Gattaca El futuro ya llegó
Una película de ciencia ficción plantea temas que ya son del presente: ¿hasta dónde debe llegar la genética sin violar ese margen de decisión individual que caracteriza a la especie humana?
S i los científicos expertos en ingeniería genética son dioses que crean nuevos seres y deciden sobre la composición genética de los organismos, ¿qué papel jugamos los comunes e imperfectos mortales?" se preguntaba Alejandra Folgarait en su libro Manipulaciones genéticas (Grupo Editorial Norma, 1992). Una pregunta muy parecida trata de descifrar el director Andrew Niccol en su debut cinematográfico con Gattaca , cuyo estreno en nuestro país anuncia Columbia Pictures para las próximas semanas.
Justo cuando el revuelo de la clonación de la oveja Dolly en Escocia parecía comenzar a disiparse, llega esta película que seguramente volverá a poner el tema en el candelero.
En el comienzo de Gattaca vemos nacer a Vincent. Una enfermera le toma una muestra de sangre que introduce en una máquina que la analiza y, al instante, provee una lectura de su posible futuro médico. El resultado no es alentador: tiene un 99% de posibilidad de morir de un mal cardíaco a los 30 años. Y en esta sociedad del futuro, donde se diseña a la mayoría de los chicos en una probeta, Vincent está condenado a una vida de marginación donde sólo podrá realizar trabajos menores y domésticos.
Nuestro héroe, interpretado por el actor norteamericano Ethan Hawke - La sociedad de los poetas muertos, Antes del amanecer - luchará contra este destino adverso y aparentemente ineludible. Por supuesto, la ficticia máquina que chequea la sangre del bebe -un secuenciador de ADN- está muy por delante de cualquier aparato existente en la actualidad. Pero la fuerza del film, que Andrew Niccol también escribió además de dirigir, reside en su inmediatez, ya que muchos de nosotros podemos llegar a vivir esa realidad.
Escanear los tres billones de pares de genes humanos es todavía un proceso relativamente lento, pero los científicos están muy bien encaminados. Un genetista podría, en la actualidad, tomar una muestra de saliva de la taza que usted utilizó hace un instante y decirle si tiene posibilidades de contraer alguna enfermedad en particular.
El número de enfermedades cuyo origen genético se conoce es bastante limitado -Alzheimer, algunas formas de cáncer-, pero ese rango está aumentando rápidamente.
El conocimiento de qué se debe hacer ya existe. Cómo puede ser concretado -la tecnología- no está tan lejos.
Y desde que O. Avery y C. McLeod establecieron que el ADN es la clave de herencia genética, en los años 40, el desarrollo de disciplinas como la biotecnología y la ingeniería genética llegó a tal punto que el sueño de arreglar los desperfectos genéticos que padecen hombres y mujeres desde el momento de su concepción está mucho más cerca de la realidad que de la ficción. Sin embargo, lo que para algunos es un sueño para otros resulta la peor de las pesadillas.
Las implicancias éticas y las consecuencias de estas prácticas dan amplio margen al debate. En los últimos quince años se formaron -y enfrentaron públicamente- bandos en favor y en contra de cada uno de los desarrollos biotecnológicos. Las polémicas involucran a científicos, expertos en derecho, lobbies empresarios, líderes religiosos, ambientalistas y agentes de patentes, así como numerosos grupos civiles que apoyan o se oponen a la ingeniería genética. De hecho, con motivo de la celebración internacional del Día de la Tierra, el 22 de abril, se realizaron las primeras protestas globales de la era de la biotecnología.
Gattaca viene a avivar el fuego de la controversia, con su visión de un mundo donde lo esencial es invisible a los ojos... pero no a un microscopio.
Por lo pronto, la posibilidad de producir un embrión humano en el laboratorio ya es cosa de todos los días siempre que se pueda afrontar un costo mínimo de entre 250 y 4000 dólares por un set de ensayos de fertilización y, aunque no se suele hacer, se puede elegir el sexo del hijo y ciertos caracteres dominados por un solo gen, como el color de ojos o de pelo. También es posible seleccionar los espermatozoides -cuando no los embriones- de acuerdo con sus virtudes para la supervivencia. ¿ Gattaca es ciencia ficción?
La idea es seductora, pero el film de Niccol nos advierte sobre sus costos, así como acerca de que mientras haya un porcentaje de incertidumbre (las respuestas del oráculo genético no sólo tienen un margen de error, por más chico que sea, sino que nunca cubren el rango completo de las posibilidades), en realidad nada sabremos acerca de nuestro porvenir.
Como toda obra de ciencia ficción, Gattaca termina diciendo menos del futuro que del presente. Sus símbolos centrales son a su vez futurísticos y atemporales (la competencia entre los hermanos, la superación del individuo). A esto se le suma una fría sensación de intemporalidad transmitida por su estética más que cuidada, donde se muestra un mundo que es al mismo tiempo reconocible como moderno y contemporáneo. Un gran acierto del realizador, ya que la idea de un futuro no tan distante es vital para acercar al espectador a los conflictos planteados e involucrarlo.
Hay muy pocos efectos especiales empleados en Gattaca , y el vestuario tiene un reconocible estilo retro, de los años 50, contrariamente a muchas películas de ciencia ficción que se caracterizan por su exotismo y dudoso gusto. Esto se complementa con decorados con mucho acero, superficies negras y obvias reminicencias art-déco, reservando un look neoclásico con un toque de rococó para aquellos sets dedicados a la fantasía, como los clubes nocturnos.
Su premisa perturbadora llena el espacio de la pirotecnia de los efectos especiales y, si bien los personajes del film son olvidables, no lo son las dudas y cuestionamientos que esta película siembra en el espectador.