A sus 70 años recién cumplidos, Cesar “Banana” Pueyrredón recuerda las anécdotas más graciosas, emocionantes y, también, bizarras que vivió, y aún vive, arriba y abajo del escenario.
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“Conociéndote, co-no-cién-do-te…”, canta un mozo de La Biela mientras se acerca con su bandeja a la mesa de César Banana Pueyrredón. El cantante y compositor sonríe. “Si no habrás apretado con esa canción”, le retruca. “Puff, ¡ni te imaginás! Las veces que te fui a ver en Pinar de Rocha...-contesta él, entre risas, mientras deja la cuenta y se aleja.
-¿Esto pasa seguido?
-Sí, todo el tiempo -dice él, con una sonrisa.
No exagera. Minutos más tarde, cuando cruce por el umbral de la cafetería y desemboque en la calle Junín, los saludos de los transeúntes se volverán moneda corriente. Un joven admirador se acercará a felicitarlo, y al rato, una señora le lanzará besos a la distancia, mientras él posa frente al fotógrafo, con sus chupines de jean, una bufanda más bien decorativa y unos zapatos de cuero bien lustrados.
Es posible que ninguno de ellos conozca la razón detrás de la nota: hoy, 7 de julio, el cantautor de muchas de las baladas románticas más conocidas de Latinoamérica cumple 70 años. El cumpleañero no parece asustado por ese número. Todo lo contrario: dice encontrarse en una gran etapa, tanto personal como musical, si es que las dos fases pueden separarse. “Estoy cantando bárbaro. El caudal de mi voz está como nunca. Justo hoy la tengo un poco raspada porque canté el sábado y el domingo en fiestas privadas. Pero yo creo que, si sigo así, bien de salud, voy a estar cantando hasta los 90″, dice.
Desde La Biela, la cafetería que le recuerda a Facundo Cabral, porque allí los dos se juntaban a charlar de la vida, Cesar “Banana” recuerda las anécdotas más graciosas, emocionantes y, también, bizarras que vivió, y aún vive, arriba y abajo del escenario.
-Tus canciones seguramente marcaron la vida de muchas personas. ¿La gente te lo dice?
-Sí, todo el tiempo. Hay tipos que no me cobran el viaje en taxi. “No, cómo te voy a cobrar, si gracias a vos estoy casado”, me dijo un taxista una vez. “Era mi amiga del barrio y no sabía cómo decirle que estaba enamorado, y cuando sacaste ‘No quiero ser más tu amigo’, le compré el disco y le dije que escuchara tal canción, porque yo no me animaba a decírselo”. De esas historias hay miles. Una vez, lo vi yo mismo: el dueño del boliche donde iba a tocar me dijo: ‘Va a venir mi ex, hace cinco años que estoy separado, ¿le podés dedicar una canción?’. Le dediqué ‘Nada podrá hacerme olvidar’, y al final del show vinieron los dos de la mano. Y él dijo: ‘cantaste esa canción, nos miramos, nos corrió una electricidad por el cuerpo y decidimos probar de nuevo’. Evidentemente había algo entre los dos que todavía quedaba vivo, y la canción disparó eso”.
César Honorio Pueyrredón (su verdadero nombre) compuso su primera canción a los 10 años. Era una canción de amor, dedicada a su compañera de banco del Colegio Bayard. “La canción se llamaba ‘Dile a ella que la quiero’. Yo era muy muy tímido. De ahí, el nombre de la canción: no le digo yo que la quiero, se lo dice otro”, explica. El menor de ocho hermanos todavía recuerda su primer acercamiento a la música, a los nueve, cuando un piano llegó a su casa de la infancia, en Palermo Chico. “Uno de mis hermanos mayores tomaba clases con una profesora y yo los espiaba. Me fascinaba. Después, tocaba de oído lo que él había aprendido. Cuando mi vieja se dio cuenta, le pidió a la profesora que me enseñara a mí también”, recuerda.
Al poco tiempo, el pequeño músico no solo componía canciones para las chicas que le gustaban, sino también para las novias de sus amigos. “Tenía 11 años y hacía canciones de amor por encargo” -recuerda, entre risas-. A través de lo artístico, yo me liberaba, rompía con mi timidez. La música me ayudaba a salir de mí, me hacía canalizar ese mundo interno”.
Junto a algunos de sus hermanos, César formó su primera banda. Al volver de Canadá, donde vivió un año junto a su familia porque su padre fue embajador argentino en aquel país, creó su segunda banda, que derivó en una tercera, y finalmente, en Banana, grupo emblema de los ‘70, donde también tocaban su hermano Daniel, su primo Alejandro Giordano, Jorge “Griego” Scoufalos y Toro Martínez.
“A los 16 ya sabía que me iba a dedicar a la música. Ese verano, tocamos todas las noches en un boliche de Mar del Plata. Tocábamos en serio y cobrábamos. Entraba la policía buscando menores y con el batero, que también tenía mi edad, nos escondíamos detrás de la barra para zafar”, recuerda. Un año después, la historia de Banana dio un giro inesperado cuando César compuso el primer gran éxito de la banda, “Facundo ha llegado al mundo” (1969), dedicada a su sobrino recién nacido. “Fue un éxito total. Empezamos a sonar en la radio. Ese verano, nos fuimos de gira a Punta del Este”, cuenta.
“La productora no quería que hiciéramos baladas”
-¿Cómo surgió el nombre de la banda?
-Fue idea del productor. Creo que le gustaba que el nombre fuera corto. Había viajado a Europa y en el sur de Francia había una cadena de boutiques que se llamaba Banana. Banana en Argentina, en ese momento, era el tipo ganador, canchero, seductor. Hoy, por ahí tiene una connotación más peyorativa. También le gustaba el nombre ‘Alambre’. Nosotros nos miramos y dijimos: ‘No, Banana’. Imaginate, hoy sería César Alambre Pueyrredón, horrible (se ríe).
-No siempre hicieron baladas románticas, ¿o no?
-No. Es más, al principio tuvimos que pelear para hacer baladas. Los productores no querían. Habíamos tenido mucho éxito con “Negra no te vayas de mi lado”, en el ‘71. Entonces querían que hiciéramos temas divertidos de boliche. Hicimos uno para el lado A del disco siguiente. Pero en el lado B hicimos fuerza y metimos “Toda una noche contigo”... ¡Y se lo morfó al otro tema! La gente, las radios, todos la aceptaron enseguida. Entonces ahí, cuando vieron el éxito de la balada, la productora empezó: “A ver, ¿qué otra balada tienen?”. Con Scoufalos, mi alma gemela en la composición, nos miramos y dijimos: “A nuestro juego nos llamaron”. Sacamos “Conociéndote” y “Nadie podrá hacerme olvidar”. Realmente queríamos hacer ese tipo de temas, nos movíamos como pez en el agua dentro del género.
-Después, me imagino, fue difícil hacer cosas diferentes.
-Sí. Yo no quería encasillarme en las canciones románticas. A los 27 años tuve mi etapa de experimentación más rockera, de un rock sinfónico, con letras más filosóficas. No nos fue bien comercialmente, pero sí artísticamente. Ahí salió “Aún es tiempo de soñar”. Fue muy valorada por el rock argentino. Como no vendimos mucho, la productora quiso que volviéramos a lo de antes. Igual, después escribí algunas cosas del estilo, como “Tarde o temprano” o “La felicidad no tiene dueño”. Pero lo más fuerte siempre fue la balada romántica, obviamente.
-La vida de muchos músicos está marcada por los excesos. ¿Cómo fue en tu caso?
-De adicciones, nada. Nunca probé ni tabaco ni ninguna droga. Yo era un deportista, jugaba al rugby en Hindú. Después tuve que dejar porque jugar los domingos a la mañana después de tocar el sábado en un boliche era imposible. Además, mis amigos iban al gimnasio y yo iba a ensayar. La banda era sana también. Éramos un grupo de boliche más bien divertido.
-¿Les pasaba como a Sandro, que las mujeres le tiraban prendas al escenario?
-Sí, nos han tirado corpiños. A mi mujer, Cecilia, eso no le molestaba. Lo único que sí le molestaba eran las cartas y los llamados. A veces, conseguían mi número y llamaban a casa a las 3 de la mañana, por ejemplo, para cantarme “Conociéndote”.
-¿Tuviste diferentes musas en tus primeros de Banana?
-Bueno, a mi mujer le he compuesto montones de canciones, tratando de compensar que había compuesto “Conociéndote” para otra mujer (risas).
-¿Cómo es esa historia?
-María Inés era compañera mía de la facultad de primer año. Estudiábamos Composición Musical en la UCA. La conocí y a la semana ya le había compuesto la canción. Ella me encantaba. Fue un romance que duró tres, cuatro meses. A ella le gustó mucho la canción. En la composición romántica hay mucho de querer seducir y también mucho de querer aprovechar lo que estás sintiendo para inspirarte y hacer una canción. La parte de: “Mi vida halló una razón”, parece una exageración, si se tiene en cuenta que la conocía hace una semana -se ríe- pero en ese momento lo sentí así. A ella le gustó mucho la canción. Después, cuando la grabamos, modifiqué un poco la letra. Dos años después, nos cruzamos en la calle y me dijo: “¡Le cambiaste el estribillo!”.
-¿Y cuándo entró en escena Cecilia?
-Ahí. Yo todavía estaba de novio con María Inés cuando la conocí, en una fiesta de cumpleaños de un amigo. La miré y pling, me encantó. Al poco tiempo, corté, pero no por ella. Y al año siguiente salimos. En el verano del ‘73 nos pusimos de novios, y en el ‘79 nos casamos, hace 42 años. Le compuse como 15 canciones. La primera que salió publicada fue “Vivir con vos es estar lejos del mundo”.
Después de Banana: “Me fui agrandado, pensando que la gente me iba a seguir”
César admite que tuvo más éxito durante su etapa solista que durante sus años en Banana. La banda se disolvió en 1984. A lo largo de los 15 años de trayectoria del grupo, la mayoría de sus miembros originales abandonaron la banda. No se pelearon, simplemente “se fueron yendo por diferentes razones de la vida”, dice César. En los últimos años de la banda, con una formación casi totalmente nueva, sus canciones no lograban la repercusión esperada. En ese contexto, el cantante, tecladista y compositor de la banda anunció que empezaría a hacerse un nombre como solista, como César Pueyrredón.
“La historia fue muy graciosa. Salí agrandado, pensando que la gente que seguía a Banana me iba a seguir. Pero me di cuenta que tenía que estar explicando todo el tiempo quién era, a los medios, a los teatros. Nadie me conocía por mi nombre. Entonces, ese verano, que hacía gira por La Costa, hicimos con mi productor un afiche que decía: ‘Ayer, Banana; hoy, Cesar Pueyrredón”. Los pegaron en todos los teatros. Una tarde, en Necochea, estaba en la puerta de un boliche donde iba a tocar y escucho que se acerca una pareja al afiche. Ella dice: ‘Ay mirá, ¡César Pueyrredón! Qué bueno”. Y el novio le dice: ‘Si, pero qué lastima que no vinimos ayer, que estaba Banana’. Entonces, lo miré a mi productor y los dos nos agarramos la cabeza. Evidentemente el mensaje no estaba llegando -cuenta, entre carcajadas-. ¿Te das cuenta lo absurdo de que alguien anuncie en un afiche quién tocó ayer? Ahí decidimos que mi nombre artístico iba a ser César Banana Pueyrredón.
-Como solista, ¿cuál fue el show más importante que diste?
-Toqué como telonero de Sting, en el Teatro Centenario de Montevideo, en el año ‘90. Eran 25.000 personas. Fue increíble. Muchos uruguayos todavía se acuerdan de que terminé mi show y dije: “No se vayan eh, que ahora viene Sting”. Todos se mataron de risa.
-Desde el lado del pop, siempre supiste ganarte el respeto de los rockeros. ¿Cómo es eso?
-Sí, siempre me codeé con rockeros. Con Fito hemos charlado varias veces, en la época que él vivía por acá. He hablado con Spinetta, con Nito Mestre, con Juanse. Soy amigo de Ciro (de Los Piojos). Lo conocí en el club Hurlingham una vez, los dos somos socios, y nos quedamos charlando de la vida, de la música, de todo. Él juega al golf, como yo, así que hemos ido a jugar juntos. Yo creo que ya no existe esa grieta entre géneros musicales que había antes. Antes era terrible. Una vez, cuando recién empezábamos con Banana, nos invitaron a tocar en un teatro con Almendra. Un loco quiso contratar a los dos, pensando que así iba a tener a los dos públicos. Primero empezamos nosotros. Y me tiraron una moneda a la cara. Era una moneda de un peso del año 70, que eran enormes, pesadísimas. Hoy, todos los rockeros son fan de Sandro, y Sandro no tiene nada que ver con ellos. Algunos tocan Folklore. Esa es la no grieta -explica, desde la cafetería.
A sus 70 años recién cumplidos, César Banana Pueyrredón sigue componiendo canciones nuevas y tocando en escenarios, la mayoría de las veces, en fiestas privadas. Uno de los grandes desafíos que debe afrontar a diario es el de tocar nuevos temas. “Subo a un escenario y ya me gritan: ‘Cantá Conociéndote’. Si, obviamente la voy a cantar, pero dejame cantar las canciones nuevas” -admite, entre risas-. Me encanta cantar los clásicos, igual”.
Su proceso de composición, cuenta, se ha vuelto más profundo en los últimos años. “Ahora soy más autocrítico con las letras, soy menos impulsivo. Me tomo mi tiempo. Y soy mi propio productor”, dice. “El tipo que es sensible, como yo, trata de rescatar el ingrediente poético que tienen las cosas que están a su alrededor, como las hojas de otoño sobre la vereda”. Hace poco, incluso, se inspiró en una colonoscopía para escribir una canción: “Cuando terminó el estudio, el médico me dijo: ‘Te estuvimos recorriendo por dentro, está todo bien’. Yo todavía me estaba despertando de la anestesia. Llegué a casa y me quedé con la frase: ‘Recorriéndote por dentro’, pensándolo en un sentido romántico. La canción va a salir en mi próximo álbum”, cuenta, entre risas.
-Además de contratarte para fiestas privadas, me imagino que te deben proponer cosas bizarras.
-Si, pasa. “Entrás por la ventana de la casa, cantando ‘Conociéndote’, para sorprender a mi mujer”, por ejemplo. Una vez, un tipo me habla porque le gustaba su compañera de trabajo, pero no se animaba a decírselo. Entonces me dice: “Cuando ella baje de la oficina, a la salida del edificio, quiero que le cantes: ‘No quiere ser tu amigo, amigo nunca más…'. La oficina queda en Diagonal norte y Florida”. “Naaaaa -le digo-. Se va a llenar de gente, un lío tremendo. Y yo ahí, con el micrófono. Aparte no sabemos cómo va a reaccionar ella”. Después me arrepentí de haberle dicho que no, porque creo que hubiese sido divertido.
César, padre de dos y también abuelo de dos, tiene ahora como principal objetivo su show en el teatro Ópera, el 20 de Agosto, donde celebrará los 50 años de su primera gran balada, “Toda una noche contigo”. El aniversario de la canción fue el lunes pasado. “Esa gran balada fue la que le abrió la puerta a todas las demás, cómo no celebrarla”, dice.
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