Céline Frers, fotografías de la Argentina tierra adentro
Cruzó lagos de aguas heladas en la Patagonia, estuvo en el arreo de hacienda de Esteros del Iberá a tierra firme desde una canoa que compartió con terneros para que no se ahogaran, se le cayeron sus equipos al agua. Acampó algunos días hasta que bajara el agua para poder cruzar de vuelta. Caminó, recorrió muchísimos kilómetros a caballo, pasó por rutas y precipicios. Llegó a lugares remotos del país, donde el tiempo es otro, donde la aventura y el amor por la patria, junto a sus orígenes en el campo bien cerca de los gauchos correntinos, le permitieron fotografiar la naturaleza en todo su esplendor. La potencia. Las culturas que admira, que respeta, y que de alguna manera quiere acercar para mostrar una Argentina distinta. Esa que le permite vivir en libertad y de la que siente un orgullo tremendo. Esa que tiene gente con la que tuvo las conversaciones más profundas de su vida. Que se conectan con las personas desde otro lugar. Allá a lo lejos. Con una simpleza que a veces, en las ciudades, se vuelve esquiva.
"Siempre estoy pensando en proyectos nuevos de libros y a la vez hago muchos cuadros, entonces pienso temáticas que me gustan y que admiro. Como paso mucho tiempo haciendo los libros, fotografío cosas que admiro. Y Tierra adentro surgió porque quería hacer un libro de Argentina, pero distinto. Que no esté tan visto como los paisajes y mi trabajo se vincula mucho con la gente, con la cultura en los lugares más salvajes. Es como otra Argentina, que nadie ve", cuenta la fotógrafa Céline Frers desde Salta, recién llegada de un viaje por unos pueblitos de la Puna. Ella quería transmitir cómo vive la gente, la sensación de lo que para ella es tierra adentro.
El detalle de un pie curtido descalzo sobre un estribo, la pasión que desborda una pareja joven bailando el chamamé, las vacas nadando que asoman una mínima parte de su cabeza fuera del agua, conviven con los paisajes más variados de todos los climas y colores posibles. La noche estrellada que invita a acampar bajo su luz cuando se apague el fuego, un gato negro instalado en la cocina, los detalles de la cocina de un lugareño son algunas de las imágenes de su nuevo libro.
-¿Cómo fue hacer este trabajo?
-Más o menos estuve siete años sacando fotos. Después de que publiqué Tierra de gauchos pensé en Tierra adentro. No quería que solo aparezcan los gauchos, sino otras culturas que hay en nuestro país que a la vez son tan poco vistas. Yo siempre parezco una loca porque amo mi país aunque me enojen muchas cosas. Siento que somos tan afortunados. La libertad que tenemos. Países del primer mundo tienen cosas espectaculares, la economía, los políticos, todo. Pero la libertad que tenemos acá y la gente buena que hay…
Céline pasó su infancia en el campo y la única condición que le ponían sus padres era que no estuviera en la casa durante el día. Se crió entre los gauchos. Salía con su hermana y con ellos, y tiene los mejores recuerdos de esa época. De cómo las cuidaron, las acompañaron y las alentaron a animarse siempre un poco más.
Estudió dirección de Fotografía en la Universidad del Cine y en el New York Institute of Photography. Al terminar sus estudios, viajó alrededor del mundo haciendo trabajos fotográficos en Europa, Asia, Australia y Nueva Zelanda. Cuando volvió a la Argentina, trabajó en cine y publicidad. Pero necesitó ir por la vida bastante más liviana. Viajar con su cámara y lograr una intimidad en sus fotos que no sería posible si formara parte de equipos más numerosos.
Pasan varios días sin que levante la cámara. A veces, hay que esperar. Que los lugareños se sientan cómodos. "Una foto robada, sin complicidad, se nota", dirá mientras cuenta cómo logra las fotos que nos permiten asomar a las diferentes culturas y latitudes más escondidas de nuestro país. A sus 38 años, la libertad se vislumbra como fundamental en su vida, la libertad que ella asocia con los paisajes infinitos, con poder parar en cualquier lado, con la naturaleza, con andar descalza.
"Siento una responsabilidad de transmitir esa belleza porque siempre como país estamos mirando hacia otro lado. Hay que saber mirar y hay que mirar con cariño para encontrar estos lugares, esta gente. Con el libro Colores de Corrientes, cuando empecé de fotógrafa, quedé realmente conmovida con la bondad de la gente. Para mí eso es todo lo que vale. Lo otro es secundario", se apasiona.
-¿Cómo hacés para transmitir la potencia de la naturaleza?
-Siempre busco darle una referencia. Mi primer laburo profesional en foto fija fue el libro de Corrientes. Medio me crié en Corrientes, ahora tengo vacas en el campo de mi familia. Con ese amor me resultó más fácil. Después, me llamaron para hacer un libro de Patagonia y los paisajes son mucho más majestuosos, tremendos. Me costaba transmitir eso, pero le vas encontrando la vuelta para poder mostrar esa potencia que tienen los lugares. Cuesta transmitir la intensidad y vas viendo distintas maneras de poder hacerlo, la fuerza que tiene la naturaleza, los paisajes, la gente.
-¿Cómo elegís los momentos de luz únicos? ¿Cuál es la luz perfecta?
-Siempre trato de transmitir la intensidad. A veces, incluso las tormentas son el momento perfecto. Me gusta algo que te permita ver el paisaje de un modo distinto. Los rayos de luz, unas nubes tremendas, una tormenta que se acerca a lo lejos, la nieve y una luz chata. También el juego de los colores, al ser en color el libro. No hay una luz perfecta. Muchas veces te sorprende. Estás en el medio de una tormenta en un día horrible y lográs de repente un instante y es espectacular. Obviamente, el atardecer y el amanecer permiten ciertos pliegues en la luz que el mediodía no te permite. Pero hay un montón de cosas intermedias. Lo mismo la noche estrellada. Uno siempre tiene que estar alerta. Si bien hay horarios, un día despejado al mediodía es muy muy probable que no haya una buena foto, pero incluso en las condiciones adversas se presentan situaciones como muy inusuales que te dan otra dimensión también. Me ha pasado en tormentas o tormentas de nieve en la Patagonia que he logrado fotos increíbles en los días más espantosos. O de repente, se te mete un rayo de luz y para mí son instantes de gloria porque sentís la fuerza de la naturaleza. Cómo de un segundo al otro puede cambiar todo. Y eso se ve en las fotos.
La anécdota de un gaucho patagónico que cuenta en el libro es un ejemplo. Era un puestero que no sabía leer ni escribir y se puso en pareja con una fotógrafa francesa lindísima y tuvieron hijos. "Esas historias increíbles suceden en todos estos lugares. Él era más piola que cualquiera y decía ‘esta chica no sabe nada, esta luz es horrible, me espanta las ovejas’. Y las fotos eran increíbles. Pero claro, la luz era plana, pero eran todos colores blancos entonces quedaba muy bien en las fotos".
En la Patagonia pasó uno de los momentos más difíciles, allá por 2009. No pudieron hacer un cruce desde el lago San Martín hasta El Chaltén. Había tanto viento que el caballo no podía avanzar. Y entonces pasó el gaucho, más experto, aunque con bastantes problemas por la fuerza del agua. El caballo trastabillaba. Y a ella le dio tanto miedo que el gaucho volvió a pasar y le llevó todos los equipos. Ella iba atrás de él. El caballo empezó a trastabillar y se dio vuelta. Sus equipos flotaban por el río, iban abajo del agua y de repente uno del grupo le avisó que el gaucho que se había caído no sabía nadar. "Y ahí nos re preocupamos, porque había una cascada que caía como cincuenta metros. Si llegaba hasta ahí, se mataba. Había una isla en el medio antes de la cascada y logró salir. Era como la ley de Murphy. Justo se fue el que más sabía, el más lugareño que ya había cruzado sin problema y de repente llevaba todos mis equipos y se da vuelta". Cuando logró salir, logró agarrar de abajo del agua los equipos que iban en unas alforjas. Entonces, Céline se quedó más tranquila por verlo bien a él. Pero tenía pánico porque tenían que cruzar. Lograron cruzar. Los equipos estaban húmedos y no les pasó nada. "Fue como un milagro. Cuando andás por estos lugares, tenés que olvidarte un poco de los equipos porque si no, no podés ocuparte de las fotos. Y se la bancan mucho más de lo que uno piensa".
Y en 2017 con su novio se quedó del otro lado del río en esa misma zona, se largó a llover y querían seguir para hacer el cruce que no había podido hacer en aquella ocasión y en otoño. "En esa época empieza la lluvia, pero los paisajes son increíbles porque están todos los árboles rojos. Los caballos casi se van junto a la corriente y había crecido tanto el río que tampoco podíamos volver, entonces nos quedamos tres días en una carpa. Casi no podemos volver a pasar. Tres días en una carpa que no te podés mover porque está todo mojado y jugábamos al dígalo con mímica entre los dos, imaginate tres días", recuerda con humor.
-¿Cómo fue la experiencia de arrear hacienda desde las islas de los Esteros del Iberá hasta tierra firme?
-Hice el arreo como tres veces porque la experiencia me encanta y la verdad que es una aventura constante porque van arreando. Cuando es época, tienen que sacar la hacienda porque después el agua, está muy fría o sube la corriente y no la podés sacar. Se queda en medio de los esteros y se empieza a ahogar también. Es como un nerviosismo constante. Y se tiran a nadar a caballo. Igual, los isleños en general nadan antes de aprender a caminar. Pero se tiran a nadar para sacar una vaca, la vaca se le tira encima porque se desespera. Y cuando voy sacando fotos, voy en unas canoítas que están a un centímetro del agua y empiezan a poner terneros arriba, se empieza a ahogar la canoa. Obviamente, sé que no soy la prioridad.
-¿Qué características destacás de los gauchos en las distintas regiones?
-Uno cambia de acuerdo al clima, cambian las personalidades en general. Yo me crié con los gauchos correntinos y son muy alegres, muy voluntariosos. Con mi hermana nos han cuidado tanto, salíamos y todos los días nos íbamos a dormir con los gauchos, fui tan cuidada de chica. Cualquier cosa que me daba miedo me decían "si no hacés esto, no sos correntina". Entonces le meeeeto, le decía, era la peor ofensa. Tenía que cruzar un arroyo con crecida del Paraná y te da miedo, se te va el caballo con la corriente. "No mi niña metele que si no, no sos correntina". O un caballo que te daban que se ponía a corcovear. "Pero dale, ¿sos correntina o no sos correntina? Sí, sí. Con eso ya hacíamos cualquier cosa... Acá en Salta son muy nobles, pero más callados. Sobre todo los de los cerros. Es mucho más austero el paisaje en sí, entonces la gente es como más cerrada. Lo mismo en Patagonia, en las profundidades. En Bariloche por ahí no, pero en un puesto perdido en Santa Cruz son mucho más ermitaños y al principio no te hablan y después empiezan a hablar y no paran. Es como que se olvidan un poco de cómo hablar. Pero son muy observadores. En cada lugar cambia su vestimenta, cambian sus caballos y cambia su personalidad.
-Cuando uno ve las fotos, está el sentido de la vista. Pero, ¿cómo es tu relación con los demás sentidos cuando estás en los diferentes lugares?
-Se me despiertan todos los sentidos cuando estoy en estos lugares. Ando en patas siempre. El tema del olfato te vuelve a ciertos lugares y querés transmitir eso. Y muchas veces, también me ha dicho la gente que hasta siente el olor a tierra. Y digo qué bueno, lo transmití.
Más: libros@celinefrers.com
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