En esta época se registró un fenómeno que consistía en la publicación de planisferios maravillosos sobre los altibajos del amor y el matrimonio
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Desde siempre, los humanos dejamos rastros de nuestras creencias, sentimientos, aspiraciones y visiones del mundo plasmados en objetos. No sólo en el arte, la música, la arquitectura y la literatura reflejan nuestro mundo interior, sino también artefactos tecnológicos, científicos y de uso cotidiano. Hasta los mapas, esas representaciones gráficas bidimensionales generalmente pensadas como herramientas útiles que sirven como guías, nos delatan.
Los antiguos mapas de las estrellas son testimonio de una curiosidad infinita; los que por mucho tiempo mostraban los límites del mundo conocido marcándolos con la frase “aquí hay dragones”, expresaban terrores, y los cambios de fronteras a lo largo de los siglos, manifiestan de ambiciones, sueños, victorias y decepciones...
¡Y qué decir de la cartografía sentimental! Los mapas alegóricos existieron durante siglos, y el género alcanzó su madurez durante el Renacimiento tardío. Utilizando el vocabulario visual de mapas clásicos para interpretar facetas de la psique humana, los cartógrafos empezaron a trazar mapas de tierras más ambiguas, representando ideas como lugares y las maquinaciones de la mente y el corazón como viajes.
El fenómeno tuvo su auge en los siglos XVIII y XIX, con planisferios maravillosos de los altibajos del amor, el noviazgo y matrimonio. Uno de los ejemplos más espléndidos es la Carte de Tendre o Mapa de la ternura, de la escritora Madeleine de Scudéry, dibujado un poco antes, en 1654, y muestra los picos y valles de la persecución amorosa, desde el Río de la Predisposición hasta el Lago de la Indiferencia, ofreciendo múltiples rutas a la ternura.
Entre los primeros “mapas matrimoniales” está el de Thomas Sayer, de 1748, titulado Un mapa o gráfico del camino del amor y el puerto del matrimonio. Al norte de El camino del amor, y de las islas Deseo, Dinero y Virtud, está la Tierra de los Villanos, y al norte de la Tierra del Deseo, está el Santuario del Cornudo, frente a la costa donde se encuentra el doble peligro de las Rocas de los Celos y el Remolino del Adulterio.
Johann Gottlob Immanuel Breitkopf, por su parte, con su Das Reich der Liebe o El imperio del amor (1777), te lleva por las tierras de la juventud, el descanso, la lujuria, la obsesión, el amor de luto y el feliz, así como el país de los solteros. Pero hay un mapa del siglo XIX que se distingue entre ellos por representar el paisaje del amor en la forma con la que se asocia ese sentimiento. Quizás por eso fue -y sigue siendo- tan popular.
El corazón de ella
Lleva el título de Un mapa del país abierto del corazón de una mujer, aclara que exhibe “sus comunicaciones internas y las facilidades y peligros para los viajeros” y está firmado por “una dama”. Aunque no tiene fecha, dado que su litógrafo fue DW Kellogg & Co. en Hartford, Connecticut, se sabe que fue creado entre 1833-1842.
En esa época, los medios de comunicación en Estados Unidos impulsaban el “culto a la verdadera feminidad”, y esa firma obtuvo muchos de sus ingresos promoviendo dichos valores. En esa versión idealizada, las “mujeres verdaderas” poseían cuatro virtudes cardinales: piedad, pureza, domesticidad y sumisión. La idea giraba en torno a que la mujer fuera el centro de la familia; se la consideraba “la luz del hogar”.
El amor, como mostraba el mapa, era un “país abierto” con muchas opciones, pero solo una buena. Varios canales, ríos, carreteras y un ferrocarril conectan el País de Elegibilidad con la Ciudad y el Distrito del Amor, pero deja claro que la coquetería, el capricho y el egoísmo llevan a la Tierra del Olvido.
Hay regiones peligrosas como la del Sentimentalismo -con la Llanura de la Susceptibilidad, sus ríos de Lectura de novelas, Reflexiones y Pensativo- y la del Egoísmo -con sus Montañas del Ego y el río de la Indulgencia-. Estas contrastan con la región del Sentimiento, que está dominada por el afecto platónico, la amistad, la esperanza, el entusiasmo, el buen sentido y la prudencia. Alberga el Canal de la Paciencia y el Río de la Estima, y, lo que es más importante, el Distrito del Amor.
Así el mapa describe a la mujer como un ser sentimental, egoísta y superficial impulsado por la vanidad, sin embargo pone al amor en el centro de su corazón.
Su gemelo menos conocido
Y, el corazón de un hombre, ¿cómo era? Mucho menos abierto, definitivamente. De hecho, el nombre del mapa es “El país fortificado de corazón del hombre”.
Sin embargo, según el mapa, su paisaje parece más fácil de navegar. Tiene grandes territorios: Tierra de Economía, Tierra de Amor de Poder, Tierra del Amor al Dinero (el mayor) y Tierra del Amor a la Facilidad.
Algunos son más pequeños, como la Ciudadela del Amor Propio -prácticamente impenetrable- y la Tierra del Amor a Comer, así como las áreas del Silencio y la Resolución están separadas del mundo exterior por un Muro de pavor a la lengua de una mujer. Lo rodea casi por completo un muro de terror al matrimonio, cuya única brecha está frente a la Tierra del Romance.
Es un territorio curioso ya que lo bañan los ríos de sueños diurnos -que probablemente no era bueno-; de la lectura de novelas -una actividad no recomendada para las mujeres- y un bosque de fantasía. Ese era el corazón que tenía que conquistar la “mujer verdadera” de principios del siglo XIX en Estados Unidos... por supuesto solo después de dominar su toda esa maldad que tenían en los suyos.
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