: dicha ciudad es la capital de la sandía y lo festeja con un colorido desfile y deportes como escupida de semillas a larga distancia, lanzamiento de sandías y esquí con los pies calzados en dichas frutas. En febrero sigue la locura con la batalla de las naranjas en Ivrea, Italia: en este festival nacido en el siglo XII, nueve equipos montados en carrozas se trenzan en durísimos combates a naranjazos por la calle; en España, el carnaval de Vilanova i La Geltrú se inicia con una guerra de merengazos (provistos por las pastelerías locales) entre los chicos, municiones que luego se cambian por caramelos en el último día festivo, que dejan en las calles una alfombra dulce y pegajosa.
En mayo los ingleses de Gloucestershire celebran el Coopers Hill Cheese Rolling o festival del queso rodante: lanzan una horma de 3 kg de queso colina abajo, ¡y a correr! El primero que llegue después del queso, se lo lleva: hay docenas de lesionados cada año, pero a nadie le importa. En agosto, España aporta la celebérrima Tomatina de la ciudad de Buñol, donde más de cien toneladas de tomates son los proyectiles de una intensa batalla callejera.
El 23 y 24 de diciembre la mexicana Oaxaca festeja la Noche de los Rábanos, festival donde se hacen esculturas en estas raíces, importadas por los monjes españoles del siglo XVI, que tallaban en ellas escenas religiosas para atraer clientes a sus puestos de verduras en el mercado. En Argentina los festivales culinarios no tienen estas curiosas características, pero no digamos nunca: quien esté libre de pecado, que arroje la primera empanada.
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