Pocas cosas son más difíciles de encontrar en el campo de la cultura que una película surcoreana mala. Decididamente mala, quiero decir, algo que no tenga ningún valor. Corea del Sur es un ejemplo de cómo construir un público local y una cinematografía amplia: hay grandes realizadores en el cine más "comercial" y en el más "independiente" o "experimental", si es posible establecer (aún) tales categorías. Que Parasite se haya llevado el Oscar principal a principios de este año no debería ser considerado como demasiado sorprendente: es algo que se ha construido durante 30 años.
Menos años tiene el Han Cine, el festival anual de cine de Corea del Sur que tenemos la suerte de conseguir en estos pagos. Un festival que suele llenar salas, por ejemplo, aunque su cobertura periodística, en general, se restringe al pequeño nicho cinéfilo. En sus seis ediciones hasta hoy, ha permitido que nos asomáramos a una gran cantidad de títulos y autores más allá de los ya establecidos, como Park Chan-wook (creador de Oldboy), Kim Ki-duk, Hong Sang-soo o el oscarizado Bong Joon-ho. Cada edición del Han resulta, en ese sentido, apabullante.
Este año, el Han tendrá hogar virtual en Cine.ar PLAY (ya sea a través de la PC o de aplicaciones, así que se multiplican las pantallas), va a durar del 2 al 22 de noviembre, va a estar integrado al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, será en colaboración con el Museo Nacional de Bellas Artes y se verán nada menos que 20 películas de producción reciente. De todo género, presupuesto, color y laya. Eso sí, de pareja calidad: de muy buena para arriba.
Hay, además, algunas novedades extras. La más interesante consiste en que, por primera vez, participa de la muestra el Festival de Cine Independiente de Seúl, que seleccionó cinco de los títulos de la grilla. Es importante porque esa muestra resulta uno de los grandes semilleros de creadores audiovisuales y formas del cine no solo de aquel país. El detalle se menciona porque, como pocas veces, el panorama que presenta el Han es amplísimo. Hay muy buenas producciones de gran público (las taquilleras El gran golpe y Asesinato) que no tienen nada que envidiarle al Hollywood gastador de hoy (y sí a la inversa). Hay animación (Un perro valiente), un clásico importante sobre las relaciones con el Norte (Área de seguridad compartida, de Park Chan-wook), y thrillers de suspenso como Diario de un asesino. Hay mucho más, por cierto, y no hay manera de decepcionarse.
Quizás sí valga la pena decir por qué el cine de Corea del Sur resulta no solo bueno, sino pertinente para el espectador argentino. Casi todas las películas coreanas tienen, entretejida en su trama, una hebra que pasa por el melodrama familiar y el dolor por la disolución posible o efectiva. Incluso en las películas de más acción se notan estas tensiones emocionales entre los personajes. Ese elemento cultural es muy próximo a la sensibilidad latinoamericana (y lo dice alguien que no cree demasiado en estas sociologizaciones ad hoc), lo que hace que, más allá de lo poco acostumbrado que tenemos el oído a ese idioma, todo nos resulte próximo y comprensible. Más inmediato que el cine de ciertas latitudes europeas, por ejemplo.
Es decir: si le gustó Parasite y necesita ampliar la dosis, este es su festival. No solo por la variedad y la calidad, sino también, como se dijo, porque nos resulta más próximo de lo que podríamos adivinar. El Han es una puerta abierta a una cinematografía que, por mucho, está entre las más pujantes de la actualidad, una verdadera esperanza para el audiovisual en esta crisis que excede la pandemia. Y dado que se puede ver desde casa, es posible pedir comida coreana (la cantidad y la calidad de tales restaurantes en Buenos Aires es increíble) y disfrutar de la cultura audiovisual de un país que sabe cómo comunicar con las (sus) imágenes.