A partir de 2011, la desclasificación de archivos oficiales y distintas investigaciones periodísticas revelaron el pasado oculto de quien fuere la diseñadora más importante del mundo, un verdadero ícono de la moda
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En septiembre de 1939, pocos días después de que Francia declarase la guerra a Alemania, Gabrielle Bonheur Coco Chanel cerró su maison y licenció a todos sus empleados. Eran más de 2.500, en su mayoría costureras. Dijo a la prensa que no iba a hacer magníficos vestidos de tarde para las futuras viudas de los soldados que iban a morir en el frente. “Eso sería indigno para mí”, concluyó. Solo dejó abierta su mítica tienda de la rue Cambon, donde continuó vendiendo su perfume, el N°5. Tenía 56 años y era la modista más importante del mundo.
Alemania conquistó Francia en seis semanas. Las tropas nazis ocuparon París, prácticamente sin oposición, el 14 de junio de 1940. Coco Chanel escapó, buscó refugio en los Pirineos, en la ciudad de Pau. Pero su exilio no duró mucho tiempo: en agosto de 1940 regresó a la Ciudad Luz, a su departamento en el Ritz, frente a Place Vendôme. Allí comenzó su convivencia con los nazis, que habían convertido el hotel en el centro de operaciones de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana. Hermann Göring, brazo derecho de Hitler, ocupó durante un tiempo la suite imperial.
En los pasillos del Ritz, Coco Chanel conoció al barón Hans Günther von Dincklage, quien se convertiría en su nuevo amor. Las circunstancias del encuentro parecen fortuitas, por lo menos del lado de la diseñadora. Aunque no es descabellado pensar que von Dincklage provocó ese encuentro para acercarse a Chanel. El barón tenía 13 años menos que ella y una merecida fama de playboy. Era, además, un gran jugador de tenis. Portaba credencial de “agregado” en la embajada alemana en París y trabajaba en la propaganda nazi. Pero su verdadera misión era reclutar espías para la Abwehr, la agencia de contrainteligencia alemana. Coco quedó deslumbrada.
Fueron muy discretos en su romance. La diseñadora aprovechó las relaciones de su pareja para resolver algunas cuestiones personales. La primera fue la liberación de su sobrino, que fue detenido durante la invasión nazi, junto a un millón y medio de franceses. En otoño de 1941, después de meses de encierro, sin ninguna excusa aparente, André Palasse regresó a París.
André Palasse era hijo de Julia-Berthe Chanel, la mayor entre los seis hijos de Eugenie Jeanne Dévolles y Henri Albert Chanel. Julia-Berthe murió de tuberculosis cuando era muy joven. Coco, su hermana, se ocupó de André como si fuese un hijo propio. Tanto que al final de su vida lo convertiría en su heredero.
Al mismo tiempo, apoyada en sus nuevas relaciones, intentó resolver una cuestión empresarial que la atormentaba desde hace años: su relación con los hermanos Wertheimer, sus socios. Se han escrito mil notas, incluso libros, a propósito de este lamentable suceso.
La guerra por el N°5
Verano 1920, Deauville. El gran duque ruso Dimitri Pavlovich (exiliado en Francia tras promover el asesinato de Rasputín) le sugiere a Coco Chanel, su amante, que debería tener un perfume con su nombre. Le presenta a Ernest Beaux, perfumista nacido en Moscú, quien fuera creador de fragancias para la corte de Rusia. “Quiero un perfume de mujer con aroma a mujer”, le encargó la diseñadora.
Volvieron a verse en la primavera boreal de 1921. Ernest Beaux presenta su trabajo: coloca en la mesa diez pequeños envases, numerados de 1 a 5 y de 20 a 24. Coco Chanel los huele. “Amo éste, el número 5″, dice. Y así, al mismo tiempo, define cuál será su fragancia y qué nombre llevará.
Se mete hasta en el más mínimo detalle. No quiere un envase rococó, prefiere algo simple. Finalmente, el 5 de mayo de 1921, el 5 del 5, presenta su primer perfume: el N° 5, en la boutique de la Cambon.
El éxito es inmediato. Coco comienza a fantasear en llevar su perfume a los grandes escaparates de Galerías Lafayette. Théophile Bader, dueño de la gran tienda parisina, le advierte que su producción “de unos cientos de frascos cada tanto” no va a dar abasto. Le dice que para estar en Lafayette necesita montar una fábrica y le recomienda ver a los hermanos Paul y Pierre Wertheimer, industriales judíos, dueños de la marca de cosméticos Bourjois.
El encuentro es en el hipódromo de Deauville. Hay “coup de foudre”: el 4 de abril de 1924 nace la sociedad Les perfums Chanel. Los hermanos Wertheimer, que asumen todos los riesgos, toman el 70 por ciento del negocio. Bader, sólo por unir las partes, se queda con el 20 por ciento. Y Coco Chanel, que puso su nombre y trajo la fórmula del perfume, retiene apenas el 10 por ciento. No se queja, quizá no llegó a comprender el potencial del negocio. Al fin y al cabo, su negocio era la ropa.
Los hermanos Wertheimer exportan la fragancia a todo el mundo. Se vuelven riquísimos. En 1929, apenas cinco años después de su lanzamiento internacional, N°5 de Coco Chanel es el perfume más vendido del planeta. Semejante difusión también tiene un efecto positivo sobre las ventas de la maison.
Sin embargo, Coco Chanel comienza cuestionar el negocio. Se da cuenta que lo minimizó. ¿Cometí una estupidez?, se pregunta. Y entra en guerra con los Wertheimer. Les manda contadores para examinar las liquidaciones, pero todo está en regla. En 1930 los trata públicamente de “bandidos”. Tres años después, cansados de sus desplantes, los accionistas deciden excluirla de la dirección de Les perfumes Chanel. Su indignación es total.
La ocupación nazi trajo, además de muerte y miseria, un brutal cambio en las reglas de convivencia. En 1941, la Francia de Vichy adopta las leyes de arianización alemanas. La siniestra Arisierung, que promovía la transferencia de la propiedad judía a manos arias para “desjudiar la economía”. Asesorada por barón Hans Günther von Dincklage, Coco Chanel comprende que la ley nazi le brinda una oportunidad única para quedarse de una vez por todas con su fragancia y reclama la arianización de Les Perfums Chanel. Sin embargo, nunca imaginó que sus socios habían anticipado su jugada...
Paul y Pierre Wertheimer huyeron de París días antes de la ocupación nazi. Se radicaron en Nueva York. Antes de partir cedieron sus acciones de la empresa a su amigo Félix Amiot, un constructor de aviones de Bordeaux. Fingieron la venta, su objetivo era poner Les Perfums Chanel en manos “no judías” para evitar la expropiación. Coco estalló de ira cuando descubrió la maniobra y alegó una “falsa arianización” de la empresa, pero su reclamo no prosperó.
Contacto en Madrid
En 2014, un documental de France 3 llamado “La sombra de la duda” hizo foco en la posición que asumieron distintas celebridades francesas durante la ocupación. Trató, puntualmente, los casos de Edith Piaf, Maurice Chevalier, Jean Cocteau y Coco Chanel.
Apoyados en documentos desclasificados ese año por el Ministerio de Defensa, el periodista e historiador Franck Ferrand confirmó que la modista colaboró con la inteligencia alemana. Sostiene que Coco Chanel fue reclutada por el barón von Dincklage, quien la fichó como espía de la Abwher. Dice que recibió el código de identificación “F-7124″ y adoptó el nombre clave “Westminster” (en honor a su amante más famoso, el duque de Westminster).
Sus afirmaciones coinciden con las de Hal Vaughan, autor del libro “Durmiendo con el enemigo”, una biografía de Coco Chanel publicada en 2011 que generó gran revuelo en Francia. Sin vueltas, Vaughan define a la diseñadora como “una oportunista consumada. Los nazis gravitaban en el poder y Chanel gravitaba hacia el poder. Esa era la historia de su vida”. Sin embargo, a la hora de definir su rol junto a los alemanes, sostiene: “Chanel fue una facilitadora, no una espía. No tomaba fotos ni conseguía documentos. Ella conocía a todo el mundo en España, conocía a todo el mundo en Reino Unido… así ayudó a los nazis”.
En el ciclo radial “En el corazón de la historia”, Frank Ferrand relata un episodio definitivo en la relación entre la diseñadora y los nazis: “En invierno de 1943 encontramos a Coco Chanel en tren hacia Madrid. Va a España como espía alemana. Recibe órdenes desde Berlín y desde París, al mismo tiempo. Su propósito es plantear un tratado de paz unilateral entre Alemania e Inglaterra. Es la candidata ideal para la misión: fue la amante de Westminster, sobrino del rey, y es amiga de Churchill. Además, vivió en Inglaterra, donde también se hizo amiga de sir Samuel Hoare, que era el embajador británico en Madrid. Va en una especie de misión de paz. Pero su mediación no logra ningún resultado”, asegura el periodista.
La vida después de la guerra
Tras la liberación de Paris, en agosto de 1944, Coco Chanel fue arrestada junto a otros colaboracionistas en la llamada “L’Épuration” (Depuración). Las mujeres fueron las primeras víctimas de la horda revanchista. Aquellas que hubiesen tenido una relación sentimental con el invasor eran humilladas en público y se les cortaba el pelo a cero. En París, más de mil francesas fueron rapadas.
Coco Chanel, sin embargo, salió ilesa del interrogatorio. “Quienes la interrogaron no contaban con los documentos necesarios. La acusan de cosas muy superficiales, de haber seguido con sus actividades sociales durante la guerra y vaguedades por el estilo. Ella dice: ‘Trabajé durante la guerra, obré por la paz’. Lo que no dice es que trabajó para los alemanes. Hay quienes aseguran que Churchill en persona se encargó de su excarcelación, pero no creo que sea cierto. Chanel fue liberada sin ningún cargo en su contra”, insiste Ferrand.
De todas maneras, Coco Chanel decide irse de París y se refugia en Suiza. Es sometida a un nuevo proceso, pero el tribunal no le pregunta por su relación con el barón alemán. A propósito, el idilio entre la costurera y el oficial nazi sobrevive a la guerra, continua por algunos años más. Hay imágenes de la pareja en Suiza, en 1949.
Coco Chanel vuelve a Paris en 1954 y firma la paz con los hermanos Wertheimer: les vende su porcentaje en Les Perfums de Paris y Chanel Couture, pero conserva “hasta la muerte” la dirección creativa de la maison.
Christian Dior, creador del new look, es el nuevo rey de la moda. Chanel critica la sofisticación pero adapta su estilo y sus creaciones al gusto de la época. Se convierte en una leyenda viviente. El 10 de enero de 1971, muere en su habitación del Ritz. Los franceses tardarían más de 30 años en profundizar sobre su pasado más oscuro, su relación con los nazis.
Los descendientes de Paul y Pierre Wertheimer siguen siendo los propietarios de la marca Chanel, que los convirtió en una de las familias más ricas del mundo. Son, además, los custodios de la reputación de Gabrielle Bonheur Coco Chanel.
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