Chesterfield: conocé la historia del sofá más vendido
Reproducido hasta el cansancio, el legítimo Chesterfield nacido en el siglo XVIII es algo más que capitoné y cuero curtido; desde Inglaterra, hablan los que saben y nos cuentan su leyenda
Como en tantos casos que no han sido debidamente documentados, al origen del Chesterfield se le han atribuido diversas versiones. La más aceptada es la que tiene como protagonista al 4º Conde de Chesterfield, el estadista y diplomático británico Philip Dormer Stanhope (1694–1773). Una vez estrenado su título, habría citado a un ebanista para que le confeccionara un sofá capaz de mantener a los caballeros prolijamente erguidos: la imagen de hombres vestidos de etiqueta, encorvados y deslizándose de a poco por el respaldo le resultaba de mal gusto. ¿Cómo corregir, entonces, su postura? Haciendo el respaldo y los brazos a la misma altura. Entre los requisitos solicitados por el encubierto experto en moda y tendencias, figuraba un cuerpo duro y robusto, atributos que muchos le reprocharían y asociarían a la incomodidad.
El legado de Philip
El Chesterfield habría adquirido su popularidad gracias al diplomático Solomon Dayrolles, quien heredara el sofá una vez fallecido su padrino, el Conde. Dice la leyenda que desde su lecho de muerte, Philip le ordenó a su criado: "Give Mr. Dayrolls a chair". Esta expresión generó en una confusión: ¿qué debía hacer el criado? ¿Tenía que invitarlo a sentarse o darle la butaca como un presente? Decidió que el regalo era lo más adecuado: Solomon se llevó el Chesterfield que, exhibido en su propia casa, inició una eufórica demanda por parte de sus visitantes. Así, de los salones nobles, las casas aristocráticas y los clubes de caballeros, el sofá comenzó a ser una pieza deseada por los nuevos ricos y fue abriendo su selecto repertorio de exposición. Para entonces, el género de moda era el terciopelo y su confección demandaba entre 60 y 100 horas de trabajo manual, dependiendo de la medida.
Paul Fleming, cuarta generación de fabricantes de muebles de Fleming & Howland -la marca que tiene los derechos de producción sobre el diseño del sofá-, dice que esta versión es una historia de souvenir. Pese a que distintos integrantes de su familia han intentado develar el verdadero origen del Chesterfield, ninguno tuvo éxito. Lo que sí puede confirmar Fleming es que los botones fueron aplicados para que el sofá fuera incómodo: como los dueños de casa solían recibir a muchas personas para tener una audiencia, el accesorio los invitaba a retirarse durante la espera por la molestia ocasionada en sus espaldas. Así, los botones despejaban un poco las agitadas agendas de los nobles.
La cofradía Howland
Fleming & Howland fue fundada por el zapatero Solomon Howland en 1780: fue él mismo quien inició el negocio de confección y tapizado de sillas y sillones. Desde entonces, el tradicional modo de ejercer el oficio ha destacado a la compañía, ganándose el respecto de sus colegas británicos y de todo el mundo: "El delantal del tapicero, el martillo, las medidas y, sobre todo, las manos juegan un papel importante en la artesanía. Sin la habilidad y las herramientas del oficio, no hay sustancia ni valor". Como la continuidad en la confección del legítimo Chesterfield forma parte del decálogo secreto de Fleming & Howland, todos los años invierten en programas de formación para aprendices jóvenes interesados en el patrimonio de este clásico inglés.
La anatomía del Chesterfield
En Fleming & Howland han desarrollado una suerte de manual para contar el paso a paso de la fabricación del sillón. En el capítulo uno repasan los materiales: soga de varias hebras cuya composición es una mezcla de fibras naturales (algodón, yute, cáñamo y coco); madera cortada en más de 30 formatos y tamaños para construir la estructura; más de 1000 piezas de metal, entre clavos, ganchos, tachas y botones; cintas de arpillera que son entramadas en las distintas capas del marco del sofá; espuma para el relleno (en siglo XIX se utilizaba pelo de caballo por su durabilidad, pero con el tiempo perdía humedad, provocando sonidos cada vez que alguien se sentaba) y resortes espiralados, que se tejen entre sí con soga para mantenerlos tensos y unidos.
En el capítulo dos se repasan las herramientas que necesitará el tapicero. Entre ellas están las tizas de colores conocidas como "crayones de sastre", que se usan para demarcar sobre los paños textiles la moldería de los almohadones, los brazos, las terminaciones, etc. Las tijeras de podar también forman parte del ajuar del tapicero: siempre bien afiladas, permiten cortar todo tipo de material rígido y pesado. El martillo para tachas es otro de los imprescindibles durante el proceso, ya que tanto en la estructura de la madera como sobre el tapizado se aplican miles de piezas de metal funcionales y decorativas. La lista sigue pero la herramienta que consideran más relevante son las propias manos del artesano: "Aún con la tecnología de hoy, nada supera la habilidad del maestro".
El capítulo tres narra el armado, que comienza con la construcción del cuerpo del sofá, fabricado en haya, abedul o caoba. Además de proveer el soporte y la fuerza para el resto de la pieza, determina su forma: Fleming & Howland posee 300 variaciones sobre el diseño original del Chesterfield. El corte y plegado de las telas y los cueros es otra de las etapas del armado: la técnica del deep buttoning, algo así como el abotonado profundo, se utilizaba hace 200 años para mantener el pelo de caballo del relleno bien embutido entre los pliegues de la tela. Actualmente es un detalle estético que hace a la identidad del sillón: sólo se logra a mano y es la etapa más compleja del armado, debido a la presión que hay que generar para que el cuero quede firme y tirante. "La habilidad para leer al material correctamente viene con años de sabiduría y experiencia", sostienen desde la compañía. Más que preocupados en descubrir los pasados del Chesterfield, se muestran comprometidos en garantizar su futuro.
La versión inflable
Para que ningún evento al aire libre se quede sin la sofisticada presencia del Chesterfield, la empresa holandesa Blofield lo desarrolló en formato inflable con el diseño de Jeroen van de Kant: "El Big Blo va a hacer que vos, tus abuelos y tus amigos hipsters sonrían", prometen. Confeccionado en PVC, tiene terminación a prueba de rayos UV y protección en vinilo. Se pueden conseguir en uno, dos y tres cuerpos en colores blanco, negro o rojo.
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