Instalada en Ushuaia por un proyecto de trabajo temporal, cuando fue mamá tuvo que reorganizar su vida para no colapsar ante la demanda.
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La llegada de sus hijos había sido literal y metafóricamente como un torbellino en su vida. Y ambos marcaron un antes y un después en la forma en que vivía y entendía su vida. “Con Delfi (6) fui la madre dedicada, primeriza y culposa que solo se dedicaba a cumplir sus responsabilidades laborales y ser mamá. No había espacio para nada individual. Balta (2) llegó para movilizar todo y fue en ese momento cuando empecé a sentir que algo me faltaba. Siempre me costó organizarme, quería hacer todo, hacerlo bien, cumplir con todos, y me resultaba muy frustrante no lograrlo. Tenía una persona que me ayudaba con los chicos y la casa, pero tuve que ordenar los horarios, el trabajo y las actividades para no sentirme superada por la situación”.
Criada en la ciudad de Bahía Blanca, Florencia Palumbo (38) había tenido, hasta los 26 años, la típica vida de quien busca su desarrollo y crecimiento profesional. Recién llegada de una experiencia de un año en Nueva Zelanda, y con un trabajo estable en el área de marketing de Sony Ericsson, cuando su novio Juan, cansado de la locura porteña, le mandó un mail a su amigo del sur supo que estaba visualizando el comienzo de algo nuevo.
Un cerro de oportunidades
“Si sabés de alguna búsqueda laboral allá, avisame”, decía el correo que envió esa tarde a su amigo. La respuesta llegó con una oportunidad: Cerro Castor -un centro de esquí ubicado en la ladera sur del Cerro Krund, a 26 km de la ciudad de Ushuaia, en la provincia argentina de Tierra del Fuego- estaba buscando una persona para desarrollar su área de Recursos Humanos. A los dos días tuvo una entrevista y a los veinte pisaba suelo fueguino por primera vez. “El 2 de julio del 2011 viajé yo. A mí también me habían hecho una propuesta interesante y había aceptado el desafío de crear el área de comunicación del centro de esquí más austral de la Argentina. En ese momento, sin hijos, y a los 26 años, todo esto resultaba una aventura a la que no quería resistirme. Llegamos a la isla con la idea de quedarnos un par de años. Vinimos emocionados, sorprendidos con la belleza del lugar, su calidad de vida, su gente y la posibilidad de trabajar en un lugar mágico entre montañas, bosque, ríos, lagos. ¡La magia del fin del mundo es increíble!”.
Pero la realidad era que no conocían a nadie, no tenían casa, ni auto. Solo ganas de vivir cosas nuevas, aprender y dejarse llevar por la emoción de la aventura desconocida. Fue un tsunami de emociones: trabajo nuevo, gente nueva, casa nueva, y hasta la vida en pareja, porque en Buenos Aires, Florencia y Juan no convivían.
La adaptación no fue sencilla. Al principio fue todo muy rápido, llegamos y la temporada ya estaba en marcha, entonces hice todo de forma acelerada. Personalmente, creo que empecé a entender todo ese huracán de cosas que había vivido, recién varios meses después. Es que la adrenalina de lo nuevo te mantiene bien, pero en algún momento tomás contacto con la realidad, y con tu decisión de instalarte por largo tiempo en otro lugar, y cuesta. Ese año y el siguiente fueron muy duros”.
“Yo no quería ser solo mamá”
Pero trabajaron, se esforzaron y, cuando sintieron que habían completado el proyecto para el que cada uno había sido convocado, comenzaron a evaluar la posibilidad de regresar a Buenos Aires. Al fin y al cabo, allí estaban sus familias, amistades y era lo que conocían de primera mano. Florencia trabajó durante cinco años en Cerro Castor y cuando ya pensaba en buscar la forma de volver, la llamaron de Newsan, su actual trabajo. “Mis planes de volver perdieron toda su fuerza. Ushuaia es un lugar lleno de oportunidades, su encanto natural hace que no sea tan fácil volver a la gran ciudad. Yo hoy vivo a cinco minutos de un río, veo desde mi casa la montaña, estamos en contacto con la naturaleza, todo es cerca y eso brinda muchísima calidad de vida”.
Al poco tiempo llegaron los hijos. Y con ellos, el cambio en las rutinas, los horarios, las obligaciones y tiempos propios. “Yo no quería ser solo mamá. Y, si bien trabajaba, sentía que podía dar más. Un día de esos de furia, mientras con una mano cortaba la verdura y con la otra hamacaba el cochecito dije hasta acá llegué, si no hago algo para mí que me haga feliz, mis hijos tampoco van a estar bien, y yo voy a explotar cada vez más seguido. Fue esa noche que abrí mi cuenta de Instagram @heroinaaustral, un espacio que nació con el firme propósito de darme la oportunidad de crear mi cuaderno virtual diario de catarsis maternal”.
Registrarse, entender sus emociones, ponerlas en palabras era algo nuevo para Florencia. “Las madres tenemos la costumbre de siempre priorizar a los otros y relegar nuestros deseos y necesidades”. Conectarse con la escritura fue la punta del iceberg, y el puntapié inicial para confiar en ella. Siempre había escrito. “Tengo mi vida escrita en 16 diarios, pero escribir y que otros te lean es un desafío aún mayor. Atravesé mis miedos, mi voz crítica que me decía ¿a quién le va a importar? Pero mi motivación era muy superior a todo eso y me animé”.
Escribir para sanar
Lentamente su cuenta fue ganando seguidores. Quizás porque muchas madres se sentían identificadas, quizás porque el nombre de la cuenta invitaba a pensarse de otra forma. El propio movimiento de contenido generó otros proyectos que se complementan y suman valor. “Mi propósito es poder motivar a otras mujeres a descubrirse a sí mismas, a ser las heroínas de su propia historia, y a vivir sus sueños. Suena poético, pero vivimos mucho más incómodas de lo que podemos reconocer, hasta que nos animamos a descubrir el sendero del nuevo camino. Me gustó el concepto de @heroinaasutral representando a la mujer con poder personal que puede todo lo que quiere, no todo, pero sí lo que quiere. Priorizarse, valorarse, juntar coraje para tomar decisiones, eliminar culpas, repartir tareas, y todo lo que supone ser mujer y madre, es lo que, para mí, compone a esta heroína del mundo real. Yo vivo a 1000 km de la Antártida, en la provincia más lejana, y nada de eso fue un límite para vivir de mi pasión, hacerla crecer, y conectarme con mi propósito”.
Como fanática de los podcasts, y reconociendo cuánto habían influido en su crecimiento personal, decidió crear su propio espacio de podcasting. Allí conversa con personas de las que aprende a través de su experiencia. Las historias son poderosas, y tienen un efecto mágico y motivador en quienes las escuchan. Recibí un montón de mensajes de mujeres que se animaron a generar cambios en su vida, motivadas por historias o personas que conocieron a través de este proyecto. Es que a veces es solo saber que a alguien más le paso, para no sentirnos tan solos y animarnos transitar el mismo camino. Encontrar una pasión, animarse a atravesar los miedos, y sobre todo escuchar aquello que necesitamos es un salto de vida enorme que nos cambia la vida de color. Aquella, o aquel que logra vivir haciendo lo que ama, ya ganó, porque la verdadera calidad de vida, tiene que ver con esto. Ser y hacer lo que de verdad queremos, para lo que estamos acá. Ser las heroínas de nuestro propio cuento. Así pude dar vida a la heroína que siempre existió en mí, pero tenía dormida”.
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