"Con mi mamá comemos tomates de la huerta, es más sano", suspira Camila mientras recibe un pancho de merienda. Sus 7 años, el cabello largo y su mirada de miel transparente contrastan con los ojos cansados de un padre que no sabe qué hacer, resentido aún porque su pareja lo abandonó por una mujer y a quien la cuarentena lo encontró junto a su hija en un monoambiente prestado. El hastío de un presente que bajo el aislamiento parece repetirse todo el tiempo, conjugándose con un pasado inmediato que ya venía bastante golpeado y un futuro que pinta mucho peor, delinean este corto que Paula Hernández filmó junto a Luis Ziembrowski y la hija de ambos, Clara, como parte de Murciélagos.
En el sector cinematográfico se calcula que se perdieron 4000 puestos de trabajo. Algunos directores, actores y guionistas se las ingenian para producir contenidos más allá del contexto.
Producida por Masses Content y la agencia Alegría, en asociación con Amnistía Internacional, la película filmada en cuarentena recorre ocho historias dirigidas además por Hernán Guerschuny, Daniel Rosenfeld, Tamae Garateguy, Diego Fried y Martin Neuburger, Connie Martín, Azul Lombardía y Baltazar Tokman, quien también estuvo al frente de este proyecto; una idea que hoy pareciera asumir muchos significados, acaso como registro de un momento excepcional, pero también como posibilidad, o necesidad de creación. Por lo menos ese fue el sentido que se impuso inicialmente para Paula cuando fue convocada para formar parte. "Fue al principio de la cuarentena, en abril. Nosotros ya veníamos pensando en hacer algo, Luis me decía: «Hagamos un corto, algo para nosotros». Y cuando vino esto me pareció una buena idea para sostener ese adentro".
–¿Cómo fue la realización?
–Es una locura como pensamiento creativo, muy extraño. Los directores no estaban en el mismo lugar que los actores, con lo cual veían el encuadre por zoom. Es decir, los que ponían la cámara eran los actores en función de un pedido que les hacía el director, lo chequeaban y, a partir de ahí, el director lo corregía. En nuestro caso estábamos todos acá, así que fue un poco distinto. Lo que nos guió fue la idea de no emular el celular con una cámara de cine, además de trabajar con luz natural o las luces que tenía, y el sonido del teléfono. Algo alucinante que me pasó fue que tuve que filmar en mi casa.
–¿Mirarla con otros ojos?
–Fue una observación muy minuciosa del espacio propio: para las puestas de día, hice como un estudio para determinar dónde pegaba la luz, en qué momento, dónde estaba el reflejo… Para filmar de noche, por ejemplo, tuve que usar veladores, pero en un momento necesitaba que me rebotara, entonces tomé los telgopores de la pelopincho y sábanas blancas. Fue como volver a un lugar de foja cero, narrar lo mejor posible con los pocos recursos que teníamos y lograr que la falla técnica se convirtiera en parte del lenguaje. Además, venía tomando como criterio trabajar cada vez con estructuras más chicas, con lo cual fue un ejercicio que también me dejó enseñanzas en cuanto al hacer: cómo capitalizar el espacio, o no tener que hacer que el teléfono funcionara como una cámara, sino que el teléfono fuera un teléfono. Creo que lo viví más como un experimento, muy vinculado a la manifestación de un momento. Y me imagino que para todos los directores tuvo también algún motivo más íntimo. Es que somos eso…
–¿Qué?
–Somos lo que hacemos, y la posibilidad de hacerlo siempre es positiva.
Narrar lo mejor posible con los pocos recursos que teníamos y lograr que la falla técnica se convirtiera en parte del lenguaje.
En un sector donde un 90% de la fuerza laboral está compuesta por trabajadores eventuales, la paralización impuesta por la pandemia traza un escenario especialmente crítico. De acuerdo con un relevamiento del Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina (SICA), se perdieron unos 4000 puestos y varias producciones se vieron detenidas. Frente a ello, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) declaró la actividad en "estado de emergencia".
Sin embargo, y a pesar de este contexto, se han ido multiplicando las propuestas que buscan lidiar con las condiciones impuestas por la crisis sanitaria y que encuentran en la creatividad algún resquicio de cordura ante tanta incertidumbre. ¿Ejemplos? Elegidos, la producción dirigida por Héctor Pazos que ostenta el título de ser la primera serie realizada en medio del aislamiento y hoy se puede ver en YouTube, o Terapia en cuarentena, que juega con la idea de distintos personajes compartiendo ante una pantalla los problemas que les ha traído la pandemia. El proyecto se basa en una idea de Marcelo Camaño y su elenco incluye a Carola Reyna, que oficia de psicoanalista, a Coco Sily y a Luciano Cáceres, entre otros. Se puede ver en Cont.ar, plataforma que, por cierto, vio multiplicada su audiencia cinco veces ya al comienzo de la cuarentena.
Bailar en un metro cuadrado
–¿Y vos, estás bien? –se escucha la voz de Rafa Ferro. La imagen le recorta la frente.
–Sí, todo bien. Acá, escribiendo, viendo películas, comiendo rico –el cuadro del celular lo muestra a su hijo, Toto.
–Te quería preguntar una cosa… –el plano se abre, lo podemos ver a Ferro en jogging y unas pantuflas tejidas de llama, comiendo de una taza en la cocina de su casa. Solo, encorvado. El crujido del cereal se funde con la música de un órgano.
–¿A vos te parece, no sé si da… que podrás hablar con alguno ahí para que me meta un personajito? No pido gran cosa, un personajito, un bolo, dos capítulos…
La escena es una de las tantas que componen Yo actor, una ¿minificción? que Ferro empezó a subir en su cuenta de Instagram y que ya cosecha miles de seguidores. Retrata a un actor que se debate entre la parálisis laboral y la locura del encierro. ¿La locación? Los ambientes de una casa hermosa y raída (que no es más que la casa de Ferro), en la que un unicornio inflable no para de ganar protagonismo. Diego Peretti haciendo de Peretti, pero en modo psicoanalista, buscando sacar tajada de la situación, y Dolores Fonzi como amiga con la que comparte una psicosis paranoide son algunos de los personajes que se fueron sumando a un relato tan delirante como el momento que enmarcó el proyecto.
–Todo avanzó de un modo bastante natural y poco planificado –cuenta Josefina Licitra. Porque además de contar con un elenco de lujo, Yo actor la tiene a Licitra como guionista. Completan el equipo Alejandro Guyot, Rosario Suárez y Agustín Fernández Burzaco.
–Las primeras semanas de cuarentena fueron especialmente shockeantes para todos, y en el medio de ese shock decidimos activar, no tanto con miras a hacer un proyecto comercial, sino más bien con la necesidad de construir algo que nos ayudara a pensar en otra cosa. Rafa Ferro, como todos los actores, paró de trabajar. Alejandro Guyot tuvo unos días de parate hasta que se reorganizaron los permisos de circulación y él pudo salir como reportero gráfico. Y yo no suspendí el trabajo –mi vida siempre fue bastante en cuarentena–, pero sí necesité poner el foco en un proyecto afectivamente cercano. Ale es mi pareja, Rafa y Ale son muy amigos desde los 20 años, y dentro de ese triángulo, y con las limitaciones de la cuarentena, fuimos armando algo. Ale asistió a Rafa a distancia, prestándole una cámara (son vecinos) y lo ayudó con las puestas. Y yo me ocupé de sumarle un marco narrativo a las improvisaciones de Rafa, que es un actor versátil, talentosísimo y especialmente gracioso cuando improvisa. Después, a medida que fuimos viendo la respuesta de la gente, y de muchos actores que le escribían a Rafa para participar gratis, porque nunca generamos ni pagamos un peso, los adelantos empezaron a tomar una periodicidad.
–¿Cómo fue trabajar en este contexto tan particular?
–Rarísimo. Pero fue un buen ejercicio que nos permitió explorar posibilidades en un marco muy estrecho. Hacer Yo actor fue como bailar en un metro cuadrado: pudimos bailar. Sé que podemos seguir bailando. Y, si bien con más espacio, con más posibilidades técnicas y algo de plata, podríamos hacer algo mejor, me gusta lo que hicimos usando nuestros saberes como única herramienta. Ale tiene un ojo cinematográfico bellísimo. Rafa es un gran actor. Y yo vivo de escribir desde hace 26 años. Ese pasado es el que salió a la cancha.
–¿Y hacia dónde va?
–Yo actor siguió, y sigue la curva del deseo: sube, baja y ni siquiera sabemos hacia dónde va. Aunque pensamos una temporada entera. Veremos adónde nos lleva el envión.
Reinventarse
Se calcula que con la pandemia se suspendieron cerca de un centenar de producciones y se frenaron 18 rodajes de largometrajes de ficción, entre ellos la nueva película de Virna Molina y Ernesto Ardito. Tres años después del estreno de Sinfonía para Ana, ese bellísimo relato sobre los 70 en el que el acierto de los recursos estéticos logra un retrato de la juventud que escapa de toda fórmula o golpe épico, la pareja de realizadores se disponía a filmar su segunda ficción. "Estábamos a una semana de iniciar el rodaje de La bruja de Hitler, un film de época, ambientado en los años 60, que se iba a filmar íntegramente en la Patagonia. Estábamos en plena preproducción, con locaciones y equipos reservados, aéreos comprados… Pero tuvimos suerte, si nos agarraba en pleno rodaje iba a ser peor", Virna mantiene una mirada de cierto optimismo.
–¿Suspender no fue traumático?
–Al principio, pensábamos que todo continuaría en un par de semanas. Lo pensé como algo positivo, porque me daba un tiempo para ajustar detalles y algunas variables. Habíamos estado tan inmersos en los preparativos del rodaje que no dimensionamos la gravedad del virus. Luego fue pasando el tiempo y hoy veo el rodaje en un punto cada vez más lejano. Este freno inesperado ha impactado en el proyecto fuertemente, los recursos –con la devaluación y los gastos extras ocasionados por esta interrupción– se van diluyendo. Y no sabemos, a ciencia cierta, qué gastos extras demandará filmar en esta "nueva normalidad". Pero reinventaremos lo que tengamos que reinventar. Como el rodaje se realiza en locaciones alejadas de centros urbanos importantes, una solución sería hacer un aislamiento extremo para evitar cualquier riesgo de contagio y convivir todo el equipo en el mismo espacio hasta terminar la película…
El cine nacional ya tenía un serio problema de exhibición que se va a agravar aún más. En estos cuatro años de gestión macrista tuvimos un Incaa ausente.
–¿Cómo evaluás la situación actual del sector?
–El cine nacional ya tenía un serio problema de exhibición que se va a agravar aún más. En estos cuatro años de gestión macrista tuvimos un Incaa ausente que no garantizó el cumplimiento de la cuota de pantalla para el cine nacional, que permitió que los tanques monopolizaran las pantallas de exhibición, censurando a través de la ley de mercado todo otro tipo de cine. Al mismo tiempo, abandonó los Espacios Incaa y las salas independientes del país, que son el circuito que garantiza la diversidad.
–¿Qué ejes deberían marcar el debate en el mediano plazo?
–Un debate fundamental es conseguir que las OTT (contenidos que se distribuyen a través de internet) tributen al Fondo de Fomento Cinematográfico y Audiovisual, porque si existe un sector que ha crecido con esta pandemia ha sido el de las empresas que venden contenidos a través de los servicios de plataformas digitales. De hecho, la Ley de Cine contempla que parte del IVA de la exhibición de films y contenidos audiovisuales, en distintos soportes, vuelva al Fondo de Fomento. Esas empresas hoy pagan IVA, pero nada de ese IVA llega a la producción cinematográfica.
El cine documental es el mejor posicionado frente a la pandemia: está en condiciones de salir a rodar nuevamente.
–¿Qué puede pasar con los productores más pequeños o géneros como el cine documental?
–En Realizadores Integrales de Cine Documental (RDI) creemos que el cine documental es el mejor posicionado frente a la pandemia, ya que hoy está en condiciones de salir a rodar nuevamente. Un documental puede filmarse entre dos o tres personas, por lo que sería fundamental que canales como Encuentro, Canal 7 y el mismo Incaa potencien la producción de series y films documentales. Son pequeñas producciones, pero que permiten generar volumen de trabajo para cientos de personas de la industria.
–¿Y con el reclamo por la paridad de género?
–Y de no mediar una política de Estado que garantice la paridad, legalmente asumida por el Incaa, pero nunca cumplida, las mujeres y las diversidades van a ser uno de los sectores más afectados por la pandemia. Según cifras del propio instituto, en 2018, por ejemplo, casi el 61% de los puestos de trabajo fueron ocupados por hombres, y crece en los films estrenados (un 81% dirigido por hombres). A la vez podemos darle un giro enriquecedor al cine nacional con historias, estéticas y miradas nuevas.
Creatividad y supervivencia
–¿Se puede hacer cine en un contexto marcado por las limitaciones que impone una necesidad sanitaria?
Paula Hernández se detiene a pensar.
–Todo el tiempo escucho que se están ensayando protocolos e ideas posibles, pero la verdad es todo muy incierto. Ahora bien, si uno revisa la historia hay muchas manifestaciones artísticas y obras, también en el cine, que salieron de la limitación. El neorrealismo es un cine que surge en la posguerra, con un lenguaje sin luces, locaciones reales y gente natural, y nadie se atrevería a cuestionarlo. O miremos el caso de Jafar Panahi, un director iraní que tiene prohibida la salida de su casa y creó una película dibujando sobre la alfombra la puesta de lo que iba a filmar. Creo que hay una pulsión, algo vital que te lleva a poder hacer eso que sos… Y estimo que ahora va a pasar lo mismo. Porque si no, ¿qué vamos a hacer, a desinfectar todo el día? Son situaciones donde la creación y la supervivencia confluyen. No obstante, no creo que porque hoy estemos filmando intimidad se pueda hablar de una narrativa en ese sentido.
–Un punto central es el lugar que va a tener lo digital para la producción audiovisual.
–Sin dudas estas situaciones vinieron para quedarse. El tema de las plataformas y de la virtualidad ya estaba, pero con esto se afianzó en muchos aspectos. De hecho, la dirección a distancia no es exclusiva de la pandemia, ya se venía trabajando. Tokman, uno de los directores que integra Murciélagos, por ejemplo, se interesó mucho con lo que pasa en YouTube, se contactó con la gente y armó con eso una película, Planetario. Y creo que algo de todo esto va a quedar. El problema es pensar que esta va a ser la única forma de hacer películas. Porque además del problema sanitario y las condiciones que impone, también plantea la pregunta de quiénes van a tener posibilidades de salir a filmar en un contexto así. Hoy, el Incaa está en una situación muy particular; no se puede ir al edificio y los expedientes aún están en papel, con lo que se encuentra todo paralizado. Y la realidad es que si el cine no está en funcionamiento, no hay fondos de fomento. Entonces, ¿el cine va a quedar restringido a los que tienen poder, a los que han salido muy favorecidos con la pandemia? Pensemos en Netflix, por ejemplo. ¿Ellos van a financiar la producción de películas?
–¿Cómo caracterizarías entonces a este momento?
–Como un momento donde todo lo que estaba mal se agudizó.
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