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Todo marchaba sobre ruedas en Buenos Aires. O, al menos, así lo creía. Después de muchos años de esfuerzo, finalmente podía decir que estaba viviendo la vida acomodada con la que siempre había soñado. Con dos niños en edad escolar, Lorena Ribichini tenía todo organizado para que cada miembro de su familia pudiera cumplir con sus obligaciones y espacios de distensión sin problemas.
Pero el destino tenía otros planes para ella, su esposo y sus hijos. Al menos, lejos de Argentina. “Llegué a Madrid en enero de 2017 por la empresa de mi marido. Necesitaban contar con él en la sede central para desarrollar un proyecto de transformación digital que, en principio, sería por un año. Así nació para mí la aventura: iba a ser un año de novedades y descubrimientos en muchos sentidos. Quería acompañarlo en ese proceso. Reservé la matrícula del colegio de los chicos para asegurarme la vuelta al año siguiente. Cerré la casa con todo adentro y partimos con valijas”.
“Era mucho lo que había dejado”
Pisaron suelo español un 6 de enero de 2017. Hacía mucho frío y las clases en el colegio ya habían comenzado. El cambio fue abrumador en todo sentido. La adaptación a la nueva vida estuvo lejos de ser fácil tanto para Lorena como para sus hijos (que hoy tienen 12 y 15 años). Colegio nuevo, amigos nuevos, acomodarse en un departamento -estaban acostumbrados a los espacios más amplios de una casa- y, en esa vorágine, encontrar, de a poco, un lugar en la aventura.
“Mi vida cambió un 100%. Pasé de ser ejecutiva en una multinacional y viajar cada semana a Brasil (con ayuda de mi familia y apoyo con las tareas de la casa) a dedicarme en tiempo completo a la casa y los chicos”. Todo fue muy de a poco y a base de prueba y error”.
“Por momentos sentía que era mucho lo que habíamos dejado en Argentina”. La red de contención que tenían en su país de origen funcionaba como un sostén indispensable. Pero también sabían que un año pasaba pronto. En esa época no había tantos argentinos en Madrid, ni mucho menos grupos de WhatsApp donde consultar cuestiones del día a día.
Amigas y socias
Fue en ese contexto de incertidumbre y adaptación a lo nuevo que conoció a Mariana Moreau (45). Como en el caso de Lorena, en 2018, el marido de Mariana había recibido una oferta laboral para un puesto, también en Madrid. “Mi esposo trabaja en la industria petrolera y por su trabajo ya habíamos hecho la experiencia fuera de Argentina. En aquel entonces el destino había sido en Houston, Texas, en los Estados Unidos. Con la nueva propuesta, la similitud cultural y poder tener la experiencia de vivir en Europa nos pareció tentadora”.
No dudaron en aceptar la oferta. Mariana dio por finalizada la etapa del emprendimiento textil que compartía con dos socias, armó las valijas y miró hacia el frente decidida a dar el paso siguiente. Cuando conoció a Lorena sintió de inmediato que estaban en la misma sintonía. Además de ser madres -Mariana tiene cuatro hijos- ambas tenían la necesidad de crear un proyecto propio y de ayudar a otras mujeres argentinas que estaban emigrando como lo habían hecho ellas.
“De a poco nos fuimos contactando con otras mujeres que estaban en similares condiciones. Éramos once al principio. Salíamos a comer y nos pasábamos datos de todo tipo: contactos de pediatras, dónde comprar la carne con cortes argentinos, información del supermercado para poder conseguir alimentos o artículos de limpieza que llevaban distinto nombre al que estábamos acostumbradas y muchas cosas más”.
Eso les dio el incentivo que necesitaban para asentarse en su nuevo lugar de residencia. En paralelo, las propuestas laborales por las que habían viajado sus esposos se mantenían firmes y con buena proyección a futuro. De modo que apostaron a lo diferente. Además, había un extra que les ofrecía lo que en Argentina no habían encontrado.
“Extraño a mi familia, nuestro entorno de amigos, que mis hijos se críen con sus primos, los asados de los domingos. Me duele ver crecer a mis padres y no estar con ellos. Pero ganamos principalmente en seguridad y calidad de vida. Mis hijos adolescentes usan transporte público, vuelven de noche solos y puedo bajar la ventanilla en un semáforo sin temor a que me roben. Uno puede vivir sin ese estado de alerta y miedo constante que se siente en Argentina”, asegura Mariana.
Argentinas en Madrid
Y de pronto, lo que había comenzado como un grupo informal para intercambiar datos, experiencias e información se fue transformando en una pujante comunidad virtual con intereses claramente definidos. El número creciente de mujeres se dividió entonces por zonas de residencia, por consultas puntuales sobre trámites, búsqueda de trabajo, emprendedoras, servicios, profesiones, etc. “Hoy somos más de 1.500 conectadas por WhatsApp y más de 13000 por la cuenta de Instagram @argentinasenmadrid. Nos conocemos la gran mayoría y estamos siempre recibiendo a nuevas argentinas que van llegando”.
Hay perfiles de todo tipo. Solteras, casadas, con trabajo, sin nada estable, en busca de una vida más segura y con posibilidad de planificación. Lorena y Mariana brindan todas las semanas asesorías para quienes están en Argentina y quieren emigrar. En esos espacios comparten información y toda su experiencia en primera persona para facilitar el proceso de la familia o interesada en viajar.
Las consultas más frecuentes que reciben tienen que ver con temas sobre residencia, colegios, documentación necesaria para emigrar, costos de vida, formas de integrarse a la comunidad argentina en Madrid y qué aspectos importantes considerar antes de arribar en Madrid.
“Nuestro objetivo es conectar con nuestras costumbres, identificarnos con la vida que dejamos en Argentina y ser solidarias con el intercambio de datos y experiencias. Cada día se suman más mujeres a los grupos y a pesar de las diferencias todas tienen un denominador común, quieren conectar con una de las cosas que más se extraña viviendo fuera: la vida social y la información precisa en el momento justo”.
Hoy Mariana y Lorena viven en la zona de Majadahonda (a 18 km del centro), un área que intenta replicar la tranquilidad y el verde que tenían en Argentina, cuando vivían en las afueras de la ciudad. Aunque actualmente no está en los planes de las amigas regresar a su país, reconocen que volverían. “Nos costaría adaptarnos nuevamente, pero volvería. Hoy no está en los planes pero nunca me cerraría a esa posibilidad”, concluye Lorena.
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