Carlos Pedro Blaquier: el señor del ingenio
A los 76 años, es uno de los hombres más poderosos del país. Preside el Ingenio Ledesma, es coleccionista de arte, escritor y filósofo. Polémico y frontal, afirma que los gobiernos argentinos desconfían del empresariado, que es capaz de echar a un empleado que se psicoanaliza y que “el problema de los países en vías de desarrollo es que la mayoría de sus votantes son subdesarrollados”
Cuando leí en La Nacion de un sábado de julio la publicidad de los libros de Carlos Pedro Blaquier, me pregunté qué querría que se supiera exactamente de él un hombre tan poderoso que en letras grandes publicaba un aviso en el que se leía: "Egresado del Instituto Superior de Filosofía, doctor en derecho y ciencias sociales, doctor honoris causa en filosofía de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, académico titular de la Academia Nacional de Ciencias de la Empresa y presidente de Ledesma desde 1970".
¿Quería mostrar sus libros de filosofía? ¿Quería decir que no sólo era un hombre de negocios? No encontré reportajes en los archivos de prensa. Y se me ocurrió que alguien con tan bajo perfil, aunque muy conocido por empresarios, políticos y algunos periodistas quería comunicar algo.
Comenzamos a conversar, algunas veces por teléfono, otras por correo electrónico –por intermedio de su secretaria, Constanza Blois–. La entrevista tuvo varios capítulos: primero Blaquier quería conocerme. Un lunes (feriado) me invitó a almorzar a La Torcaza, una mansión que tiene Ledesma para recibir. Vino a buscarme, conversamos durante el trayecto. Desconfiaba.
Hicimos una especie de visita guiada: me mostró las esculturas, los mármoles, me contó la historia de un sauce llorón que le regaló el arquitecto Carlos Thays. Contó anécdotas picarescas, como la de aquella vez que había invitado a un grupo de obispos a su casa y uno de ellos se paró frente a una estatua de Venus con un pecho descubierto y le dijo: "Doctor Blaquier, ¡qué pena que no puso aquí una estatua de la Virgen!" Blaquier contestó: "¿Quién le ha dicho que esta chica no es virgen?".
Bien podría ser Blaquier un personaje del Renacimiento, por más amante de los pintores impresionistas que sea.
En la casa, champagne y refinados canapés. En la mesa, el menú estaba escrito a mano en una hoja con su nombre y el de la casa. El anfitrión aclaró: "Ojo, que yo tengo padre y madre de origen francés. En Francia, el deporte nacional no es el fútbol, sino la comida".
Al volver, pensé que este hombre acostumbrado a mandar no iba a ceder espacios en un reportaje. La cita fue, diez días después, en las oficinas de Ledesma. Antes había habido una catarata de mails, porque Blaquier quería hacer el reportaje por escrito. Enviaba propuestas de preguntas, sus libros de filosofía, copias de sus discursos, una carpeta con la historia de las empresas que manejó.
Finalmente llegó el día: a las diez y media de la mañana, Carlos Pedro Blaquier decidió deponer las armas y entregarse al reportaje.
–Es poco frecuente que un empresario sepa tanto de filosofía y, además, se tome tiempo para reflexionar. Uno sospecha que son sólo gente de acción.
–Mi vocación inicial fue seguir filosofía. Mi padre me pidió que siguiera abogacía, porque en ese entonces en la Facultad de Derecho se estudiaba mucha economía; tanta, que por ejemplo Roberto Alemann (posiblemente el mejor economista vivo que tenemos hoy en la Argentina) es abogado. Pero yo además cursé filosofía. En un librito mío, Apuntes para una introducción a la filosofía, explico cómo me resultó de gran utilidad en mi vida empresarial haber estudiado lo que estudié. Es una gimnasia para el cerebro.
–¿Cómo ve a los empresarios argentinos? Mi sensación es que no se sienten corresponsables de lo que pasó y pasa en el país.
–Los empresarios no gobernamos.
–Pero tienen un poder permanente.
–No tenemos el poder político. Ni tanta influencia.
–¡Blaquier, por favor, son un sector de presión más que importante!
–Sí, de poder económico, pero no de poder político. Los gobiernos hacen lo que quieren.
–¿Está tan seguro?
–Segurísimo. Mire, todo el agro está contra las retenciones. Es un disparate; estamos protestando por los subsidios de Europa y de los Estados Unidos, y nosotros, que encima no subsidiamos, gravamos las exportaciones. Los empresarios hemos propiciado desde la Bolsa y desde la Unión Industrial el ajuste por inflación, y este gobierno no nos escucha.
–Siempre se habla de la conciencia nacional del empresariado brasileño...
–Es distinto. Acá los empresarios son vistos por los gobiernos con desconfianza. En Brasil, el empresario es la continuidad de la política del gobierno en manos privadas.
–¿No hay autocrítica de los empresarios argentinos en relación con la debacle del país?
–Mire, el problema de los países en vías de desarrollo es que la mayoría de los que votan son subdesarrollados. Entonces, por lo general, el poder político es el resultado de esos votos.
–Hablemos de la clase alta argentina, que ha tenido acceso a una educación de excelencia.
–(Interrumpe) ¿Usted a qué llama clase alta argentina?
–Al sector tradicional que ha mandado en la Argentina, y que se ha dedicado al campo.
–Yo creo que las clases tradicionales perdieron el lugar que tenían en la generación del 80 con la revolución del 4 de junio de 1943. Perdieron participación. Esa clase, que usted llama dirigente, con Perón dejó de tener peso en la política.
Mientras conversa, va mostrando distintos lugares de la casa. Todo el tiempo hace gala de su sentido del humor. Beatriz, el ama de llaves, trae té, café, enciende luces. Nos acompaña en la recorrida. Cuando él se olvida de algo, ella es su ayudamemoria.
"Acá tiene el dormitorio principal." A un costado, sobre una mesa baja, hay una bellísima cabeza en hierro negro de "La Cautiva", hecha en 1904 por Lucio Correa Morales.
Pasamos a otro salón.
–Para entender su ideología, ¿qué piensa por ejemplo acerca del reclamo que hace Greenpeace sobre la selva de yungas, que es de su propiedad y que está explotando? ¿Es cierto que se daña el medio ambiente?
–(Se pone serio) Siendo presidente de Ledesma doné a Parques Nacionales el Parque Nacional Calilegua, que son 75.000 hectáreas de yungas. En Jujuy hay entidades ambientalistas con las que nosotros hablamos. A mí me parece que los gringos tienen que dejar a los ambientalistas de acá que digan lo que hay que hacer en cada medio ambiente. ¿Qué han donado estos gringos de Greenpeace a la Argentina? No me gusta que vengan a decirnos lo que tenemos que hacer.
Blaquier es incansable. Van más de dos horas de reportaje y de visita guiada por La Torcaza.
–Acá tengo una colección de libros eróticos; la tengo guardada. ¿Es así o no, Beatriz? Y hay libros del siglo XVIII; una colección espléndida.
–¿Qué pintor argentino es su debilidad?
–Una de mis debilidades es Emilio Pettoruti. Cuando empezó a hacer cubismo puso la pintura argentina al día con la europea, porque acá las cosas llegaban siempre cincuenta años después. El impresionismo argentino llegó bastante después. Como Fader, que pintó mucho y pintó bien. Yo compré Pettoruti en Europa porque él pintó y expuso mucho en Europa.
–¿Usted es un hombre que puede diferenciar entre estar contento y ser feliz?
–Bueno, estar contento es una cosa más superficial. Un hombre que hace un buen negocio puede estar contento, pero puede ser un tipo desgraciado en su vida privada. Ser feliz es más profundo.
–¿Usted es feliz?
–¿Yo? Sí.
–¿Podría desenchufar la computadora de la cabeza y desconectar el disco rígido?
–Pero... ¡si cuando estoy enchufado es cuando mejor estoy!
–Es por eso que no se retira de Ledesma y se va a su casa.
–Absolutamente, para mí sería la muerte.
–¿Cómo se lleva con la soledad, con la depresión?
–He tenido mis altibajos, pero no soy un depresivo. Con la soledad me llevo bien, porque tengo buenas compañías durante el día. A mí, lo único que no me gusta es comer solo. Trato de acostarme sin comer.
–¿Se psicoanalizó?
–(Se ríe) No. He acompañado a una persona que quiero mucho a psicoanalizarse .Y la verdad es que lo hacía por solidaridad... Creo que los argentinos abusan del psicoanálisis. Yo me acuerdo de un día, hace años, que un funcionario de Ledesma me vino a contar que se había separado. Le agradecí la confianza por esta confidencia y le pregunté por qué se había separado. "Bueno, lo hablé con mi psicoanalista y él me aconsejó que me separara." A ese funcionario lo despedí. Porque si una persona necesita que su psicoanalista le diga lo que tiene que hacer no puede manejar una empresa.
–¡Qué fuerte! ¿Es fácil para usted tener confidentes?
–¿Qué es un confidente? Yo creo que las mujeres suelen tener un confidente. Los temas de la empresa los hablo con una gran confianza con mis gerentes. Ledesma tiene una cúpula chica.
–Bueno, pero ahora no hablo de temas empresariales...
–(Piensa un rato largo) ¿Confidente al que le cuenta qué? (y se queda pensando).
–Cuando está complicado con un tema, alguien que lo ayude a pensar.
–Bueno, mis problemas son, en general, empresariales.
–¿Todos?, ¿no ha tenido problemas afectivos?
–Y sí, claro que tuve problemas afectivos.
–¡Pero no me hable de la época de Frondizi, que es su ídolo!
–(Risas) Ese tipo de problemas lo resuelvo con la al-mohada.
–Como fantasía, ¿tiene miedo de convertirse en pobre?
–Bueno, mire, creo que volvería a hacer plata.
–¿Cómo sería quedarse en la calle?
–La verdad es que nunca me lo planteé así. Pero debe de ser malo, sobre todo en la vejez. Sufro cuando veo gente de mi edad pidiendo.
–¿Soporta que lo contradigan?
–En general, con mis ejecutivos, que no son tantos, dialogamos las cosas, y le diría que en el 99% de los casos nos ponemos de acuerdo. Rara vez digo "esto se va a hacer así porque el responsable del barco soy yo". Ledesma es una empresa que tiene el poder muy concentrado y es poco burocrática.
–¿Alguna vez se lavó un par de medias?
–Buena pregunta. Puede ser que lo haya hecho siendo estudiante, en París.
–¿Alguna vez se hizo un huevo frito?
–No.
–¿Alguna vez le llevó el desayuno a la cama a una señora?
–Bueno, cuando Mimi (su hija mayor) era chica, yo me levantaba y le preparaba las mamaderas... Había en esa época Nestogeno y Ostelac.
–¿Y se las daba?
–No, se las daba Nelly (Arrieta, su mujer).
– ¿Y llevó la bandeja con el desayuno a una señora?
–No.
–Usted escribió un libro sobre los amores de Luis XIV. ¿Se asume romántico?
–Sí. Soy muy romántico. Pero ahí tiene al hombre que tuvo las mejores mujeres de Francia y se enamoró de Madame de Maintenon, una muchacha seis años mayor que él; vivió con ella durante treinta años, hasta su muerte. Y fue el gran amor de su vida. Es que el amor es eso también.
–¿Qué es?
–Una cuestión de piel.
–¿Y es como en los negocios?, ¿usted tiene la última palabra?
–No. En el amor no me gustan ni las mujeres que obedecen ni las que mandan. Me gustan las que comparten.
Por Any Ventura - Fotos: Daniel Pessah y Adela Aldama
Para saber más
www.ledesma.com.ar
Literatura y poder
- Nació el 28 de agosto de 1927. Proviene de una familia de origen francés. Estrugamou, por el lado de su madre. Estudió el Colegio Champagnat. Se casó con Nelly Arrieta en 1951. Herminio Arrieta y Paulette Wollman, sus suegros, ya habían decidido que su yerno se ocupara del Ingenio Ledesma, que actualmente preside y que es el primer ingenio azucarero del país. La empresa madre incluye a Glucovil, en San Luis. La Fundación Ingenio Ledesma tiene una escuela técnica y dos escuelas primarias.
- Acostumbra veranear en Mar del Plata, con carpa en el Ocean Club, en Playa Grande, e instalarse en la estancia La Biznaga, cuyo casco fue construido por sus abuelos paternos, Carlos Blaquier y Virginia Alzaga, a fines del siglo XIX. A la casa principal se le agregó una pista de aterrizaje para jets.
- Escribió, entre otros libros, Apuntes para una introducción a la filosofía y Los Amores de Luis XV. Su libro más reciente es Consideraciones sobre la historia política argentina.
Blaquier y la actualidad
–¿Cómo le fue durante la presidencia de Carlos Menem?
–El primer gobierno tuvo muchas cosas positivas. El segundo, con Roque Fernández, fue una catástrofe. Nos fue a lo Cavallo. Sin poder cambiar nada. Cuando alguna vez íbamos a hablar con Menem, nos decía: "Bueno, cómo no, le voy a decir al ministro de Economía", y el ministro siempre se quedaba en la suya...
–¿Está de acuerdo con la forma en que Kirchner negocia la deuda externa?
– Sí, claro. Estoy de acuerdo. Los que prestaron el dinero lo hicieron a tasas usurarias, diez veces más de lo que pagaban los países desarrollados. Si yo me meto en un negocio en el que sé que voy a ganar diez veces más que en un negocio normal, sé que estoy jugando a la ruleta, así que si pierdo, calavera no chilla.
–¿Qué piensa de la actitud del Gobierno con los piqueteros?
–Tengo mis serias dudas con lo que está haciendo. Acá hay un tema, que es la lucha interna dentro del peronismo. Hasta que no se resuelvan las cosas, seguirá sin arreglarse el tema piqueteros.
–¿Usted es antiperonista?
–Cuando Perón me preguntó en Puerta de Hierro si era peronista, le dije: "No, general, no soy peronista". El me palmeó y me dijo: "¡Qué suerte! Todos los que vienen acá son peronistas; por fin voy a poder hablar con uno que no lo es".
–¿Usted estaba ilusionado con la presidencia de Fernando de la Rúa?
–Creo su gobierno en la Ciudad dejó mucho que desear. Y bueno, los argentinos somos así: como hizo una mala intendencia, lo elegimos presidente de la Nación. Pero creo que fue decente.