Carrera espacial: los secretos que nadie contó
Durante los años de la Guerra Fría, la enemistad entre norteamericanos y soviéticos también se reflejó en su común ambición por conquistar el espacio. La competencia incluyó el ocultamiento de graves errores por parte de la URSS, que Estados Unidos repitió con igual resultado: el fracaso de misiones como la del Challenger o el Columbia
El 26 de octubre de 1960, un comunicado del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) daba cuenta de la muerte del mariscal de artillería Mitrofan Nedelin en un accidente aéreo. Casi cuarenta años después, la apertura de archivos clasificados de la carrera espacial soviética reveló que este experto en el desarrollo de misiles murió, en realidad, en el fallido lanzamiento de un nuevo cohete.
El desastre de Nedelin, como se lo conoce en la actualidad, segó la vida de casi 200 personas, convirtiéndose en la catástrofe más grande de la historia que haya involucrado a un solo cohete. Minutos antes de la tragedia, en una flamante plataforma de despegue montada sobre las estepas de Kazakhstán, Nedelin fue advertido de un problema eléctrico en el prototipo, y aun así ordenó seguir adelante.
Aplazar el lanzamiento no era una opción válida. En Nueva York, el primer ministro soviético Nikita Khrushchev estaba listo para asistir a una sesión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) donde anunciaría el éxito de ese cohete, el R-16. A miles de kilómetros de allí, en un vano intento por solucionar el desperfecto, los ingenieros iniciaban accidentalmente la secuencia de ignición.
Entonces, las 160 toneladas del R-16 se desplomaron en llamas, abrasando por completo la plataforma de despegue. Aunque 126 personas murieron instantáneamente (Nedelin incluido), y más de 50 morirían en los días posteriores, toda la información sobre el incidente permaneció oculta hasta el advenimiento de la perestroika.
Franca enemistad
"Las primeras noticias sobre los desastres espaciales rusos comenzaron a aparecer a principios de los años 90, a partir del colapso de la Unión Soviética", dijo a la Revista Vladimir Semenov, un estudioso de la carrera espacial de ese país que produjo el documental La era espacial soviética, que el Nathional Geographic Channel emitirá los tres primeros sábados de septiembre, a las 19.
Para Semenov, el silencio en torno de los accidentes que protagonizó la URSS en la carrera espacial que la enfrentó con los Estados Unidos privó a su contendiente de información vital, que pudo haber evitado que repitiera sin saberlo los mismos errores. Quizá la tragedia del transbordador espacial Challenger no habría ocurrido si los expertos de la NASA hubieran podido aprender de los errores cometidos por sus colegas del otro lado de la Cortina de Hierro.
En los años de la Guerra Fría, la franca enemistad entre la URSS y los Estados Unidos teñía la investigación en torno de la conquista del espacio. "No había errores ni desastres en esa carrera, sólo se daban a conocer los logros", dice Semenov. Así, nada se decía de los cohetes que jamás alcanzaban a despegar, de los aterrizajes fallidos o de los astronautas perdidos en el espacio.
Cada una de las dos potencias en pugna hacía hasta lo imposible por superar las victorias de su oponente, pero al ignorar los traspiés en el camino para conseguirlos no podía sino incurrir en los mismos errores. Un ejemplo lo constituyen las primeras caminatas espaciales. Quien dio el primer paso en el espacio fue el cosmonauta soviético Aleksey Leonov, en marzo de 1965. Pero fue un paso en falso…
Cuando Leonov se disponía a regresar a la nave notó que su traje espacial se había inflado, impidiéndole mover las piernas y los brazos.
Luego de flotar unos minutos a la deriva, Leonov se arriesgó a despresurizar su vestimenta, lo que le permitió regresar dificultosamente a su nave. Tiempo después, Eugene Cernan, uno de los primeros astronautas norteamericanos en realizar una caminata espacial, experimentó el mismo terror al ver cómo su traje se hinchaba en el vacío.
Mala puntería
La lista de errores cometidos y escondidos durante la carrera espacial es larga. Uno de los más terribles fue el que protagonizó el cosmonauta soviético Valentín Bondarenko en marzo de 1961, al participar de un experimento en un tanque de aislamiento, donde permaneció durante diez días. Todo había transcurrido a la perfección hasta que Bondarenko intentó tirar a la basura un algodón embebido en alcohol.
La mala puntería casi acaba con su vida. El proyectil fue a dar sobre una suerte de cocina que instantáneamente comenzó a arder, alimentada por una atmósfera artificial de oxígeno puro. En los treinta minutos que requirió la apertura de la puerta sellada del tanque, Bondarenko resultó quemado. Pero aunque sobrevivió, sus lamentos no llegaron a oídos de la NASA.
En enero de 1967, los tres tripulantes de la Apolo I atendían las maniobras de una prueba previa al lanzamiento en una atmósfera enriquecida de oxígeno similar a la que respiraba Bondarenko seis años antes. Bastó una chispa surgida de los controles para que se desatara un infierno que nadie en la NASA podía haber previsto, y del que ninguno de los astronautas encerrados en la cabina de la Apolo pudo escapar.
Para saber más
Neglicencia y sarcasmo
¿Pudieron haber sido evitados los desastres de los transbordadores Challenger y Columbia? Quizá sí, pero para eso los científicos de la NASA deberían haber aprendido primero algo de los errores de sus colegas soviéticos. En septiembre de 1983, los cosmonautas Gennadi Strekalov y Vladimir Titov casi mueren durante el lanzamiento del Soyuz T-10A, cuando una pérdida de combustible desencadenó un incendio en los propulsores.
Strekalov y Titov intentaron abortar el despegue, pero las líneas de comunicación con el exterior estaban quemadas. Pero seis segundos antes de que la nave estallara lograron activar el sistema de escape que catapultó su habitáculo lejos de las llamas que casi los devoran. Una de las lecciones no aprendidas por la NASA.
"La muerte de las tripulaciones del Challenger y del Columbia se debe a que la NASA fue negligente al no proveer a sus naves de un sistema confiable de rescate para la tripulación -opinó Vladimir Semenov-. Luego de la tragedia del Challenger hubo un intento de crear un sistema de escape para los transbordadores; pero si le pregunta a cualquier ingeniero que haya visto lo que la NASA desarrolló le dirá que es sólo un chiste muy caro.
"El sistema fue diseñado para que la tripulación del transbordador dañado escape... en 15 minutos o más. ¡Esto es algo sarcástico! Desde que despega, el transbordador tarda tan sólo ocho minutos en ponerse en órbita. ¿Resultado? El desastre del Columbia", responde Semenov.