Asegura que lo que más las movía era remar en dulce de leche para obtener lo que lograban con la Feria de las Naciones, un evento que recuerda toda una generación e incluyó el mejor blooper de Susana Giménez
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Quién no fue a comprar regalos para Navidad a ese evento en La Rural donde se congregaban stands con productos de todo el mundo, organizados por países. Levante la mano quién no tiene una Feria de las Naciones en su haber. Un clásico porteño que por décadas generó los fondos con los que la Cooperadora de Acción Social (COAS) apoyó a los hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires. Donaban a razón de un millón de dólares por año. Y lo hicieron a lo largo de 48 años.
Cubana de nacimiento, argentina por adopción, Ani Mestre ha sido una de las caras más visibles de esta entidad sin fines de lucro que el pasado diciembre decidió poner fin a su actividad: “Un poco por los coletazos de la pandemia, pero sobre todo por las trabas y la derogación de un decreto nacional en el gobierno de Alberto Fernández”, adelanta Ani. Son tiempos de balance. En esta entrevista podremos escuchar la voz de una de las mujeres que lideró décadas de trabajo social en una Argentina que siempre necesita ayuda.
- Ani, cuanto tiempo funcionó COAS en Argentina?
- Si no me equivoco fueron 48 años. Se creó en 1976.
- De esos 48 años, ¿cuántos estuvo allí?
- Todos (risas) Bah...todos no. Lo último que hice fue ayudar a la colecta de la pandemia. Pero ahí ya no era comisión directiva. Mi trayectoria empezó junto a mi madre, que fue socia fundadora. Y el primer año que estaba gestando la Feria de las Naciones, yo venía de la producción de televisión y de trabajar en Canal 13, y acababa de ir a Disney recién inaugurado, ¡imaginate lo vieja que soy! (risas). Entonces cuando me cuenta que está planeando lo de la feria le digo “hay que montar algo con orquestas, escenarios, todo en simultáneo”. Y me respondió: “¡Ay, que no!”. Y pasó. Pero me fui quedando. Y con el tiempo conseguí que se fuera plagando de espectáculos y después pasé a estar en el equipo de compras de productos. Fue un invento increíble esa Feria de las Naciones. Y yo tenía escasos 27 años.
Ani Mestre llegó a COAS de la mano de su madre, Alicia, y con toda la experiencia de su padre a cuestas, el reconocido empresario cubano Goar Mestre, pionero de la industria audiovisual de América Latina. Fue nada menos que el fundador de Canal 13, canal en el que Ani dio sus primeros pasos trabajando en producción.
- Levantar la feria era montar un espectáculo...
- Era algo adictivo. Un vicio maravilloso. Nos unían estas ganas de devolverle a la sociedad lo mucho que, gracias a Dios, la suerte, el universo o lo que quieras, habíamos recibido. El motor era super importante. Queríamos hacer una feria exitosa y queríamos recaudar cada vez más. Y así fue.
- ¿Cuántos eran en esa comisión directiva?
- Éramos todas mujeres. Había contratados hombres, pero las que trabajábamos gratis y dábamos la vida éramos las mujeres. Comisión directiva y no comisión directiva. Yo trabajé muchísimos años sin tener cargo. Ni nos importaba. Era un motor tremendo la feria. Imaginate lo que varió la Argentina en todos estos años. Pasamos por todo. Todas las transformaciones que te puedas imaginar.
- Momentos que tenían que ver con los vaivenes de la economía...
- Comercialmente pasamos por todas las situaciones y las fuimos superando. Fuimos aprendiendo a remar en dulce de leche. Tuvimos todos los problemas que se puedan imaginar. En la feria nosotros comprábamos los productos, los consolidábamos en distintos puertos del mundo... Teníamos una empresa transportista, pero no podíamos traer la mercadería a medida que iba estando lista porque acá el depósito nos cobraba un montón. Entonces todo debía llegar con el suficiente tiempo para despacho y clasificación nuestra en depósito. Teníamos un tiempo muy acotado y era un gran desafío para todos. Los barcos no tienen un calendario justo, van parando a medida que se les confirma la carga en distintos puertos. Y eso varía el día de descarga no en uno o en dos días sino en quince. O de repente se rompe el barco y la mercadería no puede ser transbordada por razones de papeles. Y después hemos tenido inundaciones, cortes de luz, revoluciones... Creo que COAS y la Feria de las Naciones son un ejemplo de remar contra todo, y eso era parte de la adrenalina que nos movía. Todas eran dificultades. La feria se abría un día y todavía no había llegado el cargamento de la India, y la India era el país estrella en ese momento. La primera Feria de las Naciones, una de las señoras de la comisión directiva, consiguió que la Aduana abriera un sábado... Ha sido muy divertido.
La Argentina podría haber trabado el accionar de este grupo de mujeres, pero lejos de convertirse en una máquina de impedir, las desafiaba. Las integrantes de COAS pertenecían además a un círculo social que aceitaba los mecanismos de funcionamiento de su engranaje. Siempre había algún contacto al que se podía acudir para destrabar la burocracia estatal. Era un trabajo 24x7 que también involucraba a sus familias.
- ¿Los vínculos sociales que cada una de ustedes tenía ayudaban para resolver los problemas?
- Usábamos todo. Los amigos, las influencias, los conocimientos, las carreras de cada uno. Era dar todo para COAS. Miro para atrás y mi vida era en función de COAS. Mirá como habrá sido que, por ejemplo, tengo una hija que nació el 6 de noviembre, y la feria siempre se inauguraba para esa fecha aproximadamente. Le cambiaba el cumpleaños a mi hija para estar. Como era chiquita y no sabía (risas). Mis hijos dicen “nuestra infancia han sido las ferias”. Y hacíamos todas lo mismo. Los chicos jugaban y corrían por ahí mientras nosotras trabajábamos. Fue increíble. Y así cuarenta y pico de años.
- Si tuviésemos que pasar en limpio qué le dejó COAS a la Argentina ¿de qué estaríamos hablando?
- Nuestra gran fuente de ingresos era la feria, de ahí salía la plata que se repartía el año entero. Esto también fue cambiando porque la medicina hace 50 años tenía muy poca tecnología. Cuando arrancamos, cada hospital tenía un “enlace”, una señora que era la encargada de ese hospital, era su hijo. Entonces recorría las instalaciones, hablaba con los médicos y empleados y tenía un panorama muy claro de dónde hacían agua. Por volumen COAS no iba a cambiar la situación de los hospitales, pero sí en cuanto a la rapidez en solucionar un problema. Se rompía una caldera y COAS estaba al día siguiente contratando a la persona que la arreglaba. Éramos muy eficientes. Pero después la cosa se fue complicando porque ya no era tema de una caldera, era un ecógrafo...hasta oxímetros de pulso. Al principio se le asignaba un monto a cada hospital según la complejidad, la cantidad de pacientes. No era a dedo lo que se asignaba. Y esa señora, con esa mensualidad, tenía que hacerlo rendir de la mejor manera posible. Hasta la pandemia esto lo hacíamos solamente en Capital Federal. Y eran 23 hospitales. Pero después hubo una reforma y todos los hospitales nacionales que estaban en Capital se los terminaron pasando a la Ciudad. Y ahí pasaron a ser 32, incluidos el SAME y el Instituto Pasteur, entre otros. A veces comprábamos y otras reparábamos. La mayor parte del presupuesto de COAS se iba en arreglar cosas rotas. Porque es ahí donde la burocracia lógica del Estado retrasa todo...Me acuerdo de una anécdota de una señora a la que le dicen... “hace falta comprar no me acuerdo qué aparato”. Ella dijo... “¿Cómo que hace falta, si había...?”. Recorrió el hospital y encontró como cincuenta de esos aparatos rotos. Cada hospital es un mundo, es muy difícil.
- ¿Cómo era la relación con los políticos de turno?
- Siempre íbamos a ver al ministro de Salud para ver qué necesidades había y no superponernos comprando lo mismo. Y tenían el listado de necesidades del hospital en un carpetón, cuyas hojas iba pasando, cientos. Algunas tenían una marquita. Las cosas se compraban arbitrariamente. No había una evaluación de necesidad, de proximidad de un hospital con otro. Era muy complejo.
- ¿Nunca les propusieron integrarse al área de Salud de un gobierno?
- Nosotros queríamos conservar nuestra independencia de compra y de criterio. En los últimos años teníamos el siguiente sistema: preguntábamos al hospital cuáles eran sus necesidades y prioridades, por un valor aproximado que calculábamos íbamos a poder invertir, porque un año no les dijimos y teníamos una carpeta con pedidos por 50 millones de dólares y teníamos para repartir un millón. Pero después instrumentamos que tenían que justificar cada uno de esos pedidos y a eso agregarle un presupuesto si ellos los fueran a comprar. Lo que nos indicaba las características de cada aparato y entonces al saberlo éramos libres de cotizar con cualquiera. Con esa lista que nos daba el hospital íbamos al Ministerio de Salud y les decíamos “¿ustedes qué piensan de esto?”. Y ellos nos daban su opinión. Y después habíamos formado una comisión de médicos asesores con experiencia en la función pública que conocían muy bien los hospitales. Y con todo eso, hacíamos lo que nos parecía más sensato.
- ¿Tiene números que traduzcan el trabajo de todos estos años?
- Un millón de dólares de hace 45 años no tiene nada que ver con un millón de dólares de ahora. Una vez hicimos una actualización de los 50 millones que llevábamos donados, y lo hicimos índice de inflación de EE.UU. Y la cifra nos daba ciento y pico de millones de dólares. Donábamos más o menos eso, un millón de dólares por año.
Susana y los dinosaurios
- Hubo mucho acompañamiento de figuras reconocidas de la Argentina al trabajo de COAS. Me acuerdo del apoyo de Mirtha Legrand, de Susana Giménez.
- Lo que nos han ayudado los medios ha sido maravilloso. COAS no pagaba por aparecer, no pagábamos a nadie. Era todo solidaridad. Cada sector de la sociedad nos ayudó muchísimo. COAS durante muchos años no quiso pedir plata a la sociedad. No pedíamos donaciones individuales. Hasta que en el 2001, con la hecatombe económica que nos llevó a comprar hasta el papel higiénico de los hospitales, alguien nos dijo “¿por qué no paran con ese prurito de no tener que pedir?”. Es muy duro tener que pedir. Porque vos le pedís a tus amigos que te ven entrar y dicen “uh, qué me va a pedir”. Hasta que nos dimos cuenta de que en definitiva le estábamos haciendo el favor al otro de saber que su dinero iba a llegar. Y bueno, nos decidimos…
- ¿Alguna anécdota de esas visitas a los medios?
- Mirtha Legrand fue de una gran ayuda para COAS, mostraba los productos. Susana Giménez no te puedo explicar. En una de las ediciones vendíamos unas frazaditas traídas de Uruguay que no salían, Lucho Avilés, en su programa de la tarde, se pasó 10 minutos hablando de estas mantas y al otro día se agotaron. El fin era tan loable que todos ayudaban.
- ¿Fue con ustedes la historia del “vivos” de los dinosaurios no?
- Sí, fue con Daisy de Chopitea, ese año presidenta de COAS. Resulta que era el año de la película Jurassic Park , y dijimos: “Este es el momento del dinosaurio”. Entonces pusimos en la feria una carpa, donde trajimos réplicas de los esqueletos de los dinosaurios de la Patagonia, directo desde el museo. ¡Hicimos un show multimedia increíble...! Daisy va a lo de Susana, y le cuenta que “este año tenemos dinosaurios en la feria”. Y entonces Susana le responde “¿vivos?” (risas) Y eso quedó para siempre.
Durante la pandemia, COAS estuvo tan activa como siempre. No hubo feria pero si trabajo a distancia junto a los hospitales, a los que proveyó de pabellones móviles para albergar a los equipos médicos encargados de vacunar, y que también sirvieron de alojamiento adicional para algunos centros médicos.
- Y la pandemia fue un cimbronazo también para COAS
- Fue un momento muy duro y ahí la verdad es que la sociedad entera estaba conmovida, preocupada, solidaria. En lo personal fue una experiencia maravillosa. Estábamos cada uno encerrado en su casa, y empezamos esa colecta, se nos unieron emprendedores, desarrollistas inmobiliarios, un señor que hacía construcciones rápidas en metal que diseñó un pabellón para poner en la puerta de los hospitales para hacer el test. O para ubicar a personas que fuese necesario aislar. Y ahí es donde vimos cómo toda la sociedad estaba involucrada. El que proveía aires acondicionados te decía “para esto no te cobro”. El que hacía las aberturas te cobraba al costo. Hicimos y distribuimos 14 pabellones en todo el país. Algunos además los equipábamos. Fue un desafío y un aprendizaje impresionante. Hubo un llamado de los tantos que hice en ese entonces donde pregunté: “¿cuántos barbijos le hace falta a la Ciudad hoy?”. Y la persona que estaba del otro lado de la línea me respondió: “No te quiero decir porque no te quiero desalentar”. Insistí: “pero decime, necesito tener una idea de volumen”. “Bueno, hacen falta 32 millones de barbijos”. Y vos decís...por dónde empiezo.
- A pesar del esfuerzo y los logros, ese fue el inicio del fin
- Si vos donabas diez, te decíamos en qué se habían ido tus diez pesos. Ese fue nuestro gran orgullo siempre. Además, no les deducíamos nada de gastos internos porque nos podíamos dar el lujo de que la Feria de las Naciones bancara los gastos fijos de COAS. Pero todo eso en pandemia fue mucho más difícil. Lo que se recolectó para la pandemia fue todo para la pandemia. Pero fue muy difícil que nos autorizaran a vender el remanente, que eran alrededor de 300 mil dólares. Hubo que instrumentar venderlo online, que era complicadísimo, y más porque teníamos el depósito en Tigre.
- ¿Sin poder organizar la feria COAS no se podía mantener?
- El último año hubo un tema clave: Feria de las Naciones funcionaba porque había un decreto nacional del Poder Ejecutivo, que se renovaba cada año con el presupuesto anual (para esta aprobación se necesitaban 140 firmas de distintas dependencias que lo avalaran), y nos daba una exención de impuestos aduaneros por un valor máximo de 850.000 dólares. Monedas para un presupuesto Nacional. Recién una vez que teníamos ese decreto podíamos importar la mercadería. Cuando nos acercamos a la Secretaría de Comercio, durante el gobierno de Alberto Fernández, logramos solo la autorización para vender online y nos aclararon que no podíamos importar más nada sin pagar aranceles. La principal fuente de ingreso era la feria, sin esa posibilidad COAS se terminó. No vamos a juzgar si estaba bien o mal, pero así fue. Nuestro fuerte era visualizar la urgencia y saltear la burocracia para ayudar con las faltas de material o aparatos en los hospitales. Fue tremendamente triste para todos nosotros. Y para los hospitales supongo que también. No era que les cambiábamos la vida, pero éramos una red de necesidad y urgencia.
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