¿Sos hincha de San Lorenzo o del fútbol en general?
En mi casa todo era fútbol. La libertad de mis viejos en cuanto a gustos, pensamientos y elecciones hizo que no nos impusieran, ni a mí ni a mis dos hermanos, el fanatismo por un equipo: uno es de Boca, otro de Argentinos y yo de San Lorenzo. A los 6 años, acompañando con mis viejos a mi hermano a probarse a San Lorenzo, me topé con esa hermosa camiseta y me enamoré de esos colores. Fui muy fanático, pero con el tiempo los gustos por diferentes situaciones futbolísticas bifurcaron mis sentimientos.
¿Y cómo es que fuiste perdiendo el fanatismo y te enganchaste con el juego?
Siempre me gustaron mucho algunos jugadores, más allá de su equipo. Fui muy fanático de Paulo Silas y del conde Galetto, pero también de Fernando Redondo. Después me aluciné con ese personaje increíble que fue José Luis Chilavert: me fascinan las personas que modifican los patrones y elevan el nivel de una vocación, y él convirtió el arco en otra cosa. Nunca, un arquero había sido tan influyente en el desarrollo de un partido. Verlo en la cancha era espectacular, cómo empujaba al equipo desde ese supuesto lugar pasivo que es el arco. De ese Vélez también me encantaba el Turu Flores; tenía una gambeta única. Y la aparición de Riquelme terminó de desconfigurar al hincha del equipo.
¿Qué te enamoró de Román?
Me cautivó en su debut contra Unión y, a partir del Sudamericano sub-20 del 97, donde jugó a otra cosa, soy un confeso enfermo. Cada vez que podía, iba a la cancha a verlo. Absolutamente distinto a todos, fuera de época, único. En sus primeros años, era muy difícil escucharlo en un reportaje; se lo veía supertímido, pero dentro de la cancha ya era el dueño absoluto del partido, cero venta de humo, respetuoso con los rivales, sin tatuajes, botines negros. Y hablo de estas cosas porque hablar de su juego me llevaría una semana.
¿También te hiciste fana de Gallardo?
Es que tácticamente es un monstruo. Siento que reúne todas las condiciones que me gustan de un técnico: tiene una seguridad enorme que hace que no tenga que marcar una distancia extrema con los jugadores. Me alucina que en River cada tipo hace –casi siempre– lo que pide la jugada y estoy convencido de que hay mucho laburo con cada individualidad. Creo que un técnico tiene que ser superinteligente, casi un filósofo, entender de la vida, de lo que pasa en el mundo. Y, en eso, Gallardo está por encima del resto; la cantidad de veces que se reinventó es impresionante.
¿Y con la Selección cómo te llevás?
A partir del 94, raro. Creo que la ausencia de Diego después de ese golpe no la superé nunca. Así que en el 98 no fui muy hincha del equipo; encima, Passarella me privó de ver a Redondo y a Cani. Amo a Bielsa profundamente, pero en el 2002 no podía superar que Román no hubiera sido parte de ese equipo. En el 2014 volví a ser muy hincha; banco a muerte a Mascherano y a Di María, y mientras más giladas digan de Messi, más hincha de él me hago.
COMPLETÁ LA FRASE
Si San Lorenzo gana jugando mal… No conozco ningún hincha que esté triste porque se gane sin jugar del todo bien.
La vida sin fútbol sería… un poco menos divertida.