Desde los que dicen que Walt estuvo en la inauguración en 1951 –cuatro años antes de crear Disneylandia– hasta una muestra fotográfica que une ambos imaginarios, breve historia de un mundo gobernado por y para chicos.
¿La República de los Niños inspiró a Walt Disney para cimentar definitivamente su imperio de entretenimiento con la construcción del parque Disneylandia? ¿Fue aquella osada idea del primer peronismo de recrear una ciudad y sus instituciones en escala de un niño de 10 años una revelación para el ambicioso padre de Mickey?
Aunque nunca pudo ser comprobado, el mito se instaló con fuerza. Algunos incluso arriesgan que Disney participó de la inauguración que se realizó el 26 de noviembre de 1951, cuando culminó la obra que había comenzado dos años antes y en la que intervinieron 1.600 obreros. Dicen, también, que Walt se reunió entonces con el presidente Juan Domingo Perón y le propuso convertir esa pequeña ciudad, cuya idea central era enseñarles a los niños cómo funcionan las instituciones de la República, en un parque de diversiones. Perón le habría dicho que no. Cuatro años después, en Anaheim, California, abría el primer Disneylandia.
El historiador Claudio Panella, docente e investigador especializado en peronismo de la Universidad Nacional de La Plata, asegura que no existen evidencias concretas que permitan afirmar que Walt Disney se haya inspirado en la República para construir su emporio. “Lo que puede señalarse en cambio es que se ha creado un mito al respecto y que, como tal, se ha instalado con fuerza en el imaginario popular y continúa transmitiéndose de generación en generación”, dice.
Como sea, cierto o no, la presencia de la República de los Niños en la órbita cultural de Disney no deja de replicarse, de reencontrarse entre misteriosas referencias, como su presencia en la muestra Para leer al Pato Pascual: la América Latina de Disney y el Disney de América Latina, una de las más de 70 exposiciones del proyecto Pacific Standard Time: LA/LA, en la Fundación Getty de Los Ángeles. La muestra, abierta hasta el 14 de enero de 2018, contará con más de 150 obras de 48 artistas latinoamericanos, entre ellos de los argentinos Florencio Molina –el cocreador de Tribilín–, Liliana Porter y Claudio Larrea, quien realizó una excelente serie fotográfica de la República de los Niños.
“Con una mirada a lo Tim Burton, elegí darles a las fotos un tratamiento casi lisérgico, con nubes cargadas y colores que recuerdan un mundo de azúcar cristalizada”, ha dicho Larrea sobre la serie que viajó a Los Ángeles y cuyas fotos tienen un destino asegurado en el registro de este monumento histórico y, también, en el imaginario visual de la República.
Además, como para engordar la historia, la Secretaría de Cultura y Educación de La Plata aportará a la muestra de la Getty fotografías históricas, bocetos de los planos originales y registros fílmicos con la idea de consolidar el mito fundante: que este parque de 53 hectáreas, expropiado por Perón al Swift Golf Club y ubicado en Gonnet, fue la génesis de Disneylandia.
Lo que sí se sabe es que la construcción de la República de los Niños estuvo envuelta en una órbita de referencias literarias de fantasía. Cuenta Panella que los arquitectos Luis Lima y Alberto Cuenca se inspiraron en los cuentos de Andersen (“El patito feo”, “La sirenita”), de los hermanos Grimm (“Blancanieves”, “La cenicienta”) y en leyendas históricas de Tennyson y Mallory para idear (y delirar) la construcción de una miniciudad donde conviven la arquitectura medieval, la europea y la islámica. Por ejemplo, el edificio del Banco Municipal Infantil situado frente a la plaza principal San Martín es una réplica del Palacio Ducal de Venecia; cerca de allí se levanta otra construcción, el Palacio de Cultura, inspirado en el Taj Mahal de Agra, India, donde tiene su sede el Museo Internacional del Muñeco.
EL ESTADO SOMOS NOSOTROS
En lo formal, la República de los Niños fue una iniciativa del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Domingo Mercante, quien deseaba concretar un emprendimiento para educación y esparcimiento de los más pequeños. La idea entusiasmó a Perón. En total se construyeron 35 edificios hechos a escala de un niño de 10 años, con un Centro Cívico donde se encuentran los tres poderes públicos: la Casa de Gobierno –de estilo gótico–, la Legislatura –inspirada en el Parlamento inglés– y el Palacio de Justicia, en cuyo subsuelo hay… ¡una cárcel! A no asustarse: acá es imposible una recreación de El señor de las moscas. En la República de los Niños argentina funcionan las instituciones. Desde 1992, los niños eligen cada año su propio Gobierno Infantil, un programa destinado a alumnos de quinto y sexto año de las escuelas locales, que elaboran proyectos que luego son tratados cada 26 de noviembre –aniversario de la República– en el Concejo Deliberante de La Plata. De esta manera, los niños lograron que en esta localidad fuesen prohibidos todos los espectáculos que involucraran maltrato o explotación animal.
El parque se completa con la Casa del Niño, una capilla con grandes techos normandos, dos comedores, una estación ferroviaria, un anfiteatro, el cuartel de bomberos, un banco, hangares, una pileta de natación y canchas de fútbol y básquetbol. Entre parques ondulados, una añosa arboleda de diversas especies típicas de las pampas argentinas, hay un lago con islas por donde circula un viejo bote reciclado por el Astillero Río Santiago.
La “Repu”, como la llaman sus trabajadores y asiduos visitantes, fue el primer parque temático de América y, durante mucho tiempo, el mayor emprendimiento infantil de América latina. El objetivo era, esencialmente, político. Así lo quería la dirigencia: que los niños pudieran atravesar, en su escala, una experiencia cívica. Y, de esta manera, la imaginería peronista unía esa misión con el esparcimiento de los niños con fines turísticos. Panella remarca que los primeros gobiernos peronistas (1946-1955) llevaron adelante una “política de la infancia”, es decir, una serie de acciones de carácter social, pedagógico y de dignificación que tuvieron como destinatarios a los niños, “los únicos privilegiados”, según la publicidad oficial.
El historiador recuerda que hubo un antecedente de la República. En 1949, la Fundación Eva Perón construyó, en un predio de dos manzanas, ubicado en el barrio porteño de Belgrano, la Ciudad Infantil Amanda Allen. “Era una urbe en miniatura que albergaba a niños carenciados que recibían una formación educativa integral”, indica Panella. Y agrega otro dato: la Fundación proyectó también, por intermedio del arquitecto Jorge Sabaté, otro parque, que se llamaría El Mundo de la Infancia y que debía construirse en un predio de 77 hectáreas en el conurbano oeste.
Con la llamada Revolución Libertadora de 1955, la Ciudad Infantil fue desmantelada y el Mundo de la Infancia no llegó a construirse. “Sobrevivió solamente la República, que en democracia se ha convertido en un símbolo de la niñez sin distinción de banderías políticas, sociales, económicas o culturales”, remarca Panella.
La suerte de la República de los Niños, como si se tratase de un reflejo condicionado de la realidad, fue cambiante. De la supuesta inspiración para el gigante Disney, de ser un parque de cualidades avanzadas para la época a quedar al borde del colapso, víctima del abandono, del olvido: de la desidia. Hasta llegó a cambiarse su nombre original por el de País de los Niños, por iniciativa de la dictadura de Juan Carlos Onganía. Sin embargo, la “Repu” resiste. Cierra Panella: “La República constituye, sin lugar a dudas, un emprendimiento arquitectónico original y de sorprendente magnitud, un espacio educativo y recreativo que ha logrado vencer el tiempo. Su vigencia y su atractivo para chicos y grandes a través de los años así lo demuestran”.
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