Claudia Fontes y el poder de trabajar en red
En el principio fue la Biblioteca Pública de Haedo. Una asociación civil sin fines de lucro que comenzó a gestarse a comienzos de la década de 1970, por iniciativa de un grupo de vecinos. Entre ellos, su padre. "Ahí aprendí a trabajar en comunidad", dice a LA NACION Claudia Fontes, la artista argentina que representó al país en la última edición de la Bienal de Venecia con la imponente instalación El problema del caballo.
Esa lección asimilada a los siete años le dio la confianza en la fuerza producida por el intercambio de saberes. La misma que la llevó a impulsar el proyecto Trama, una red federal que sirvió como importante referencia para la autogestión artística en la Argentina, y a crear con un equipo interdisciplinario una de sus obras más conocidas: la Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, la célebre escultura de un adolescente desaparecido que flota sobre el Río de la Plata, frente al Parque de la Memoria.
La misma convicción la mueve en estos días en su tarea como cocuradora invitada a la Bienal de San Pablo, donde presentará desde septiembre un proyecto "horizontal y colaborativo" que involucra a otros nueve colegas de distintos países. Afinidades afectivas fue el título elegido por el curador general de la bienal, el español Gabriel Pérez-Barreiro, para definir un concepto de trabajo que se aleja del usual criterio temático para abrirse a las propuestas aportadas por siete artistas que actuarán como curadores.
El pájaro lento, la sección coordinada por Fontes, consiste en obras que activan un diálogo entre las artes visuales, la literatura y la traducción, mediante "experiencias que proponen una temporalidad expandida". La consigna fue que las piezas, en su mayoría creadas especialmente para la ocasión, funcionaran como fragmentos de un libro de ficción.
Esta idea, aún en proceso de producción, acaba de llevar a Fontes hasta Art Basel, la feria de arte más importante del mundo. Invitada a participar de un ciclo de debates sobre prácticas curatoriales en bienales, la artista argentina hizo foco en "los modos de quebrar la autoridad del texto curatorial como práctica creativa".
"Yo consigo que las cosas más arduas se solucionen a partir de lo colectivo y de la cooperación", asegura Fontes. Esa red comenzó a tejerse en los comienzos de su carrera con "interlocutores de lujo" como Pablo Suárez, León Ferrari, Oscar Bony y Víctor Grippo. Su formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en la Universidad de Buenos Aires continuó con becas en el Taller de Barracas y en la prestigiosa Rijksakademie de Ámsterdam, donde trabajó bajo la tutela de artistas como Michelangelo Pistoletto y Joan Jonas.
Regresó a la Argentina a fines de la década de 1990, con un sueño cumplido: la propuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores de los Países Bajos de invertir en el proyecto que ella quisiera. Así nació Trama, un programa de cooperación entre artistas que se extendió por todo el país y duró seis años.
"La escena local era muy individualista, muy competitiva –señala–. Me pareció que para desarrollar pensamiento crítico era muy importante establecer lazos horizontales. Comenzamos siendo siete amigos que había conocido gracias a la Fundación Antorchas y terminamos siendo setenta organizaciones de artistas en distintos puntos del país".
Aunque reside en Gran Bretaña desde hace más de una década, Fontes no olvida sus raíces. Uno de sus proyectos recientes demandó varios viajes hasta el Chaco Salteño, donde trabajó con una comunidad wichi junto a Guadalupe Miles y otros colegas. De una forma que ella conoce muy bien, y que le recuerda su infancia en Haedo.
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