Carl Honoré, el encantador del tiempo
El hombre ama el hockey; tanto, que es el capitán de su equipo. Acaba de marcar un gol significativo que, ya sabe –lo termina de decretar–, será una de las escenas de su vida que elegirá recordar cuando esté por morir. Para eso le falta, piensa. Pero alcanzará con que alguien le recuerde que es el mayor del equipo para que entre en crisis. Ese día, el del gol, tenía 48 años y triplicaba en edad a los más jóvenes de su equipo. "Tengo que capitalizar esta experiencia", pensó y transformó la crisis en creación. Esa es la escena fundante desde la que nació el último libro de Carl Honoré, Elogio de la experiencia (RBA, 2019).
Este periodista y escritor que nació en Escocia (1967), creció en Canadá y se dice canadiense, vive con su familia en Londres. Fue corresponsal en distintos países –entre ellos, la Argentina–, y por eso habla un castellano aceitado. Aunque es un hombre apuesto, elegante, con la marca fibrosa que la práctica de un deporte como el hockey deja en el cuerpo, a los 19 años ganó un concurso de belleza en Brasil durante un carnaval. "Algo así como 'el bicho más feo’ entre hombres vestidos de mujeres", recuerda. En Brasil trabajó con niños de la calle. "Tenía 21 años y me marcó profundamente. Volví con una misión de vida: salvar el mundo", dice. Para este hombre que se escucha a sí mismo, cada libro que aparece en su vida surge de una epifanía. Es autor también de Elogio de la lentitud, título con el que se lo asocia al movimiento Slow, la corriente de prácticas de vida que, resumida, sería algo así como bajar 70 cambios, estar en cada cosa, en el puro presente. También ese libro surgió de un momento de revelación: cuando le leía cuentos a su hijo apurándose por terminar, y ahí se escuchó contándole en ese modo tan sin parar. Y se quebró.
Traducido a más de 30 idiomas, este libro revisa el lugar de la segunda etapa de la vida, los aportes de la ciencia para una perspectiva de la longevidad de manera activa y lúcida. Toda una reivindicación de la madurez.
-Con un libro que nace de una revelación personal, ¿cómo contarías qué te llevó a crear Elogio de la experiencia?
-La chispa fue una pequeña crisis existencial. En un torneo de hockey en Inglaterra marqué un golazo que llevó a mi equipo a las semifinales. Estaba en la gloria. Sin embargo, descubrí que era el jugador de más edad del torneo y esa revelación me sacudió. Me preguntaba: ¿La gente se ríe de mí? ¿Debería dedicarme a otro pasatiempo más acorde a mi edad, como el bingo? Por suerte, no renuncié al hockey. En cambio, viajé por el mundo para investigar acerca del envejecimiento, para ver si había otra manera de verlo. Y volví con buenas noticias. Por supuesto, envejecer tiene sus desventajas. Ya no puedo correr como a los 20 y ahora necesito lentes para leer. Pero esa no es toda la historia, ni mucho menos. Lo que descubrís cuando dejás de obsesionarte con las desventajas del envejecimiento es que a medida que crecés, muchas cosas permanecen iguales y algunas incluso mejoran. Es por eso que necesitamos redefinir el envejecimiento para el siglo XXI. Crear una narrativa que sea más rica, más matizada y más optimista.
-En estos días del culto a la imagen, ¿cómo no morir en el intento por dar con un lugar de verdad desde un cuerpo maduro?
-Por un lado, hacer todo para mantener el cuerpo en buen estado. Comer bien, ejercitarse, dejar de fumar, beber con moderación, dormir lo suficiente, evitar el exceso de estrés. Por el otro, buscar modelos que te inspiren. El mundo está cada vez más lleno de gente madura que es bella, enérgica, inteligente, divertida, activa. Seguí a esa gente en las redes sociales, ampliá tu círculo social para incluir a personas mayores inspiradoras.
-Parecieras ver que la humanidad va hacia un nuevo paradigma de longevidad, ¿cuál es tu lectura para alcanzar ese objetivo?
-Hay muchas cosas que podemos hacer para rechazar el culto a la juventud. Lanzar campañas públicas que conviertan la discriminación por edad en algo socialmente vergonzoso. Fortalecer las leyes contra esa discriminación. Romper los estereotipos al mezclar las generaciones en la vida cotidiana. Cualquiera sea nuestra edad. Fundamental: actualizar nuestro vocabulario. Dejemos de usar expresiones como "viejazo" o "joven de corazón", que refuerzan la idea de que el envejecimiento es puro declive. Y seamos honestos, al mentir sobre nuestra edad le damos a los números un poder que no merecen. Ser honesto sobre la edad libera para diseñar la vida. Festejar esos cumpleaños en lugar de lamentarlos.
-El eros pareciera ser solo patrimonio de la juventud, ¿cómo barajar y dar de nuevo en el mapa del erotismo después de los 40?
-Aceptando que algunas cosas cambiarán con los años, que el cuerpo evolucionará y no tendrá la misma fuerza o rapidez de antes. Pero al mismo tiempo, rechazar la idea errónea que esta evolución tiene que ser una tragedia o una maldición. Al contrario, puede ser la chispa para descubrir un erotismo más profundo y placentero. Con la edad ganamos más confianza en nosotros mismos, conocemos mejor nuestros cuerpos y tenemos más agilidad social: tres ingredientes básicos para el buen sexo. No hacerle caso al cliché de que el sexo le pertenece a la juventud. Es mentira. Lanzate a la vida. Probá cosas (y personas) nuevas. No tengas vergüenza ni miedo. Lo lindo de envejecer es que sabés lo que te gusta y podés salir a buscarlo.
Un pacto de segundo tiempo
Para comprender sobre qué escribiría, Honoré se puso en los zapatos de un hombre de 80 años. Literal: se ajustó a un "traje de envejecimiento". Es un simulador que la marca Nissan inventó para hacer sentir al usuario como si tuviera 30 años más. Un menú selecciona patologías asociadas a la edad; Honoré se decidió por el glaucoma. "Una vez puestas las gafas, me visión se oscureció considerablemente", asegura. Al cabo de un rato, él se sintió "torpe, débil, vulnerable y hasta un poco asustado". Incluso desde esa experiencia, reconoce que "tenemos a nuestro alcance" hacer que cada edad sea mucho mejor de lo que era antes.
-Las grandes ciudades tienen un alto índice de gente que vive sola. ¿De qué manera atravesar la soledad a los 60, 70, 80 años en el corazón de la urbanidad?
-La soledad no es un monopolio de los más mayores. Es un problema sistemático del mundo moderno. A mi juicio, los consejos para evitar la soledad son los mismos a cualquier edad: Es importante mantener un espíritu optimista. Tratá de ver el lado positivo de las cosas. Si te duele el hombro, no dejes que esto se convierta en tu tema número uno de conversación. Centrate en lo positivo. Bueno, me duele el hombre, pero hoy salí en bicicleta por el barrio o vi la nueva película de Almodóvar y me encantó. Hacé el esfuerzo por mantenerte al día con las nuevas tendencias en la cultura, moda, arte, política. Usar las redes sociales para conectarte con otra gente. Forjá amistades con gente de otras generaciones. Y si es posible, desarrollá algún hobby que te ponga en contacto con otros aficionados.
-Ser mayor es estar más próximo a la muerte. En su opinión, ¿qué aportaría la experiencia para vivir más conectado con la vida?
-La muerte es inevitable, pero podemos elegir cómo lidiar con ella. Saber que se nos acaba el tiempo puede deprimirnos, o empujarnos a vivir la vida más plenamente. Es nuestra la elección... Solemos optar por la segunda opción. Los estudios demuestran que con la edad, paradójicamente, le tenemos menos miedo a la muerte. Y que nuestra capacidad de estar presente y disfrutar el momento aumenta.
-Fuiste corresponsal en Buenos Aires a mediados de los 90, ¿cómo viste nuestros ritos?
-Tengo una relación de amor y odio con Buenos Aires. Creo que muchos porteños se sienten igual. Es una ciudad muy culta, lectora, habladora: me encanta. Pero también tiene su lado oscuro. La corrupción, el hecho de que muchas cosas básicas no funcionan, los fantasmas del pasado no resuelto, la bronca. En Buenos Aires existen la buena lentitud y la mala lentitud. El mate es un acto slow por excelencia. No lo podés acelerar. Te invita – y hasta te obliga – a parar y esperar. Es táctil y sin pantalla. No tiene objetivo más allá del disfrute. El asado es lo mismo. También la tradición de tomar un cortado en el bar de la esquina. Otra ventaja que tienen los argentinos: la familia tiene un lugar importante. Funciona algo así como una vacuna contra el virus de la prisa. Es algo que hemos perdido bastante en el mundo anglosajón. Pero también hay mucha mala lentitud en Buenos Aires, que te quita tiempo. El tráfico pesado. La burocracia. La falta de puntualidad.
-¿Podrías conceptualizar sobre esta experiencia de la madurez para compartirnos?
-Sí. Incluso, tengo 12 tips: 1. Seguir aprendiendo y experimentando: el adagio de que no se puede enseñarle a un perro viejo nuevos trucos ni siquiera es cierto para los perros. La novedad te mantiene energizado y comprometido. 2. Cultivar relaciones fuertes. 3. Inspirarse en modelos a seguir. 4. Mantener el cerebro y el cuerpo en forma haciendo ejercicio y comiendo bien. 5. Canal Marie Kondo. Si algo, un trabajo, una amistad, ya no genera alegría, hay que dejarlo. 6. Encuentra un propósito que brinde un sentido a la vida. 7. Lo que decía antes: ser honesto acerca de la edad. Mentir refuerza el mito de que más joven siempre es mejor. 8. Permanecer flexible y abierto al cambio, el crecimiento y la evolución. 9. Ignorar a los traficantes de fatalidades que dicen que el sexo, el amor y el romance pertenecen a los jóvenes: no es así. 10. Ser positivo y concentrarse en las ventajas del envejecimiento: sentirse más a gusto en la propia piel; relaciones más profundas; más felicidad, altruismo, creatividad, conocimiento, experiencia. 11. Cultivar el sentido del humor. La risa aumenta la salud y la longevidad. 12. Pensar en la muerte. La conciencia de que el tiempo no es infinito le da forma y significado a la vida, y lo estimula a aprovechar al máximo aquí y ahora.
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