Chantaje emocional: los tres tipos de manipuladores que existen y cómo enfrentarlos
El temor nos hace más propensos a dejarnos influenciar por los demás; es fundamental trabajar en nosotros mismos para disminuir esta emoción
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Algunas personas han desarrollado el hábito de chantajear emocionalmente a los demás. Para ser capaces de reconocer cuándo sucede esto, te invito a analizar tres tipos de manipuladores con los que podemos toparnos a diario:
1. El castigador
Esta persona acciona con su enojo o su furia. Expresa frases tales como: “Si vos no hacés lo que yo te digo, te voy a castigar… te voy a pegar… te voy a maltratar… me voy a separar”. Busca que el otro obedezca sin cuestionar nada. Y, de a poco, va podando su estima para que simplemente sea alguien que acate las órdenes, los imperativos, las presiones del castigador. Utiliza la emoción de la ira para lograr su objetivo.
2. La víctima
En este caso, el chantajeador expresa, por ejemplo: “Hacía mucho tiempo que no me llamabas, ¿y ahora me preguntás como estoy? ¿Yo te hice algo a vos? ¿Por qué me abandonaste?”. En el fondo, aquel que se victimiza está en búsqueda de protección. Por eso, demanda y manipula: “Dame… Estoy mal… No te preocupes por mí; yo voy a estar bien”. Utiliza el dolor para generar culpa porque, en realidad, se siente desprotegido y desea que el otro esté cerca y le brinde su cuidado y su asistencia.
3. El seductor
En este caso, el chantaje tiene lugar a través de promesas. La persona utiliza la emoción de la alegría para manipular: “Yo te voy a dar esto… Yo te voy a dar aquello... Yo te voy a dar lo otro”. De esta manera, provoca un entusiasmo muy grande en el otro. Sin embargo, ¿qué persigue? El canje. Es decir: “Te voy a dar lo que te prometí, solamente si vos…”. Hay un interés oculto en la relación.
Por qué alguien puede llegar a caer en las garras de estas tres clases de manipulador
En el caso del castigador, debido al miedo a sufrir las consecuencias de la desobediencia; es decir, a lo que podría llegar a hacerle esa persona si no obedece. En el caso de la víctima, a causa del miedo (en este caso generado por la culpa) a que a esa persona que percibe indefensa le suceda algo malo; o, incluso, a estar uno mismo actuando mal. Y, finalmente, con el seductor, también es debido al miedo a que, si no está dispuesto al canje, nunca obtendrá esas grandes promesas con las que se ilusionó.
Todos tenemos algún temor escondido. Es por ello que es fundamental trabajar en nosotros mismos para disminuir esta emoción, no ser dominados por ella y vivir libres de la gente. Además, debemos recordar que cada ser humano posee la capacidad innata de darse a sí mismo lo que necesita y, en un vínculo sano, ambas partes dan por el gusto de dar, sin esperar nada a cambio. Porque ambos son libres y autosuficientes.
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