“Hace más de diez años que no daba notas”, recalca Chloé Bello (33) en el departamento de su amiga, la artista plástica Victoria Colmegna, donde se hospeda desde hace cuatro meses en Buenos Aires. Cansada de las críticas tras el ACV de Gustavo Cerati en 2010 (quien murió en septiembre de 2014), y después de pasar por un cuadro de estrés y depresión por el que llegó a estar internada en la Clínica Ineba, al año siguiente decidió irse a vivir al exterior para alejarse del foco de los medios. “Estuve muchos años como un fantasma, en los que incluso dejé de trabajar”, revela la última novia del músico, mientras recuerda el doloroso duelo tras la partida del gran amor de su vida.
–¿Qué fue lo que te hizo cambiar de opinión para dar esta entrevista?
–Con el tiempo fui sanando heridas, me fortalecí ante las críticas y tengo cosas lindas para contar relacionadas con mi carrera como actriz. Recién hace unas semanas terminé de grabar mi debut en una serie, Limbo, que se va a poder ver por Disney Plus. Es con un elenco internacional en el que soy la única argentina junto a Mike Amigorena.
–¿Qué hiciste durante estos años en los que no se supo mucho de vos?
–Viajé un montón. Estuve estudiando actuación, primero en Los Ángeles en Stella Adler Studio, en donde se formó Marlon Brando; y después en Nueva York en el estudio de Alan Gordon. Era uno de mis sueños, y lo logré. Tuve la posibilidad de hacer un corto con el director Abel Ferrara –en 2019–, y también conocí al director Oliver Stone, con el que iba a hacer mi debut cinematográfico en una película protagonizada por Benicio del Toro, pero lamentablemente el proyecto se cayó y no sucedió. Fue un bajón, pero a Oliver le gustó mi feedback del guión, porque no tengo mucho filtro y soy bastante honesta, y me empezó a mandar más guiones para que le diera mi opinión. Eso me hizo meterme aún más en este fascinante mundo que, como todo, también tiene su parte negativa.
–¿Qué le ves de malo?
–Todo es de plástico… Las miradas, las sorpresas y las conversaciones son muy falsas. Hollywood es un mundo de mentiras que se proyecta como una perfección a la que todos aspiran, pero cuando lo ves de cerca te desencantás.
–¿Te pasó lo mismo con el mundo de la moda?
–Sí, totalmente. La moda tiene grandes ventajas, como viajar y conocer un montón de lugares que tal vez ni sabías que estaban en el mapa, te hacés amigos por el mundo, te regalan ropa y maquillaje. Pero si yo tuviera hijos, no sé si me gustaría que se dedicaran al modelaje. Con el tiempo entendí por qué mamá (la ex modelo Nora Portela) quería que terminara el colegio antes de comenzar a trabajar. Es un mundo muy glamoroso, pero delirante. Me acuerdo en París, a los 18 años, cuando me pidieron que bajara cinco kilos para un desfile… ¡y yo ya era un palo! Mamá me dijo que me volviera inmediatamente, que saliera de ese horror. Se veían situaciones espantosas, de chicas que medían todo lo que comían y que dejaban de menstruar por el bajo peso. Por suerte nunca caí en eso porque mamá siempre me dio mucha seguridad, pero sí quemé varias etapas por arrancar a trabajar de chica.
–¿Sufriste el prejuicio de la modelo que se inicia en la actuación?
–Sí, el prejuicio siempre está. Todo el mundo juzga, pero si le prestás atención nunca vas a hacer nada porque es más fácil hablar mal que bien de alguien. Igualmente no nací queriendo ser modelo, siempre quise actuar pero cuando terminé el colegio quería ser independiente y ganar plata rápido y el modelaje fue la mejor opción. De chica era fanática de los musicales y el Mago de Oz.
“MI ESTILO DE VIDA SIEMPRE FUE DE NO APEGARSE NI ARRAIGARSE A NADA”
–¿Cómo te llevás con el estilo de vida nómade?
–Estoy habituada, desde el colegio. Yo iba al Lincoln, de La Lucila, y tenía muchos compañeros hijos de diplomáticos que tal vez estaban dos años y se iban. Y las relaciones que creaba nunca eran duraderas. Me pasó lo mismo con el trabajo. Por ahí conocía a gente que me caía bárbaro, pero que después no volvía a ver nunca más. Mi estilo de vida siempre fue de no apegarse ni arraigarse a nada.
–¿Dónde te sentís como en casa?
–Mi base siempre estuvo en Madrid, que es donde más tiempo estoy durante el año. Y tengo casa en Miami. También me gusta mucho ir a Asia. En Tailandia me desconecto por completo. A la Argentina venía una vez al año, como máximo dos semanas, ¡y ya estoy hace cuatro meses! Ni yo lo puedo creer, pero siento que estoy amigada con Buenos Aires. Aunque creo que mi espacio de útero sería un avión.
"Ahora que estoy más grande me dan ganas de quedarme un poco quieta. El tema es que me cuesta decidir dónde, sobre todo por cómo está el mundo"
“PRIMERO LIBERTAD, Y DESPUÉS AMOR”
–¿Es verdad que estás saliendo con el director publicitario Milton Kremer?
–Sí, pero es reciente y preferiría no hablar de mi vida privada.
–¿La vida nómade te trae dificultades a la hora de estar en pareja?
–No, porque suelo estar con gente que tiene mi mismo estilo de vida. Estuve muchos años en pareja y esta persona viajaba igual que yo [se refiere a su ex novio, Nicolás Barlaro, productor del festival de música electrónica Ultra Music con el que estuvo nueve años con idas y vueltas, y que anteriormente fue pareja de Florencia Macri]. Creo que para mí sería inviable estar con una persona que está muy anclada a un lugar. Primero libertad, y después amor.
"No me gusta revolver el pasado, porque la pose de víctima eterna sólo hace que te aferres aún más al dolor"
–¿Nunca sentiste la necesidad o el deseo de echar raíces en un lugar?
–Ahora que estoy más grande me dan ganas de quedarme un poco quieta. El tema es que me cuesta decidir dónde, sobre todo por cómo está el mundo. Antes de la pandemia venía teniendo pesadillas apocalípticas, que me despertaban asustada en el medio de la noche. Siento que la tierra nos está echando. Y eso reafirmó mi idea de echar raíces cerca de la naturaleza, en un espacio grande, con mucho verde, agua, animales y alejado de la ciudad. Las veces que estuve lejos, me puse en perspectiva de la vida en la ciudad, en la que nos autoimponemos tantas presiones: ser exitosos, tener dinero, ser flacos y jóvenes.
–¿Cómo te tomás esas presiones?
–Cuando era más chica me pesaban, pero ya no. No necesito excesos materiales para ser feliz. Tengo 33 años, pero por todo lo que viví podría tener 70. Hoy tengo un nuevo mundo interior, que vino con el correr del tiempo. Busco conocerme un poco más todos los días. Tuve varios terapeutas y me peleé con todos. No me gusta revolver el pasado, porque la pose de víctima eterna sólo hace que te aferres aún más al dolor. Ahora estoy haciendo una terapia con Silvina Pozzo, que es counselor y psicodramatista. También empecé a meditar, todas las mañanas y las noches, y hago yoga.
–Hace muchos años dijiste que soñabas con ocupar el lugar de Susana, ¿lo seguís deseando?
–[Risas]. Me encanta Susana porque es natural, no teme equivocarse o ser políticamente incorrecta y se ríe de sí misma, y justamente por todo eso me siento muy identificada. No sé si me imagino como su sucesora, pero me divertiría hacer lo que ella hace porque me gusta entretener. Aunque muchos me vean introvertida o mala onda, ¡me encanta el show! Mi sueño de toda la vida siempre fue ser actriz, y también me gustaría, al igual que mi mamá, vivir con animales rescatados y darles un hogar.
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