Textos recopilados por Jazmín Carbonell
Es difícil precisar cuándo fue el comienzo de esta historia, y si acaso exista un punto de partida claro y contundente. No. Probablemente no. Probablemente, Camila haya existido siempre en nuestras vidas de distintas formas. Primero, en cada uno de los dos, cuando por separado imaginábamos y soñábamos con la idea de ser papás. Luego, cuando juntos empezamos tímidamente a charlar del tema, hasta que se volvió una urgencia. Y entonces los testimonios de algunas personas que pasaron por una situación similar fueron fundamentales. Camila Tolcachir Otero tiene ahora 10 meses. Pero para llegar a este punto pasamos por una carrera de obstáculos. Todos hermosos, llenos de suspenso. Fuimos tildando, uno por uno, como quien sabe que el camino es largo pero la recompensa es gigante.
Camila tiene dos papás y si contamos esta historia no es porque nos interese abrir nuestro mundo privado e íntimo. Más bien lo hacemos como una forma de devolver de alguna manera, si es que se puede devolver el amor tan inmenso que nos dieron, la profunda solidaridad que todos tuvieron cuando, desde los comienzos de nuestra intención de que el sueño de convertirnos en padres sea una realidad, nos brindaron toda la información necesaria y nos allanaron el camino de una forma tan paciente y generosa. Cada eslabón de esta cadena está lleno de paciencia, de gente con voluntad de ayudar. De despejar caminos.
El amor (primera parte)
El teatro nos unió y era de esperar que de aquel espacio fundamental para nuestras vidas surgiera también la clave para llegar a Cami. Siempre tuvimos en claro que queríamos ser papás. De eso no había dudas. El tema era cómo. Hace unos cuantos años, estando en Barcelona por cuestiones teatrales –la obra El viento en un violín se presentaba en el teatro Romea– al finalizar una función se acerca un actor catalán que había sido alumno de Timbre 4, Mario Mañas, cautivado por la obra porque, en estos años, se había convertido en padre. Nos miramos y supimos que tenía, seguro, unas cuantas cosas para contarnos. Sabíamos que él era gay y que su proceso iba a tocarnos de cerca. Amablemente, generosamente, accedió a vernos junto a su pareja y a una pila alta de papeles. Esa fue la primera vez que tuvimos un testimonio cercano y claro de lo que era la gestación subrogada (subrogación es un término empleado en Derecho relacionado con la delegación o reemplazo de competencias hacia otros; una persona sustituye a otra) y también la certeza de que queríamos ser padres juntos, de que queríamos encarar ese camino. Llevábamos ya un tiempo juntos y las etapas no siempre coinciden.
Tras esa reunión tuvimos mucha más claridad de que ese camino nos interesaba. De todas maneras, averiguamos también sobre adopción. La encontramos en ese momento llena de obstáculos, de desamparo y exigía una paciencia de ocho años como mínimo. Experiencias tormentosas, llenas de miedos, una espera dura e incierta. Tener el bebé y estar esperando, ese umbral legal en el que nadie se arrepienta nos resultaba muy duro. No podíamos. Tal vez hoy, con la Ley de Matrimonio Igualitario se haya allanado un poco el camino pero en ese momento sentimos que era algo muy difícil para una pareja gay.
Septiembre de 2015. Punto de partida
Otra vez gracias a los alumnos de Timbre 4, accedimos al testimonio en primera persona de una mujer que llevaba 17 años intentando convertirse en madre. Había pasado por todas las etapas y opciones. Y en esa búsqueda llegó a la metodología de vientre subrogado. Nosotros nos enteramos y le pedimos charlar. Segunda generosidad. Inmensa. Su relato estuvo lleno de detalles y, lo que necesitábamos en ese momento, una claridad absoluta de los pasos que deberíamos seguir. Nos conmovió mucho todo el recorrido de ellos para llegar a su hija. Y nos ayudó infinitamente entender ese proceso que parecía difícil pero que contado por ellos mismos se volvía alentador y lleno de esperanzas.
Lo primero que hicimos, según los pasos indicados por ella, fue contactarnos con Ruth, una abogada en Buenos Aires que se encargó de explicarnos todo. Son tres las personas fundamentales que se involucran en este proceso, que pertenecen a la empresa Surro Conexión y que se encargan de informarte, orientarte y asistirle en este camino. Una está en Buenos Aires, otra en Madrid y otra en Chicago. Sin ellas nos hubiera sido imposible. Básicamente porque en un comienzo es muy complejo de entender. Y ellos con paciencia nos fueron asesorando y guiando, sin apabullarnos.
Lo primero que podemos decir es que esa charla inicial es un baño de realidad. Y es mutuo: ellos evalúan también el grado de compromiso y certeza que tiene el que consulta. Es que para el proceso de vientre subrogado no hay ningún requisito, simplemente la voluntad, la paciencia, la certeza y la posibilidad económica. Este primer encuentro, que fue muy poco después de la charla con Ruth, sirvió para que tengamos un gran panorama de tiempos, fechas, plata y todas las opciones y factores que tienen que ver con la reproducción misma. No hay secretos ni misterios. Y este punto nos resultó determinante: no hay sorpresas. Todo, y de forma muy equitativa, es tal cual se va pactando con la donante y luego con la gestante.
Primer viaje: diciembre de 2015. Camila estaba en camino
Entonces, según lo acordado con la abogada que nos asesoró y guió en Buenos Aires, viajamos a Chicago, a un centro de fertilidad, a llevar nuestras muestras de esperma. Decidimos llevar muestras de los dos para que, en el momento en que apareciera la donante, se crearan embriones de los dos. Luego se transfiere el o los embriones a la gestante.
Lo hicimos en Chicago porque legalmente era el lugar que mejor nos cuadraba a nosotros, siendo una pareja gay, específicamente, porque en otros estados de Estados Unidos el padre sería uno y el otro tenía que hacer una adopción y en este caso somos los dos, nació y era hija de los dos. En eso también nos asesoraron en la agencia.
En Argentina no está prohibida la subrogación de vientre, pero no está legislada. Esa situación hace muy inestable el proceso, sobre todo porque a la hora de hacer la inscripción en el Registro Civil figura como madre la mujer que dio a luz. Pero lo cierto es que no solamente se puede hacer esto en Estados Unidos, también hay marco legal en la India y en México, y de hecho tuvimos encuentros virtuales con un médico mexicano, pero no nos cerraba bajo ningún punto de vista lo que nos planteaba. Todo el tiempo el médico nos decía que para qué queríamos conocer a la mujer gestante y por qué queríamos saber los motivos que la llevaron a esa decisión, que mejor no saber, no conocerla. Nos ayudó a darnos cuenta cómo queríamos nosotros que fuera este proceso: queríamos saber todo de todo, queríamos reglas claras en todos los pasos y para todos los participantes, conocer en profundidad todos los aspectos. Queremos contarle a Camila abiertamente todos los pasos del proceso. De hecho, fuimos guardamos fotos, fuimos escribiendo y no pudimos todavía ponerle un orden porque llegó ella a nuestras vidas y las revolucionó por completo. Pero, en algún momento, lo vamos a hacer.
En nuestro caso, las reglas fueron previsibles y los pactos claros y justos para todos. En Estados Unidos esta práctica está legislada y tienen muchos años de experiencia que varía según el estado. En algunos se lleva a cabo desde hace 30 años y es completamente segura.
Luego comenzó una carrera de obstáculos porque a partir de dejar la muestra empieza una parte muy científica y técnica: estudios para ver cómo está todo, análisis de todas las enfermedades que uno puede tener y las que se tienen latentes con el objetivo de que no coincidan con las que pueda llegar a tener la futura donante. Cada vez que venía un informe la reacción era: "¡Todo esto tenemos!".
La búsqueda de la donante
La segunda tarea es buscar a la donante de óvulos. Eso se hace a través de agencias de donantes que tienen páginas de internet. En Argentina no se puede elegir. Pero allá el planteo es diferente: teníamos que buscar y ni siquiera sabíamos cómo empezar la búsqueda ¿que se parezca?, ¿que no? Por suerte, nos cayó bien una imagen de una chica a los dos y fuimos por ahí. Sabíamos que no nos importaba realmente, sino que queríamos llegar a Camila. Los dos dijimos "ella", en especial porque había algo en su mirada que nos atraía. Hubiéramos preferido poder conocerla, pero ella decidió que no. Es muy poco el porcentaje de donantes que quiere. Sí tenemos fotos, todos sus datos, su información, su historia clínica. Pero ella prefería mantenerse anónima.
Hay cuatro instancias muy claras: el centro de fertilidad, donde se aloja toda la carga genética, se generan los embriones y se hace la transferencia de embrión a la gestante; la agencia que busca la donante de óvulos; la agencia que busca a la gestante, y finalmente el hospital donde sucede el parto.
Cuando fuimos a llevar nuestras muestras, además nos encontramos con una psicóloga de la agencia que busca a la gestante. Ella nos hizo una entrevista muy detallada para conocernos en profundidad. Y nos dijo que en unos meses nos iban a proponer una gestante. Antes de presentarlas están un año haciendo estudios para que sepan lo que van a hacer y lo pueden hacer más de una vez.
Cuando la donante de óvulos está elegida se arman los embriones por separado. En nuestro caso estuvimos de acuerdo con que sea mitad de óvulos con cada uno a ver qué quedaba. Y ahí es cuando ellos nos contaban lo que podía pasar; entre las cosas que podían pasar es que no quede ninguno, pero también que queden todos. Ahí se arman los embriones por separado.
En ese momento todo era nuevo, sabíamos que se empezaba con 20 o 25 folículos y que después iban bajando. Tuvimos que aprender de todo. Nosotros acá, nuestros embriones allá, y nos iban relatando cuántos quedaban. Tantos de tal, segundo día tantos del otro y uno más de él? tremendo. Hasta que quedaron la misma cantidad de los dos. Esos embriones se congelan. Nos decían que lo más probable es que quedasen 1 o 2. Tuvimos mucha suerte y quedaron como diez congelados y a la espera de que aparezca la gestante.
Amanda
Un día, seis meses después, nos llegó un mail en el que teníamos que apretar un botón para conocer a la gestante. El paso siguiente era hacer lo que llaman un match, vía Skype, donde estábamos nosotros por un lado, ella con el marido por otro y una psicóloga que iba generando un diálogo con preguntas súper concretas, como por ejemplo si un embrión o dos, qué pasaba si un embrión se subdividía, qué pasaba si el embarazo iba mal, para ir comprobando que estuviéramos de acuerdo. Todo lo imaginable y más, hasta la posibilidad más remota porque eso se tiene que acordar previamente. Luego, los abogados pasan todo eso por escrito para que sea firmado.
Las dos partes dijimos que sí y recién ahí nos pasaron su contacto y empezamos a armar un vínculo. Mientras tanto, ella comenzó el proceso de estudios.
Amanda es una mujer hermosa, solidaria, con una familia espectacular, de la cual aprendimos muchísimo. Es que es fundamental que la familia esté de acuerdo y acompañe el proceso convencida tanto como ella. Amanda tiene 30 años, un marido que se llama Scott y dos hijos, de seis y nueve años
La agencia que nos recomendaba hacerlo en Chicago nos decía que tenía que ser una mujer que esté casada o tenga un entorno familiar muy sólido, que tenga sus hijos, que no tenga deudas. Además tiene que pasar exámenes psicológicos, psiquiátricos, físicos, y no tener problemas legales. Lo tiene que hacer porque quiere. Amanda tenía el deseo y la voluntad de hacerlo antes de convertirse en mamá. Había algo del deseo de ayudar anterior a sus propios hijos. Pero no podía hasta luego de tenerlos. Es realmente una decisión familiar porque el marido también tiene que estar seguro. Él va por la calle con su mujer embarazada y tiene que contestar a cada rato que ese hijo no es de él. Sin dudas no lo hace por una cuestión económica. Si bien tiene una compensación por el tiempo que no trabaja, por su voluntad a poner el cuerpo, no es un dinero que la vaya a salvar para toda la vida.
En octubre de 2016, luego de pasar todos los estudios, finalmente se hizo la transferencia de embriones. Pusimos dos embriones en el cuerpo de ella. Se puede elegir si poner 1 o 2 que es lo máximo. Y tenemos que estar las dos partes de acuerdo. Con la posibilidad de que prendan los 2.
Desde aquí vimos por Skype la transferencia del embrión. Duró un segundo.
¡Está embarazada!
Después de unos días de realizada la transferencia, el 31 de octubre de 2016, Amanda se comunicó con nosotros y nos preguntó si queríamos hacer un test casero, unos días antes de que los médicos nos informaran si el embarazo estaba en curso. Pero con la condición de que lo hiciéramos por skype, en vivo, todos juntos. Nos parecía raro que nos propusiera eso, pero aceptamos. Lo pone, esperamos esos minutos y dice "no pregnant". Silencio. Notamos en ella algo raro, como que no le cerraba y corriendo vuelve con tres test que se había hecho a la mañana que le habían dado positivo. Es que con los nervios y con el Skype lo puso inclinado y salió mal. Pero sí, estaba embarazada.
Todas las semanas nos iba mandando fotos del crecimiento de la panza y pasaba el tiempo, esa rareza que significó la espera a la distancia. En un momento, nos piden hacer Skype y nos avisan que nos iba a llegar un video. Lo abrimos delante de ellos y están los dos hijos con una caja, la abren y salen muchos globos rosas. Así nos enteramos de que era una nena. Otro momento de realidad extrema en que fuimos construyendo esta nueva vida que se nos acercaba.
No volvimos a viajar hasta la semana 20, ya era febrero. Aunque nos hablábamos seguido por WhatsApp, no nos conocíamos. Y este fue otro momento clave, porque pudimos conocer a Camila a través de la ecografía y además conocerlos a ellos, vivir su cotidianeidad como papás, de la cual aprendimos mucho y supimos además que era el mejor lugar para que Camila se gestara. La ecografía fue un momento de nervios para todos. Es otra prueba. Pero fue hermosa, y por primera vez escuchamos sus latidos.
Fueron solamente dos días, pero muy intensos. Cada tanto mirábamos la panza, y es una situación rarísima porque a la vez tampoco tenés la confianza para tocar a esa mujer. En todas las decisiones lo que queríamos era que ella estuviera bien. Nos volvimos con la certeza de que el camino que habíamos emprendido había empezado bien.
El parto
Por la experiencia de que Ruth había llegado tarde al parto porque se había adelantado dos semanas, decidimos viajar nuevamente con mucha anticipación. Un mes antes. Pero en este caso, el parto no llegaba. Mientras tanto nos iban haciendo todas las preguntas referidas al parto, a nosotros y a ella. Por suerte estábamos siempre de acuerdo. Teníamos claro que queríamos presenciar el parto y ella estaba de acuerdo. Nos preguntaron, entre tantas otras cosas, de qué lado queríamos estar, para nosotros lo lógico era estar del lado de ella pero terminamos entendiendo mal.
Como pasaban los días y no se desarrollaba el parto, la obstetra puso fecha tope. El martes 18 de julio. Así que ese día llegamos los cuatro al hospital para que comience la inducción. Amanda se fue transformando, de un ser común, más bien pacífico, en una bestia. Y nosotros teníamos una culpa, pero a la vez ella sabía que el parto era esto. En un determinado momento nos hicieron salir de la habitación y cuando nos vinieron a buscar el parto ya estaba en franco camino. Nos ubicaron frente a Amanda: habíamos entendido mal, sí. Scott le agarraba las manos a Amanda y nos sacaba fotos. Empieza a pujar y al segundo pujo ya asomó parte de su cabeza. El momento fue completamente teatral. Un coro de mujeres y un chino gritando "Push!", "Push!" y en la tercera pujada salió Camila. Un momento inolvidable. No se parece a ninguna sensación de nada. Tal como habíamos quedado, uno de los dos cortaba el cordón y otro hacía piel con piel.
A partir de ese instante las decisiones sobre Camila fueron absolutamente nuestras. Legalmente en ese instante si la gestante no quiere vernos nunca más puede hacerlo. Hay, de hecho, parejas que deciden eso. Por suerte para todos, nosotros ya éramos muy unidos. Y una vez que nació Cami fueron unos genios alucinantes. Nosotros estuvimos tres días internados porque Camila se puso amarilla y tuvo que estar bajo la lámpara un día. Amanda se fue al segundo día. En una habitación nosotros tres, en el mismo piso estaba ella. Ahí arranca la vida de papás. Al ratito vino Scott con un frasquito con leche que se había sacado Amanda. Habíamos acordado que le dábamos leche mientras estuviéramos. No que le diera la teta porque no es lo que se aconseja. Ella terminó ese parto y se empezó a sacar leche, una santa. Cenamos juntos esa noche, se la llevamos para que la viera y la tuviera a upa. Ellos la amaban. Fue fuerte, pero en ningún momento percibimos ningún pensamiento extraño o confuso. Una felicidad total. Ellos incorporaron a Camila en su árbol de Navidad. Y nosotros a ellos para siempre.
Camila nació en julio y hasta octubre Amanda se siguió sacando leche para donar. Todo lo que podamos decir de ellos dos es poco. Para nosotros fue una sorpresa inmensa conocer gente que es de otro planeta. A la mañana Scott nos trajo café, como nos gusta, y nos decía "ustedes son nuestra familia y si yo tengo a alguien en un hospital lo cuido".
En el hospital Cami durmió perfecto, pero la primera noche que llegamos al departamento que alquilábamos en Chicago fue terrible. Lloró sin parar. Fueron tres días así y a pesar de que estábamos lejos tuvimos mucho asesoramiento de un chat de amigos y amigas que nos hicieron el aguante. Antes de irnos para allá nuestros amigos nos hicieron un baby shower y nos incorporaron en ese chat que habían armado. Y entonces nos tiraban consejos que tampoco coincidían. Pero nos fue de gran ayuda saber que lo que nos pasaba era normal.
Volver a casa
Volvimos a casa cuando Camila cumplió 15 días. Quince horas de vuelo en un avión que no tenía cunita, así que la tuvimos a upa todo el tiempo, con un estrés tremendo tratando de que esté bien y principalmente, tranquila. Todos nos miraban llenos de juicios. Pero no lloró. Fue una gran odisea cambiarla adentro del cambiador mini del avión teniendo en cuenta además que llevábamos solo 15 días ejerciendo de papás. Esos días fueron geniales. Nos conocimos, estuvimos disponibles los tres para los tres. Y cuando llegamos a Ezeiza, nos esperaba toda la rama femenina de la familia: nuestras madres, hermanas, amigas. Llegamos a las tresde la mañana y de ahí nos fuimos para casa y una de las dos abuelas nos dice: "Yo pensé en quedarme esta noche, si les parece bien". Les juramos que fue genial.
Los prejuicios: tu cuerpo, mi cuerpo
Hay que estar preparados también para los prejuicios, para las opiniones diferentes. Para los dos era importante estar de acuerdo con Amanda, porque creemos que de esa manera no hay invasión ni abuso. Para nosotros siempre primero estaba pensar qué era lo que a ella le hacía sentir bien, cómoda, y en función de eso veíamos cómo acomodarnos nosotros. Cuando lo vivimos nos dimos cuenta que todos los prejuicios estaban muy alejados. Veíamos su vida y su profunda vocación solidaria y entendíamos su compromiso.
Lo que viene
En el embarazo de Cami nos decían que ya le preguntáramos a Amanda si querría repetir con nosotros. A nosotros nos daba cosa plantearle eso antes del parto, aunque nos insistían que era un halago decírselo. Dimos muchas vueltas y finalmente le mandamos una carta, a los tres minutos nos contestó que sí, que ya lo había pensado y que ella nos lo iba a proponer porque de repetir prefiere que sea con nosotros. Así que ya arrancamos de nuevo el proceso. Los embriones ya están hechos. El match, que hay que hacerlo igual, ya lo hicimos. En octubre será la transferencia para que Cami tenga 2 años cuando llegue, esperamos, su hermanito. B
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