Si jugar sin hinchas debe ser para los futbolistas como bailar sin música, un fútbol sin canciones sería tan inconcluso como un recital sin volumen. Las hinchadas argentinas tienen un largo recorrido en los himnos de tribunas, desde aquel comienzo inocente de la década del 40 en el que los de Atlanta gritaban: "Tira la piola/tira el piolín/centro de Lapresa/gol de Agnolín", los de Boca respondían con: "Yo te daré/te daré niña hermosa/te daré una cosa/una cosa que empieza con B/¡Boyé!", y los de River la seguían con un tema dedicado a un joven Alfredo Di Stéfano, algunos años de que hiciera leyenda en el Real Madrid: "¡Socorro!/¡Socorro!/que ahí viene la Saeta/con su propulsión a chorro".
Son canciones tan divertidas que podríamos seguir. En uno de los episodios inaugurales de la Guerra Fría, el conflicto de Corea entre 1950 y 1953, la hinchada ya conocida como el jugador Número 12 demostraba estar informada del panorama internacional y coreaba: "¡Vea, Vea, Vea!/vea y no lo crea/que a Boca no lo paran/ni los tanques de Corea".
El compositor Tony Britten - fanático del rugby - se inspiró en "Zadok el Obispo", el tema con el que el alemnán Georg Händel celebró en 1727 la coronación de Jorge II como rey de Gran Bretaña.
Cincuenta años después, la canción de fútbol más global no pertenece a ninguna hinchada sino a un torneo de clubes. De hecho, su nombre remite directamente a la competición: Champions League. Es esa música que tarareamos sin entender bien qué dice la letra, salvo la palabra "Champiooons", y que suena en los estadios europeos antes de cada partido del máximo torneo de clubes y que las cadenas de televisión que pagaron los derechos deben hacer sonar al comienzo y al final de cada transmisión.
Pero lejos de aburrir o de pasar inadvertida, el himno de la Champions es una que sabemos todos: las cámaras han mostrado a Cristiano Ronaldo cantándola. Acaso porque parece una canción de templos góticos -y los estadios son las catedrales modernas-, su solemnidad también resulta inspiradora: uno de los delanteros del Real Madrid, el galés Gareth Bale, dijo que se prometió llegar a lo más alto de Europa cuando era niño y se emocionó con esa melodía cuya letra respeta los tres idiomas oficiales de la UEFA, inglés, francés y alemán, y básicamente dice: "Estos son los mejores equipos/el evento principal/los maestros/los mejores/una gran reunión/ellos son los campeones".
Es gracioso lo que pasó con su autor, el británico Tony Britten. El tipo –que ahora trabaja como compositor en la orquesta de Cámara de Londres– ya tenía una carrera cuando fue convocado por la UEFA para hacer el himno del torneo, en 1992. De hecho solía jactarse (con razón) de haber trabajado para Sir Cameron Mackintosh, el más influyente productor teatral del mundo según el New York Times, el escocés detrás de Los miserables, El fantasma de la ópera, Mary Poppins y Cats. Como los encargados de marketing de la UEFA le sugirieron que apelara a la música clásica para repetir el impacto de Los Tres Tenores en el Mundial de Italia 90 y de la diva de la ópera –Montserrat Caballé– en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, Britten se fue hasta comienzos del siglo VIII y en un par de días –no tardó más que eso– adaptó una compilación de himnos del alemán Georg Händel, figura cumbre de la música barroca.
La letra respeta los tres idiomas oficiales de la UEFA, inglés, francés y alemán, y básicamente dice: "Estos son los mejores equipos/el evento principal/los maestros/los mejores/una gran reunión/ellos son los campeones"
El compositor de "Champions League" se inspiró en "Zadok el Obispo", el tema con el que Händel celebró en 1727 la coronación de Jorge II como rey de Gran Bretaña. Su letra monárquica ("Qué viva el rey/Dios salve al Rey/Amen/Aleluya") derivó en una oda a los reyes del fútbol. De la grabación se encargó la Orquesta Filarmónica de Londres con el coro de la Academia de St. Martin in the Fields y Britten –cuyo deporte favorito es el rugby– que pareció olvidarse de esa simple canción por encargo, sin tener en cuenta que el fútbol estaba por explotar comercialmente y que el campeonato se convertiría en algo así como un Mundial de clubes anual, el espectáculo cuya final de 2018 (Liverpool-Real Madrid) fue vista en directo por 350 millones de espectadores.
En 2013, Britten tuvo un accidente por el que debió ser trasladado en ambulancia. Para hacer más ameno el viaje, el médico le preguntó al herido, que estaba dolorido, a qué se dedicaba. "Hago música de películas", le respondió, pero su interlocutor no conocía ninguna de las que citó. "Y también compongo", agregó Britten. "¿Algo que yo haya escuchado?", se tiró el lance el clínico. "El himno de la Champions", dijo Britten, y es fácil imaginarse a los encargados de la ambulancia empezar a tararear esa canción que volveremos a escuchar infinididad de veces –y nunca nos cansará– antes, durante y después del 1° de junio, cuando Liverpool y Tottenham definan el mejor torneo de clubes del mundo con una canción aún superior.