Le quedaban pocas materias para recibirse, pero la realidad de los salarios en el país lo golpeó y buscó algo nuevo.
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Se define como parte del éxodo de argentinos que dejó el país en busca de mejores oportunidades. Como estudiante de ingeniería electromecánica, cuando le faltaban tan solo siete materias para terminar la carrera, decidió, de un día para el otro, que quería irse del país. “Estaba en un trabajo súper estable, donde ganaba lo suficiente para vivir solo, corría en rally y visitaba a mi familia cada dos meses pero un día dije basta”.
Criado un pueblito llamado Los Berros, del departamento Sarmiento, en la provincia de San Juan, Federico González cursó, hasta tercer grado, en la escuela Falucho de esa localidad minera. Tiempo después, con mucho esfuerzo por parte de sus padres, se mudaron a la capital de la provincia para que los chicos pudieron acceder a una educación de mejor nivel y pudieran experimentar otros contextos que los desafiaran. En ese entonces viajaba 50 km diarios para estudiar en una escuela más grande y ya en quinto año recorría 170 km todos los sábados para prepararse en una institución preuniversitaria que le diera las herramientas necesarias para el nivel que seguía.
“Mi infancia fue la que pocos de los chicos de hoy puede tener: sana, de pueblo, donde jugar a las escondidas, las balitas o la pilladita era el pan de cada día. Cuando uno nace y se cría en un pueblo como en mi querido Los Berros, aprende a encontrar grandeza en la sencillez de las cosas. El olor a jarilla cuando llovía en el campo o el aroma a té con rico pan casero calentito que hacía la madre de un amigo en horno de barro. Tuve amigos a los que no les faltó nada y amigos que vivían al día. Creo que eso me enseñó a ser flexible y poder disfrutar de todo tipo de situaciones”.
Dos amores y un futuro en común
Finalizada la etapa escolar, Federico decidió estudiar ingeniería porque asociaba esa profesión a la posibilidad de resolver problemas y, lo más importante, la posibilidad de viajar y ser útil a lo largo y ancho del mundo. “Un auto o una máquina tiene el mismo principio de funcionamiento acá y en Japón”.
Además de la ingeniería, amaba viajar. Y confiesa que los responsables de esa pasión fueron sus padres, ambos maestros de grado que trabajaban en dos cargos cada uno y tenían como objetivo que la familia pudiera salir de vacaciones al menos una vez al año. Conocieron diferentes destinos de la Argentina, la Patagonia, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Misiones y, cuando la economía lo permitió, viajaron en auto hasta Brasil.
“Fue un viaje de tres días, una locura, más pensando que en mi familia todos somos altos. Nos movíamos los cinco en una Suran todos apretados. Nunca faltaban los coscorrones y terminar durmiendo todos enredados. Siempre estos viajes eran acorde al bolsillo de mis padres, priorizando el conocer antes que los lujos y el comer afuera”.
Trabajos tuvo varios. A los catorce años iba a la cosecha de la uva. Fue dos temporadas seguidas y, luego de que lo picaran hormigas, avispas y terminar todo chorreado de jugo de uva supo que era algo que no iba a repetir nunca más en su vida. Más adelante, y por un lapso de dos años, trabajó en una librería.
“Me propuse hacer mi camino pero en un país más estable, con una moneda fuerte y con políticas serias”.
“Eran trabajos de verano. Mientras mis amigos estaban en las piscinas o clubes, yo estaba intentando hacer una diferencia económica. Sentía que me dignificaba aunque en mi casa no me pidiesen que yo trabajase. Luego me salió una beca y trabaje en el Entre Provincial Regulador de la Energía de San Juan, empresa que supervisa las acciones de la empresa privada encargada de la distribución de energía en la provincia”.
Aprovechar la oportunidad
Siempre inquieto y en busca de nuevas oportunidades, en plena pandemia, diseñó junto a su tío una serie de cabinas sanitizantes automatizadas que vendían a un precio muy conveniente respecto de la competencia. Fue una experiencia gratificante en todo sentido. Meses más tarde lo convocaron de una importante empresa metalúrgica en la provincia. “Fue ahí cuando la vida me pego un golpe súper duro. Me ofrecieron un cargo prácticamente de gerente general de una empresa con mas de veinte empleados. Corría 2019 y el sueldo que me ofrecían por nueve horas de trabajo diarias era de 40 mil pesos. En ese momento me replanteé mi vida: ¿qué sentido tiene esto?, pensaba. Todos mis amigos que han estudiado se quejaban de lo mismo. ¿Para qué sigo estudiando, para qué quiero recibirme si voy a ganar esto, que en muchos casos era menos que lo que percibía un empleado de comercio?”.
Recordó que tenía habilidad para los negocios y para resolver problemas. Pero sabía también que le faltaba experiencia y necesitaba un maestro. Viajó entonces a Córdoba a intentar estar en contacto con un empresario muy reconocido de Villa Carlos Paz. “Es alguien que la vida me hizo conocer y admiro muchísimo, por su ímpetu y su incasable deseo de salir adelante. Viene de la nada misma y creó una empresa exitosa. Era exactamente el tipo de maestro que yo necesitaba y él se ofreció a enseñarme todo”. Aprovechó cada instante que pudo y capitalizó la experiencia.
Mientras pasaban los meses a puro aprendizaje llegó a varias conclusiones: “Argentina es el único país donde alguien se vuelve millonario de la nada en un año. Pero también donde pasa de ser millonario a estar en quiebra en un día. Y yo no estaba dispuesto a hipotecar mi vida ante esas condiciones tan volátiles. Me propuse hacer mi camino pero en un país más estable, con una moneda fuerte y con políticas serias”. El destino que eligió fue España.
Cinco meses de trabajo versus dos años de problemas
Pasado el intervalo de la pandemia que puso en pausa al mundo entero, en 2022 a Federico le surgió la oportunidad de ir a Málaga, España. Hizo sus papeles y viajó con pasaje de ida. “La hermana de mi padre me dio hospedaje y comida y me tomó un mes regularizar mi estancia por completo. Mi primer trabajo no funcionó pero ese dio lugar a una charla de una empresa que estaba pasando momentos un poco tormentosos en lo administrativo. Me ofrecí a resolver todos los problemas e intentar hacerla crecer aportando toda la experiencia acumulada. Hoy llevo básicamente la parte comercial y administrativa completa de una policlínica con mas de veinte especialidades y treinta empleados”.
“Hoy, por más que me duela en el alma, no tengo planes de volver y mucho menos invertir en Argentina. No tengo intenciones de regalar mi sacrificio a corruptos”
No fue tarea sencilla ponerse a prueba y demostrar que era capaz. Tuvo que aprender sobre las especialidades, convenios con compañías medicas, procedimientos, cobros, hacienda, contratos, regímenes de trabajo, formas de trabajo y muchos otros rubros con los que jamás había tenido contacto.
“Pero vale cada día trabajado. Si bien mi sueldo no es el que debería ser respecto a mis responsabilidades (aumentará cuando se vea el reflejo de mi trabajo, ese es el trato), me permitió miles de cosas en escasos cinco meses. Entre otras cosas, me compré un iPhone última generación, una notebook con capacidades altas en graficas y renderizado. Además, tiré toda la ropa que traje, y me compré absolutamente todo nuevo. Pude adquirir un BMW de segunda mano pero muy lindo, viaje a Londres a ver a la selección, también conocí Dinamarca, ya tengo mis pasajes para ir a Tailandia en noviembre. Hice el cálculo y en Argentina lo mismo me hubiese tomado más de cinco o seis años (sin contar con la bendita inflación)”.
La seguridad social y económica es algo completamente novedoso para el joven argentino. Tiene una rutina a la que supo adaptarse fácilmente. Prácticamente camina a todos los lugares a los que puede y sin miedo de que le roben o de ser víctima de un episodio de inseguridad. “Acá tenés la seguridad de que no te va a pasar nada. Y si te pasa es que tuviste muy pero muy mala suerte, que hasta salís en la televisión”.
Se levanto a las nueve de la mañana, trabaja hasta las 13 o 14 en su despacho y luego regresa a casa, almuerza y, si es necesario, continúa con unas horas más de trabajo. “La verdad tengo mucho tiempo libre que intento invertir en aprender ingles, ir al gimnasio o disfrutarlo en la playa, ya que vivo a 400 metros de las costas de Benalmádena, Málaga. Hoy, por más que me duela en el alma, no tengo planes de volver y mucho menos invertir en Argentina, no da garantías ni a privados ni a empresas. No tengo intenciones de regalar mi sacrificio a corruptos”.
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