Claudia Piñeiro es escritora, guionista y dramaturga. Pero también es contadora, madre y esposa. Y si no sabe coser es porque de chica su padre no la dejó estudiar corte y confección, porque creía que las mujeres que tenían la oportunidad debían explotar sus talentos y animarse a competir en el mundo de los hombres.
De gerenta administrativa a escritora
Escribir, escribió siempre. Pero la decisión de hacerlo a pleno surgió en un avión. Era 1991 y volvía de hacer una auditoria contable en San Pablo, cuando en el diario encontró un pequeño aviso a pie de página en el que la editorial Tusquets invitaba a participar del concurso literario "La sonrisa vertical". Leyó la letra chica después de haberse inscripto y recién ahí se anotició de que la competencia era sobre literatura erótica. Se tomó vacaciones de su trabajo como gerenta administrativa y escribió "El secreto de las rubias". Quedó entre las diez finalistas. La obra nunca se publicó pero sin duda fue el puntapié inicial de una prolífera carrera como escritora.
Hoy tiene más de una docena de libros publicados: La viuda de los jueves (2005), Elena sabe (2006), Tuya (2008), Las grietas de Jara (2009), Betibú (2011), Un comunista en calzoncillos (2013) y Catedrales (2020), solo por citar los más conocidos, muchos de ellos premiados y con película propia.
Pero su voz es escuchada más allá de la ficción. Claudia Piñeiro es elegida por los medios de comunicación para opinar sobre cada cosa que pasa en la Argentina. Desde la lucha de las mujeres por el aborto libre y gratuito y la cuarentena por el coronavirus hasta la agenda política y cultural de todos los días.
- Frente a la pandemia ¿el escritor tiene un rol específico? ¿La gente espera algo especial de él?
- Sin duda existe una mayor demanda, y la estamos satisfaciendo a pleno. Durante la cuarentena los escritores produjimos muchísimo contenido, lamentablemente casi todo contenido gratuito, porque todos queremos colaborar, y hacer cosas para acompañar a los demás, pero a nosotros se nos pide más gratuidad que a otras profesiones. Está lleno de escritores leyendo en las redes, dando conferencias en las redes, haciendo vivos en las redes…Sumado a los libros que la gente leyó, tengo la sensación -por los mensajes que recibí- que la gente leyó muchísimo en esta cuarentena.
- Arrancaste el año con la publicación de Catedrales….
- Salió diecinueve días después de que empezó el confinamiento. Mucha gente se llevó ese libro a la cuarentena. Al principio fueron cataratas de mensajes a partir de la lectura de Catedrales. Todo el tiempo. Mensajes muy detallados, casi reseñas hechas por lectores, porque creo que había una posibilidad que te deba el tiempo. Más tiempo para leer, más tiempo para escribir…Hubo una comunicación con los lectores diferente a la que mantuve con libros anteriores. De más cercanía, y de personas que fueron más afectadas por las lecturas que hicieron. Como que estás más en carne viva y lo que lees te llega de una manera diferente. Tuve muchísimos correos. Fue muy reparadora esa comunicación.
Si en este tiempo de confinamiento el contacto con los lectores fue fluido, la escritura de ficción, la producción literaria en sí, no fue fácil para esta mujer que se crió en Burzaco, al sur del conurbano bonaerense, y a la que hoy le toca pasar la cuarentena en su departamento porteño con Ricardo Gil Lavedra, su pareja, y dos de sus tres hijos, ya que el tercero se quedó cuidando la casa que tiene en las afueras de la ciudad. "Si hay una próxima cuarentena, en la ventana que hay entre que se la ve venir y se la anuncia, hay que tratar de irse lo más lejos posible de las ciudades, donde está comprobado que todo tiene otra intensidad", dice, y se nota que añora el afuera.
Mientras tanto, y para pasar las horas, se encontró más de una vez frente a la biblioteca, tratando de que el azar respondiera alguna de las tantas preguntas que este tiempo de pandemia genera. El juego se lo había sugerido en otro contexto su maestro, el dramaturgo Mauricio Kartun, y consiste, al estilo del I Ching, en agarrar algún libro de un estante, dejar correr sus hojas como si fueran las de un abanico, y tras detenerse en alguna palabra que llame la atención, ver hasta que punto esa oración, ese párrafo, consigue saciar la duda que había iniciado la búsqueda.
- ¿Cuesta abordar la ficción en cuarentena?
- Fue cambiando bastante la dinámica desde el principio hasta ahora. Son etapas parecidas a las del duelo. Al principio no lo podés creer, después te da bronca, finalmente te resignas. Y eso que creo que la cuarentena es el único medio eficaz que tenemos para protegernos del virus. Siento que está bien hacer el aislamiento obligatorio. Pero bueno, se hace largo. Igual ya hay una mayor resignación, al principio podía escribir menos, leer menos. Pero con el paso de los días te das cuenta de que tenés que arrancar, porque si no escribís ni lees de repente te puede pasar un año entero sin hacerlo. Entonces te vas acomodando a la nueva situación, el encierro pasa a ser algo más habitual. Y retomas tus actividades cotidianas.
- ¿Así, encerrados, no nos parecemos un poco a los habitantes del country Altos de la Cascada (NR: el lugar donde se desarrolla el libro "Las viudas de los jueves")?
- No, para nada. Porque ellos elegían vivir así. A nosotros, en cambio, nos lo impusieron. Y eso es lo que nos perturba psicológicamente. Porque está lleno de gente a la que le gusta quedarse en su casa, sale muy poco, tiene poco contacto social y se va a vivir al medio de la nada. Pero acá lo que perturba es esa falta de decisión. Hay un agente externo, que es un virus, que te impone una realidad para la que no estabas preparado. Una imposición de un afuera que te marca también tus propios límites. Es algo de la naturaleza, es un virus. No se puede hacer mucho más, se trata de cuidarme y esperar que otros sí hagan, que busquen una vacuna.
- ¿Cómo son los personajes de tus textos en este tiempo? ¿Imaginas que habrá una literatura de la pandemia?
- Que van a aparecer libros con la cuarentena como temática no tengo duda. No es lo que a mi me dan ganas de escribir, lo que suelo escribir, y no me sentí tentada de escribir ficción con la cuarentena como temática. Por suerte, una revista alemana me invitó junto a otros escritores del mundo a escribir un cuento en colaboración, como una especie de cadáver exquisito (alguien empieza un cuento y se lo va pasando a otros escritores), y cuando llegó a mi, la historia ya estaba encauzada en lo que puede pasar en el mundo después de la pandemia, cómo se comportan los distintos grupos humanos…Y bueno, la experiencia me resultó muy positiva porque me obligó a meterme en la ficción, cosa que no estaba pudiendo.
Claudia estudió en un colegio de monjas y hasta los 26 años fue una buena católica, de misa todos los domingos. Pero hoy se confiesa atea. Catedrales, su último libro, revela la mirada crítica que hoy tiene sobre la Iglesia.
- ¿Crees que tras la pandemia habrá muchos creyentes enojados que saldrán del closet?
- Voy más por la positivo. Lo que quedó demostrado es que hay que creer en la ciencia. Más que pensar que Dios nos va a salvar de esta pandemia, hay que pensar que nos van a salvar los médicos que en este momento están estudiando el virus tratando de buscar remedios o una vacuna. En el libro hay ateos como Lía, hay fundamentalistas católicos, pero también hay un montón de otros personajes que tienen una relación mucho menos intensa con la religión.
- Vivir con el enemigo en cuarentena… ¿Qué le dirías hoy a una mujer que está en estas circunstancias y no se puede ir porque la cuarentena se la complica más?
- Estoy muy preocupada por esta situación. Hubo algunas campañas interesantes sobre cómo hacer para pedir ayuda en una situación en la cual es muy difícil pedir ayuda porque estás encerrada con la persona que te violenta, te golpea o te maltrata. Y cómo haces para agarrar un teléfono y hacer un llamado de pedido de auxilio. Hubo algunas campañas pero sin duda no alcanzan, como no alcanzaban antes. Las redes sociales sirven mucho para pedir auxilio. Y también el sistema tiene que flexibilizarse un poco. Al principio de la cuarentena hubo un caso de una mujer cuyo ex marido, que tenía restricción de acercamiento, se paraba frente a su casa y la amenazaba. Entonces un cuñado la acompañó a la policía a hacer la denuncia y resultó que le terminaron haciendo un acta al cuñado por haber violado la cuarentena al acompañarla a hacer la denuncia. El sistema tiene que estar preparado y entrenado.
- Hay quienes creen que del coronavirus vamos a salir mejor. La historia demuestra que de las grandes crisis salimos igual ¿Vos qué crees?
- Iguales no vamos a salir. Lo que no sé es si vamos a salir mejores. Está todo lo que tiene que ver con el uso del planeta. Pero además de eso, y mucho más cercano y doloroso, está la desigualdad social. Somos responsables todos. Uno siempre se queja de los políticos y lo que no hacen los políticos, pero nosotros como sociedad ¿estamos dispuestos a aceptar que a pocas cuadras de nuestra casa vive gente que no tiene agua para lavarse las manos? Esto debería quedar como marca.
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