José Christiano de Freitas Henriques Junior, conocido por su nombre artístico Christiano Junior, nació en las islas Azores en 1832. Emigró al Brasil en 1855 y se radicó en Maceió (Alagoas) en 1860. En 1862 se trasladó a Río de Janeiro donde montó estudios con distintos socios. En esa etapa tomó una serie de fotos de esclavos negros en formato carte de visite que eran de interés por su carácter exótico para la mirada europea. Su serie de enfermos de elefantiasis, y la de esclavos, constituyen lo más recordado de su paso por Brasil.
En 1866 se mudó a Mercedes, Uruguay, donde estuvo poco tiempo. Llegó a Buenos Aires en 1867 e instaló su estudio en Florida 159. Por la leyenda en el dorso de sus cartones fotográficos se sabe que explotó las casas de fotografía de los tres países, por lo menos hasta 1869. En 1871, Christiano participó en la Exposición Nacional de Córdoba, donde obtuvo la medalla de oro, lo que aumentó el prestigio de su estudio. Se mudó a Florida 160 (que pasó a ser luego Florida 208). Hacia 1872, o 1873, abrió una sucursal que llamó Fotografía de la Infancia, que primero estuvo en Artes 118 (entre Cuyo y Cangallo), y después del incendio del 8 de marzo de 1875, se trasladó a Victoria 296, y quedó a cargo de su hijo José Virginio.
En 1875 la Sociedad Rural Argentina realizó la primera exposición ganadera. Christiano Junior tomó desde entonces las fotos de los animales premiados y le obsequió un retrato al lápiz a su presidente José María Jurado. Fue fotógrafo de la entidad hasta 1878. Siempre puso interés en relacionarse con personas influyentes: Sarmiento, Mansilla, Luis Sáenz Peña y Adolfo Alsina posaron en su estudio.
En 1876, Christiano Junior ofreció en venta el primer "Álbum de vistas y costumbres de la República Argentina", con doce tomas de Buenos Aires y descripciones históricas en cuatro idiomas. Era la primera vez que se publicaba en el país ese tipo de álbum, y nadie volvió a hacerlo en el siglo XIX, excepto el propio Christiano. Los otros fotógrafos editaban sus imágenes con títulos breves, que muchas veces imprimían en el mismo negativo, lo cual permitía que los clientes eligieran las fotos del álbum que compraban. Como es difícil encontrar dos álbumes antiguos con las mismas fotos, puede deducirse que ese era el procedimiento más frecuente, y que había deliberado interés en hacer de cada volumen una pieza única. Los de Christiano, en cambio, eran todos iguales, con comentarios sobre el tema, a la manera de un fotorreportaje moderno. Otra característica particular es la selección de temas. Están adrede ausentes los tipos y costumbres rurales. En el prólogo, lo ratifica al asegurar que los fotógrafos que lo precedieron se ocuparon demasiado de las escenas de campo y dejaron de lado "aquellos signos inequívocos del progreso, que elevan sus cúpulas arrogantes en el centro de las ciudades", mientras sostiene que al completar su vasto plan, "la República Argentina no tendrá una piedra ni un árbol histórico desde el Atlántico á los Andes, que no se haya sometido al foco vivificador de la cámara oscura".
Una nueva etapa
Christiano Junior es el único de los profesionales de los albores de la fotografía que dejó testimonios escritos acerca de su vida. Sus iniciativas ambiciosas, y a veces desmesuradas, produjeron una obra documental admirable.
Cuando vendió su estudio a Alexander Witcomb en 1878, Christiano estaba en un momento exitoso de su carrera. Había recibido varios premios, tenía 46 años y un nombre bien ganado. Pero quería dejar Buenos Aires y viajar para hacer las tomas que precisaban los siguientes álbumes. Su plan era dedicarle uno a cada provincia. Así, en 1879 emprendió su viaje artístico por Rosario, Córdoba, Río Cuarto, Mendoza, San Juan, San Luis, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy, adonde llegó en 1883. En la mayoría de las ciudades montaba un estudio de retratos, casi siempre asociado a un fotógrafo local, mientas hacía las vistas para sus álbumes.
Hubo, en mayo de 1880, al menos un regreso a Europa. Volvió a Flores, su isla natal en las Azores, y se casó con Jacinta Fraga, la madre de sus hijos Augusto y José Virginio. Este último continuó con la labor fotográfica, estuvo a cargo del estudio de Mar del Plata, y le dio cinco nietos. Enrique, el segundo varón, también tuvo un breve paso por la fotografía.
Al regresar a la Argentina, Christiano Junior volvió al estudio que había abierto en Mendoza y que continuó hasta agosto de 1881. En julio anunció: "las personas que se interesen en comprar una colección perfecta de costumbres del país y vistas de las ruinas, plaza, alameda y otros puntos, como El Challao, Lagunita, etc, pueden recurrir a la Fotografía de Chistiano Junior". Los avisos en los diarios de distintas provincias –San Juan, San Luis, Catamarca, Santiago del Estero, Salta y Jujuy, entre otras– permiten seguirle el rastro hasta 1883, cuando se estableció en Tucumán. El 12 de junio compró unas 130 hectáreas en Arroyo Hondo, departamento de Monteros. No está claro qué se propuso producir en la finca, aunque es probable que se tratara de vino o fruta para licor, puesto que 15 años más tarde, en 1899, Christiano Junior publicó un Tratado práctico de vinicultura, destilería y licorería.
La sociedad con el fotógrafo local Eduardo A. Lecoq duró apenas hasta 1885, cuando en un aviso en el diario local El Orden, Lecoq anunció que estaba disuelta. Este fue el fin del desempeño fotográfico de Christiano Junior. Su aventura agrícola tampoco fue muy exitosa.
Hacia 1900, una nota en un diario correntino anunció que el fotógrafo "después de varios años de descanso, parece haber tomado nuevos bríos y resuelto hacer una gira artística por los principales centros de la provincia de Corrientes, comenzando en la capital". La gira no se realizó, pero se instaló en Corrientes en mayo de 1901, no como fotógrafo, sino como iluminador de retratos y agente de la casa Freitas y Castillo de Buenos Aires, uno de cuyos dueños era su hijo José Virginio.
Apenas llegó a Corrientes, comenzó a gestionar facilidades impositivas con las autoridades para la producción de vinos, aguardientes y dulces. Publicó ocho artículos en el diario La Provincia, algunos de los cuales ocuparon la primera página. En uno de ellos rememora la Buenos Aires de hace casi 40 años y la compara con la capital moderna de fin de siglo.
A mediados de 1902 viajó a Asunción del Paraguay. Murió en esa ciudad a finales de ese año. Más tarde, sus familiares trajeron sus restos y lo sepultaron en el cementerio de Olivos.
Abel Alexander y Luis Priamo
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