Colleen Atwood, la reina del vestuario
Es la diseñadora detrás de la obra de Tim Burton y de otros grandes directores. Sus toques de fantasía quedan en la memoria popular, desde el sombrero con pelo que usa Johnny Depp hasta la máscara-bozal de Hannibal Lecter
Sobre algunas películas de Tim Burton pende una suerte de elogio de doble filo: aquello de que son experiencias visuales abrumadoras, hipnóticas, dueñas de un estilo gráfico propio e inconfundible. Lo que se oculta apenas detrás de tan atractiva definición es la idea de que sus seguidores están dispuestos a acercarse a su obra incluso cuando falla en aspectos narrativos, y sus guiones no tienen la misma solidez de su trabajo visual. Que a menudo se trata de películas con más estilo que sustancia. A lo largo de una carrera de más de treinta años, Burton se vio acompañado por un equipo más o menos estable de colaboradores que resultaron esenciales para la consolidación de su marca, entre los que se destacan el diseñador de producción Rick Heinrichs, el compositor Danny Elfman y, fundamental, ineludible –a veces más en primer plano otras solo un poquito más desde el fondo–, la diseñadora de vestuario Colleen Atwood.
Esta mujer nacida en Washington hace 67 años tiene en cartel por estos días dos películas que no fueron dirigidas por Tim Burton, pero que el espectador más o menos casual bien podría tomar por burtonianas, probando esa idea de que lo burtoniano se ha convertido en una marca que cuenta entre sus componentes básicos el trabajo de Atwood. Una de estas películas es El cazador y la reina del hielo, suerte de secuela de Blancanieves y el cazador (2012), que recupera a la villanesca Ravenna interpretada por Charlize Theron, y al hunter con hacha el hombro de Chris Thor Hemsworth, así como la vaga inspiración original del oscuro cuento de los Grimm.
La otra película es una de las apuestas más firmes de Disney para esta temporada, Alicia a través del espejo, que llegó seis años después de la Alicia en el país de las maravillas, de Burton. Aquella Alice no fue muy bien recibida por la crítica, entre otras razones porque incurría en la tara tan común de sobreexplicarlo y psicologizarlo todo –desvirtuando la naturaleza nonsense del libro de Lewis Carroll–, pero sí fue un negocio descomunal, debido en gran parte al joint venture entre dos grandes marcas: Disney (en definitiva, los propietarios de la más icónica representación que había tenido Alicia en el cine: el film animado de 1951) y Burton, con sus firuletes lisérgicos. La impresión se vio reforzada cuando unos años más tarde Disney estrenó Maléfica (2014), misma operación (adaptación de cuento de hadas, esta vez de Perrault) a la medida de Angelina Jolie y con dirección de Robert Stromberg, un artista proveniente del mundo de los efectos especiales, con una breve, pero muy importante incursión en el diseño de producción que incluía entre sus créditos a la Alicia de Burton.
Igualmente burtonizada en su estilo visual aparece esta flamante Alicia a través del espejo, que ya no está dirigida por Burton, sino por el inglés James Bobin (que viene de encabezar las dos últimas películas de Los Muppets, y antes fue el creador de la extraordinaria serie Flight of the Conchords), pero en la que, sin embargo, hay una clara continuidad estilística, que se sostiene sin duda en el diseño de los personajes, que está estrecha, indisolublemente ligado con el de sus vestuarios. Es decir, al trabajo de Colleen Atwood.
Del poliéster a la seda
Muchos recordarán el tan canchero y a la vez tenebroso conjunto leather de Edward, en El joven manos de tijera; de los tapados y en particular del suéter de angora rosado de Ed Wood, de los trajes lunáticos y un poco imperiales de los ridículos invasores de Marcianos al ataque; de los atuendos y cascos guerreros de los violentos macacos de la remake de El planeta de los simios, y de los elegantes abrigos victorianos manchados de sangre en Sweeney Todd. Pero pocos recuerdan el nombre de su autora, Atwood, a pesar de que ya subió tres veces al escenario dispuesto por la Academia de Hollywood para recibir los Premios Óscar, de once nominaciones que cuenta hasta hoy. Porque también fue distinguida por su trabajo en Mujercitas (la versión de 1994, con Winona Ryder, Kirsten Dunst y Susan Sarandon) y en Lemony Snicket, una serie de eventos desafortunados (una película que no es tan recordada como debiera, basada en los best sellers infantiles de Daniel Handler y a la que, aunque no fue dirigida por Burton, también le cabe con gracia el adjetivo burtoniana); y por la caperuza roja y el traje del ladino lobo en Dentro del bosque (la adaptación de la obra de Stephen Sondheim estrenada un año antes por Disney). Y, claro, por sus descomunales, épicos trabajos para los musicales Chicago (2002) y Memorias de una geisha (2005), que son las dos primeras películas por las que se llevó la estatuita dorada, junto con la Alicia de Burton.
Más revelador resulta revisar la filmografía de Atwood antes incluso de sus veinticinco años de colaboraciones con el creador de La leyenda del jinete sin cabeza y Sombras tenebrosas, y encontrarse con que, tras comenzar su carrera en vestuario a mediados de los 80, trabajó en algunos largos de culto de aquella época –El cazachicas, con Robert Downey Jr. y Molly Ringwald, o Casada con la mafia, la comedia negra de Jonathan Demme con Michelle Pfeiffer–, y en las dos primeras versiones de Hannibal Lecter, el caníbal de Thomas Harris, llevadas al cine: Cazador de hombres, de Michael Mann, y la soberbia El silencio de los inocentes, nuevamente con Demme. ¿Cómo vestir al doctor que era un gourmand de la carne humana? La recordada máscara-bozal que portaba Anthony Hopkins y que se convirtió en todo un logo de la saga fue creación de Atwood.
En diseños como ese de Hannibal Lecter ya se prefigura de manera potente el concepto que anima la obra completa de Atwood: la vestimenta y los accesorios como parte vital de los personajes, a la par a veces de las capacidades interpretativas de los actores y las historias que cuentan. La ropa de los personajes de Casada con la mafia fue notoria por su fealdad y la dedicada ordinariez que pintaba en apenas un par de planos todo un submundo. Asimismo, el Conde Olaf (Jim Carrey) de Lemony Snicket debía estar diseñado para intimidar a los niños, por lo cual Atwood, inspirada en los dibujos del Gabinete de curiosidades naturales del zoólogo holandés del siglo XVIII Albertus Seba, creó un diseño de rayas y formas verticales que "potenciaban las dimensiones del villano" de la historia, dando la impresión de que Olaf "se imponía como una torre sobre los chicos, como si fuera varios kilómetros más altos que ellos", en palabras de la propia artista. En su momento, mientras trabajaba en El joven manos de tijera, definió –en una nota sobre el arte del vestuarismo en el cine contemporáneo publicada en el New York Times– su trabajo sobre la paleta de colores y telas y cortes de los abúlicos suburbios de esa película como "un demente desfile navideño; con estilo, pero no sobreestilizado", en el que se cuidaba de no ironizar ni burlarse nunca de sus criaturas.
Uno de los secretos de Atwood consiste, según cuenta ella misma, en hacer un trabajo de investigación sobre la época en la que transcurre el relato, pero sin olvidar jamás que lo está haciendo para un público contemporáneo. Es decir, filtrar un poco el pasado a través de los ojos de hoy, abrir una puerta hacia atrás creando una imagen históricamente relevante, pero al mismo tiempo accesible. "Para hacer el vestuario de Chicago con el director Rob Marshall investigamos mucho los años 20, pero a la vez haciéndole un guiño al género musical. Si hubiéramos hecho algo que se mantuviera estrictamente dentro de los márgenes de la época, los movimientos de los personajes se habrían visto muy limitados y tendríamos que haber creado un contraste entre el mundo real en el que vive Roxie, la protagonista, y el imaginario, el del escenario. Como dos universos paralelos."
Hipnótico es lo que hizo a su vez para fundir a la diabólica Reina Ravenna de Blancanieves y ahora, en El cazador y la reina del hielo: "Para el personaje de Charlize –explicó Atwood– queríamos dar una sensación de muerte y descomposición. Por eso es que utilizamos cosas que envían ese mensaje de un modo directo: la insinuación de los huesos sobre la cosa de bodas; las plumas, las alitas de escarabajos de Tailandia. Había una cualidad reptilínea que encontramos cuando estábamos armando su ejército, y que lo usamos para darle una uniformidad. Y el vestido dorado tiene un interior negro, y por lo tanto sale negro cuando se lo saca, como si se fuera piel vieja y muerta que está cambiando. Los trajes de la reina malvada debían reflejar en su espejito espejito el estado de su mente; yendo de algo de luz a la oscuridad, y más oscuridad".
Se trata, agrega, de un trabajo en colaboración permanente con los iluminadores: "Si uno quiere que un personaje se sienta cálido, debe vestirlo en colores cálidos e iluminarlo con una luz cálida. A veces impulsar esos detalles es todo lo que se necesita para embellecer una película". También está muy atenta a las texturas, acaso porque le tocó crecer en una época en la que buena parte de la cultura de la indumentaria había sido aniquilada por nuevos productos industriales: "Me crié en la era del poliéster. Y cuando pude poner mis manos sobre seda verdadera, sobre algodón y terciopelo auténticos, la sensación que me proveyeron esas telas no sintéticas me voló la cabeza. Yo sé que es muy importante cómo se ve la ropa, pero no es menos importante cómo se siente sobre tu piel".
Héroes, villanos y chiflados
Parte del trabajo para Alicia a través del espejo ya estaba hecho: era la marca más distintiva de su predecesora, Alicia en el país..., en la que Atwood decidió, por ejemplo, que cuando a la atribulada y divertida protagonista (Mia Wasikowska) la empequeñecieran y agigantaran una y otra vez, su ropa no se iría ajustando con ella. "De modo que Alicia debería preguntarse, toda la película, qué ponerse", explica Atwood. Para la irritable Reina Roja (Helena Bonham Carter, con cabeza enorme) tomó como inspiración a la Reina Virgen (Elizabeth I), según la caracterización de Bette Davis en la película de 1955 La reina tirana. Y para El Sombrerero Loco de Johnny Depp, se le ocurrió que si bien "el sombrero era una parte clave del personaje, el sombrero sin pelo no era nada". Entonces encontró el pelo que iba a la perfección con el sombrero y lo dejó todo en manos de Depp, con quien trabajó en ya demasiados films, de El joven manos de tijera a Sweeney Todd pasando por El turista y Enemigos públicos. "Muchas veces uno le da un accesorio a un actor, que se pregunta: ¿qué se supone que haga con esto? Pero Johnny sabe enseguida qué hacer; sabe cómo usar la ropa".
Admiradora de Alexander McQueen, Azzedine Alaia yYohji Yamamoto, Atwood recién hace un par de años lanzó su propia línea de carteras –uno de sus pocos trabajos extracinematográficos– y empezó a ampliar su trabajo en televisión, para series que, aprovechando el prestigio de la llamada nueva edad dorada, la alta definición de los nuevos equipos hogareños para ver televisión y el entusiasmo general por este universo, le permiten meterse en el lucrativo nicho de los súperhéroes, donde ya vistió a Flash, Flecha Verde y Superchica. Un desafío, dice, es crear diseños atractivos y creíbles, pero a la vez muy funcionales para los exigentes rodajes de estas series.
Ahora mismo, mientras se esperan los estrenos de Miss Peregrine y los niños peculiares (la nueva de Tim Burton, sobre el gran libro infantil de Ransom Riggs) y Animales fantásticos y dónde encontrarlos (la nueva del universo Harry Potter), Atwood prepara la preproducción de una nueva versión de Mary Poppins, la fábula de la niñera voladora, más de medio siglo después del clásico protagonizado por Julie Andrews. Con Emily Blunt comprometida para el papel protagónico, ya hay motivos de sobra para querer verla, pero incluso si todo lo demás llegara a fallar, sabemos que podremos contar con ese elemento que eleva cada película de Tim Burton, cada cuento de hadas banalizado para su proyección contemporánea, y que dota de un toque mágico a mucha producción del montón haciendo imposible apartar la mirada. Que, incluso si todo lo demás sale mal, el vestuario de Mary Poppins sí va a ser supercalifragilisticoespialidoso.