Charlie Hebdo, la vida después
Gérard Biard, editor general del semanario, le cuenta a La Nación revista cómo siguen adelante tras el atentado y dice que la sátira y las ilustraciones siempre van a ofender a alguien. “La blasfemia es el medio para criticar al poder”
El 7 de enero último, Gérard Biard estaba de vacaciones en Londres cuando un colaborador de Charlie Hebdo lo llamó y le dijo: "Sé que no estás en París, tenés que saber que hubo un tiroteo, hay algunos muertos y otros heridos". Biard es editor del semanario hace diez años y en ese momento quedó paralizado. Su teléfono sonaba histérico y él no tenía más información. Unos minutos antes ni siquiera tenía idea de lo que estaba pasando. Cuando logró reaccionar se tomó un taxi a la embajada francesa y esa misma tarde voló a París. Ese 7 de enero, pasadas las 11 de la mañana, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi irrumpieron en la redacción en medio de una reunión de sumario, y empezaron a disparar a quemarropa con fusiles Kalashnikov (AK-47). Algunos periodistas no tuvieron tiempo de reaccionar, otros se protegían debajo de las mesas.
Charlie Hebdo es una revista emblema de la sátira francesa. Fue sucesora a la revista Hara Kiri Hebdo que el gobierno francés prohibió en 1970 luego de que se mofara de la muerte de Charles de Gaulle. Charlie Hebdo dejó de publicarse en 1981 y retomó el trabajo en 1992, desde ese momento, ininterrumpidamente. Desde siempre, el semanario publica ilustraciones que suelen ofender a los políticos y las religiones. La líder de derecha del Frente Nacional, Marine Le Pen, demandó a la revista por las caricaturas que publican de ella. Cuando se hizo público el affaire del actual presidente socialista François Hollande, Charlie Hebdo publicó una caricatura del mandatario con el cierre del pantalón abierto y el miembro afuera. Otras tapas polémicas incluyen dibujos de cardenales en ronda semidesnudos con el título El lobby gay del cónclave o más recientemente, cuando se encontraron los restos del avión de Malasia, la tapa advertía: Encontraron al piloto y a la azafata, y la ilustración era un par de manos que pertenecían a un hombre, con la mangas del uniforme de un piloto aéreo, agarrando los pezones de una mujer (la azafata).
Antes del atentado que resonó en todo el mundo y que convocó a una marcha de casi cuatro millones de personas en París, bajo el eslogan Je suis Charlie (Soy Charlie), Charlie Hebdo ya había padecido ataques. "Habíamos recibido amenazas y nuestras oficinas habían sido quemadas en 2011. Pero vivimos en Francia, en democracia, no estamos en guerra, sólo somos caricaturistas y periodistas trabajando en un país en paz. Así que en ese momento no parecía real", le cuenta Gérard Biard a La Nación revista por teléfono desde la redacción de Charlie Hebdo.
A casi ocho meses del asesinato de diez miembros de la revista y de dos policías, la vieja redacción está clausurada. Gérard Biard y su equipo trabajan en la redacción del diario Libération y Biard se mueve escoltado por dos guardias desde que sale de su casa.
Antes del 7 de enero, ¿cómo era el clima de trabajo en la revista ya habiendo recibido amenazas? ¿Se debatía si había imágenes que eran mejor evitar?
Sí, veníamos debatiendo. Pero siempre consideramos que publicar caricaturas es parte de nuestro derecho a la libertad de expresión, y no es sólo una cuestión francesa, sino que es global. No podemos permitir que este chantaje… ¡porque esto es chantaje! El derecho a la blasfemia existe y está amparado por la ley en Francia. Y nosotros decidimos qué caricaturas publicamos de acuerdo con la ley francesa. El problema acá no es religioso, es un problema político porque esto es una pelea entre la democracia y el totalitarismo. No podemos permitir que ejerciendo violencia otras personas u otros estados nos digan cómo vivir la religión, que para nosotros es un tema diferente. La mayoría de las personas que trabajan en Charlie Hebdo son ateas y, por sobre todo, creemos en el secularismo, lo que llamamos lacïté, un fundamento esencial para nosotros.
Una semana después del atentado, Charlie Hebdo publicó el siguiente número. ¿Cómo lograron seguir? La mayoría de tus colegas ya no estaban o seguían hospitalizados...
Fue muy difícil, pero para nosotros era impensable no hacerlo porque hubiera significado que esta masacre habría valido, y hubiera sido un mensaje que no queríamos dar. Estas personas utilizan la violencia, y si nosotros paráramos de hacer nuestro trabajo y respondiéramos a los que ellos exigen mediante la violencia, significaría ceder y de alguna manera legitimaríamos su violencia. Así que no fue un debate salir con el siguiente número. Teníamos que hacerlo por nosotros y por nuestros compañeros que estaban muertos. Después de ese número sí debatimos por cuántas semanas íbamos a parar y tomarnos un tiempo. Algunos no querían frenar ni siquiera una semana, otros querían tomarse seis meses. Decidimos frenar por cinco semanas y hacer una pausa. Después de esas cinco semanas, volvimos.
La siguiente tapa a la del atentado representaba a Mahoma con un cartel que decía tout est pardonné (todo está perdonado). ¿Qué les interesó expresar?
Creo que la persona indicada para responder eso sería Luz [Rénald Luzier es dibujante en el semanario y en septiembre va a dejar de trabajar allí]. Personalmente, estuve muy de acuerdo y me gustó mucho porque creo que es una buena respuesta, después de todo es un mensaje de amor que puede tener varias interpretaciones, y por sobre todo no es un mensaje de odio, de venganza o de bronca.
Hay mucho poder en el uso de la sátira y de la imagen para construir un mensaje.
Es el poder del humor, de la risa, que son herramientas efectivas y poderosas. Todos los dictadores le temen a la risa y combaten el ridículo, es su forma de decirnos: "Ustedes no son serios y son pura basura".
Francia tiene una larga tradición en la sátira periodística desde las parodias ilustradas de María Antonieta antes de la Revolución. ¿Cuál es la razón de ser de Charlie Hebdo hoy? ¿Cambió en algo su rumbo desde enero?
Para nosotros no cambió. Lo que sí cambió es que nos convertimos en esta especie de símbolo de la libertad de expresión, de conciencia, de dibujar lo que queremos, de la libertad de prensa. Pero no es nuestro trabajo ser este símbolo. Quizá mucha gente en el mundo se siente identificada con las ideas que Charlie representa y piensan que nosotros ahora encarnamos esas ideas, pero nos excede. El derecho a todas estas libertades es de todos: el derecho a decir, blasfemar, expresar, criticar, dibujar... Incluso aunque no sepas dibujar. Estos derechos son universales. Para nosotros, la blasfemia es el medio por el cual podemos criticar al poder, incluso los creyentes son personas que pueden blasfemar. Yo soy mitad italiano, Italia es un país muy religioso, ¡y los italianos maldecimos todo el día! Entonces, es una forma de contestar a ese poder y es algo humano querer contestarle al poder. No significa que uno no reconozca o acepte el poder, pero es parte de lo que es ser humano y parte de nuestra conciencia. Y también pienso en la gente como yo alrededor del mundo que somos ateos, ni siquiera somos blasfemos, porque para poder ejercer la blasfemia uno tiene que creer en lo que está insultando o parodiando.
Hace un par de semanas, Laurent Sourisseau (Riss) declaró que Charlie Hebdo no iba a publicar más imágenes de Mahoma, ¿es así? ¿No significaría esto dar un paso atrás?
Esto no es así, salió publicado en un diario alemán luego de una entrevista hecha en francés y traducida erróneamente. Lo que Riss quiso decir es que no podemos ser los únicos publicando estas imágenes. A toda la gente que se identifica con Je suis Charlie: ¡es momento de ser, de ejercerlo! No podemos ser los únicos en el mundo en publicar imágenes de Mahoma, porque además eso es lo que nos convierte en target, y aunque lo asumamos, ya claramente no hay dudas, no puede ser así.
Hay una situación compleja de integración cultural de inmigrantes musulmanes, entre otros, provenientes de ex colonias francesas. ¿Alguna vez pensaron en que estaban ofendiendo o discriminando deliberadamente? ¿Que parodiarlos a ellos no es parodiar a los poderosos?
Por supuesto que nuestra intención no es ofender deliberadamente a inmigrantes por el hecho de ser inmigrantes. Charlie Hebdo es históricamente un semanario antirracista que pelea contra la extrema derecha. El problema en Francia es político, no religioso. Estas comunidades no son discriminadas porque vinieron de otro país, hay una historia de colonialismo con el país de donde vienen, y en Francia no se puede definir a la gente por su religión. A una persona no la define su religión, la define su civismo. Los que piensan que discriminamos a estas comunidades opinan que debieran tener derechos especiales y no es así, porque no es democracia, tienen que tener derechos comunes. Nosotros somos universalistas y creemos que los derechos humanos son para todos y, sobre todo, que las primeras víctimas de lo que peleamos, que es el islamismo, son los propios musulmanes. Por otra parte, la sátira y las ilustraciones siempre van a ofender a alguien, yo mismo a veces me siento ofendido por publicidades que veo en la vía publica, pero no mato a nadie. En la era de Internet, tenés que saber que lo que se publica acá, en París, puede verse del otro lado del mundo, pero si pensás así no podés publicar nada porque siempre va a haber alguien que se ofenda. Por ejemplo, no podrías publicar nada en contra de la pena de muerte porque hay muchos norteamericanos de acuerdo con la pena de muerte que se ofenderían.
El tema es que empieza a conformarse una paradoja de censura. Los periodistas la autoejercen para no ofender o evitar amenazas, y los gobiernos, que parecieran entrar en pánico ante la supuesta exigencia colectiva de seguridad, sancionan leyes que legitiman el poder de vigilancia del Estado. Esto mismo se está tratando en Francia ahora. Entonces la libertad de expresión está puesta en jaque y empieza a restringirse en nombre de la libertad misma.
Es uno de los temas principales de las democracias en el mundo. Porque para los terroristas pareciera un objetivo que las democracias entreguen sus valores fundantes como la libertad de expresión. La dificultad principal para un gobierno es encontrar la forma correcta de ofrecerles a los ciudadanos sentirse seguros, y también la forma correcta de dar pelea con la postura de esta gente. Y eso es muy difícil porque el peligro reside en que hay muchas democracias que empiezan a entregar sus propios fundamentos con tal de presentar algún tipo de acción. Esto es lo que no tiene que pasar. Respecto de esta ley que trata la Asamblea Nacional, no es en nombre de Charlie Hebdo, ¡no nos vamos prestar a eso!
¿Cuáles son los mayores desafíos de Charlie hoy?
La mayor dificultad es encontrar dibujantes. Teníamos a los mejores. Y el nivel era altísimo, ni siquiera tomábamos conciencia de eso. Hoy recibimos miles de bocetos y publicamos realmente muy pocos, porque no encontramos los que queremos, no podemos publicarlos.
Personalmente, ¿tenés miedo?
No, pero yo no estaba acá ese día. Entonces podría decir que es diferente para mí. No tengo miedo, tengo mucha bronca, pero no tengo miedo.
Y tristeza, me imagino.
Y tristeza, por supuesto, pero no quiero hablar de tristeza, no puedo.
Después del ataque, las suscripciones aumentaron y fueron traducidos a diferentes idiomas. Incluso, el número de los sobrevivientes vendió más de siete millones de ejemplares. ¿Cuál es su situación ahora?
Claro que no tenemos la misma cantidad de suscripciones como la semana siguiente al atentado. Igual, siempre tuvimos un alto número de suscripciones, y ahora la gente quiere apoyarnos y valora nuestro trabajo, pero vender dos millones de ejemplares cada semana es imposible.
Entonces, vas a seguir trabajando en Charlie, ¿no pensás renunciar?
No, acá seguiré.