El escritor alemán Michael Ende, autor de La historia interminable (acá conocimos la adaptación al cine como La historia sin fin), proponía una teoría: para alcanzar un objetivo hay que tomar el camino opuesto. Es el método dantiano –para llegar al paraíso hay que atravesar el infierno– y es el recorrido que lleva a cabo Bastián, el personaje de Ende: deja atrás lo real (donde nada tiene sentido) y penetra, en cambio, en el país de lo fantástico, donde todo está cargado de significado.
En este pasaje, sin embargo, aparece una condición. Escribe Ende: "Hay siempre un riesgo cuando se realiza tal periplo;entre la realidad y lo fantástico existe, en efecto, un sutil equilibrio que no debe perturbarse: separado de lo real, lo fantástico pierde también su contenido".
Algo de esta noción ronda la filmografía de Hayao Miyazaki, quien en escritos y entrevistas explicita su preocupación por el trajín del mundo actual que, hiperestimulado e hiperglobalizado, pierde cada vez más su contacto con las raíces japonesas: "Un lugar es un pasado, es una historia –asegura–, pienso que los pueblos que hayan olvidado su herencia van a desaparecer".
Este mundo globalizado ahora nos acerca, a través de Netflix, las 21 películas del legendario Studio Ghibli, fundado por Miyazaki e Isao Takahata. Entre sus títulos más conocidos figuran la ganadora del Oscar El viaje de Chihiro y la icónica Mi vecino Totoro.
Dueña de imágenes de enorme belleza y de personajes entrañables, la filmografía esconde detrás de la animación una fuerte crítica al individualismo y a la sociedad de consumo. A través de sus personajes,Miyazaki apunta al poder de lo colectivo: es sirviendo a la comunidad que estos se descubren, encuentran perspectiva y ganan confianza.
La filmografía de Miyasaki esconde detrás de la animación una fuerte crítica al individualismo y a la sociedad de consumo.
Fruto de la visión oriental, que juega a captar el "enigma de la sombra" –y, como dice el escritor japonés Jun’ichiro Tanizaki, se diferencia de Occidente, donde "el más poderoso aliado de la belleza es siempre la luz"–, Miyazaki presenta personajes ambiguos y complejos. Todos estos elementos crean películas profundas, cargadas de significado y protagonizadas por figuras femeninas fuertes y decididas.
Arrojados a mundos amenazantes y extraordinarios, hechizados y malditos, o encontrando la armonía al hacer crecer mágicamente un campo en la mitad de la noche, los personajes de Miyazaki también nos sugieren el camino de Bastián de Ende: atravesar lo fantástico para darle un sentido a lo real.
El día que Miyazaki dibujó Buenos Aires
Tres mil leguas en busca de mamá, también conocida como Marco, es una serie animé basada en el relato "Marco, de los Apeninos a los Andes", incluido en la novela Corazón, de Edmundo de Amicis.
La serie fue emitida originalmente en Japón en 1976, producida por Meisaku de Nippon Animation –creadora también de Heidi–, uno de los primeros estudios de animación japonesa que encontró su nicho en Occidente.
Marco narra la historia del extenso y complicado viaje de un niño de 13 años desde Italia hacia Argentina en busca de su madre, quien había emigrado por las duras condiciones de la Italia del siglo XIX. El relato aporta una cruda visión de la emigración del norte italiano en los albores de la Revolución industrial.
Miyazaki consiguió lo que nadie: un cine atractivo tanto para niños como para adultos. Él hace un tipo de cine con el que intenta empoderar a las futuras generaciones.
Fue así como, a mediados de los 70, Hayao Miyazaki viajó a la Argentina como parte de Meisaku de Nippon Animation, encargado de los dibujos de escenografía. "De los Apeninos a los Andes" es claramente una historia marcada por el follaje que Miyazaki se encargó de reconstruir.
En el episodio número 21, llamado "El Río de la Plata es de plata", Marco llega al puerto de Buenos Aires y queda impactado por el ancho río. En la serie, la inmensidad de la llanura pampeana es desoladora y así se destaca en la canción de la apertura: "Nada que ver alrededor, ni valles, ni montañas".
Estos serán los inicios de Miyazaki, quien, años después, comenzará a articular su visión de dibujante con la de narrador. La experiencia de Marco y de Heidi sellará su obra, que también estará centrada en el poder de la emocionalidad.
¿Por qué Totoro es el héroe?
Dos chicos de alrededor de 10 años entran en un negocio a comprar medias con la imagen de Totoro. El vendedor, que está acostumbrado a reconocer los rostros de otros personajes famosos bordados en las medias, les pregunta: "¿Qué animal es este?". "No es un animal –le dicen los chicos–, es un espíritu del bosque".
En una época como la actual, en que la infancia suele ser vista como un mero objetivo para el mercado, existen también propuestas alternativas que hallan en el cine de Miyazaki, entre otros consumos culturales, un cuestionamiento de lo establecido a través de los silencios, de las diferencias y de la ruptura de estereotipos. La especialista española Laura Montero explica: "Miyazaki consiguió lo que nadie: un cine atractivo tanto para niños como para adultos. Él hace un tipo de cine con el que intenta empoderar a las futuras generaciones".
A lo largo de la filmografía creada por Ghibli, el héroe o la heroína abandonan aquello que era, dejando atrás los juicios de valor y creciendo a través de las posturas dispares. "El valor de Miyazaki estriba –continúa Montero– en buscar la formación de una concepción del mundo y del hombre propia, individual y coherente, en un intento por privilegiar el bien colectivo que solo se transformará mediante la comunión de ideas".
Esto encuentran tanto padres como hijos en las películas de Miyazaki: la posibilidad, a través del cine, de pensar en la construcción de un mundo mejor.