Dicen que ella era hija de una reina africana y se hacía llamar Pink. Y que él, el inglés James Frederick Snagg, dueño, en el siglo XIX, de casi toda la isla volcánica en la que ella se había criado, se enamoró apenas la vio. Y que tuvieron siete hijos que seguramente corretearon por las montañas entre cientos de tortugas, como las que ahora veo deambular, aún soberanas, por las mismas colinas verdes entre carritos que las esquivan en el ondulante campo de golf con vista panorámica al Caribe.
Mucho antes que a mí y a los pequeños Snagg, la imagen onírica de los numerosos quelonios también maravilló a los arahuacos, pacíficos agricultores que bautizaron la isla y la poblaron durante 1.500 años, hasta que en el 1200 los bravísimos caribes les arrebataron todo: la vida, las mujeres y la tierra, en ese orden. Pero el nombre arahuaco sobrevivió: Canouan significa isla de tortugas.
Los caribes, excelentes nadadores y constructores de canoas, resistieron por centurias la ocupación europea en la tupida y montañosa selva de la isla mayor, St. Vincent –main land– como la llaman los habitantes del archipiélago. Pero un día avanzaron los franceses y detrás los ingleses, coronas que se disputaron las Antillas menores durante casi todo el siglo XVIII.
En 1797 Gran Bretaña ganó definitivamente la batalla: St. Vincent y las Granadinas fueron colonia hasta 1979, cuando se independizaron como estado soberano integrante de la Commonwealth. En estas islas se habla inglés y se maneja por la izquierda.
De la comisión de cinco familias que el rey George III de Inglaterra había enviado en 1770 a ocupar Canouan, los Snagg resultaron ser los terratenientes más exitosos: a fuerza de cultivos de caña de azúcar primero y de algodón después, fueron ocupando la casi totalidad de esta isla montañosa de 5,6 km de largo por 2 km de ancho.
James Frederick, hijo del pionero William, expandió esos cultivos: agregó maíz, mandioca, batata; construyó la primera escuela y una iglesia anglicana con piedras traídas de su país, en la que se casó con Pink y donde hoy los emulan novios adinerados en plan romántico.
Canouan significa "isla de tortugas" y de su dominio no hay dudas: andan orondas por el golf del resort.
James Frederick además sentó las bases del comercio de ballenas que floreció en la isla desde 1870, cuando se le ocurrió invitar al constructor de navíos inglés Benjamin George Compton, para desarrollar su técnica de construcción de buques en esta ínfima porción de tierra con dos costas: sobre el Caribe y el Atlántico.
En 1921, un huracán destruyó la pequeña villa edificada a orillas de la oceánica Carenage Bay y determinó la mudanza del pueblo al lado caribeño, más al sur, menos ventoso: en las colinas de la reparada Grand Bay nació Charleston, el desangelado pueblo actual.
El último Snagg vendió en 1946 toda la propiedad familiar al gobierno de St. Vincent. Éste, a su vez, con el argumento de la precaria economía sostenida a duras penas por la pesca artesanal, le vendió 320 hectáreas (poco menos de la mitad de la isla) a un desarrollador turístico italiano, quien torció el devenir sin ambiciones de la isla de las tortugas.
La transformación
Así fue como en 1991, Antonio Salatino –representante de un consorcio financiero europeo– inició la etapa que transformó Canouan: abrió un hotel cuatro estrellas (Tamarind Beach Yacht Club) en la caribeña bahía del pueblo, construyó muelles, trazó caminos e instaló plantas de luz solar y una potabilizadora de agua para toda la isla.
En los alrededores de Carenage Bay, en la parte norte de Canouan, inauguró un resort de lujosas residencias y villas diseñadas por los arquitectos Luigi Vietti y Antonio Ferrari, todas decoradas con objetos traídos de Italia, Vietnam, Venezuela, Indonesia y México. Un bellísimo campo de golf de 18 hoyos diseñado por Jim Fazio y un casino solitario frente al mar completaron el nuevo paisaje.
La nueva fuente de trabajo atrajo a muchos isleños, en especial a los de main land: de 800 habitantes, Canouan pasó a tener 1.700; nativos hasta entonces dedicados a la agricultura y a la pesca, fueron adiestrados en los distintos rubros hoteleros y perfeccionaron sus nuevos saberes con los sucesivos propietarios. En 2004, el complejo se vendió y en 2014 entró en escena un empresario italiano, que adquirió 485 hectáreas y, a todo lo existente, le agregó el primer cinco estrellas de isla, Pink Sands.
La vida en rosa
Apenas ponemos un pie en el majestuoso lobby de toques rosados en la sobria decoración, llega un fondo de mar turquesa que se deja ver a través de altísimas puertas de vidrio. El joven holandés Michael Wolff nos recibe y escolta hasta la habitación, que tiene más metros cuadrados que mi casa: 250. Un vestíbulo oval de piso marmolado se abre al living comedor en el que un enorme espejo rectangular camufla un televisor. El salón se continúa en una galería con dos chaises longues con vista al mar.
Tenemos cinco tablets para controlar la iluminación, la temperatura, el audio, la TV, los ventiladores y los cortinados de cada rincón de cada ambiente donde reinan la madera, el mármol y telas nobles. Todo traído de Europa, principalmente de Italia. Me doy un baño de inmersión en bañera oval y me pongo las pantuflas que, de tan acolchadas, me siento flotar en el camino a abrir la botella de champagne de bienvenida. En la mesa hay un libro de un artista italiano que cuenta la historia de amor entre Pink y el inglés, pero más tarde constato que no se debe a ella el nombre del hotel, sino al gusto de los decoradores por el color rosa, presente en cada ámbito privado.
Pink Sands abrió en octubre de 2016.Tiene más de 20 suitesfrente al mar y seis villas sobre una colina con vista a la playa. El hotel se integró al ya existente Canouan Estate compuesto por 17 casas espectaculares: 14 residencias (de 2 a 9 dormitorios, con piscina privada) y 3 villas (de 5 a 7 dormitorios) en las que se puede llegar a pagar 25.000 dólares la noche, sin desayuno.
Dentro del resort, senderos pavimentados conducen –carritos de golf mediante a disposición de los huéspedes– a las distintas mansiones, a la cancha de golf de 18 hoyos, al impactante spa, a las tres canchas de tenis, al Kid´s Club y a los nueve restaurantes/bares en los que sorprenden las creaciones del chef ejecutivo. Los desplazamientos zigzagueantes de un sitio a otro no tienen desperdicio: se atraviesan cimas de verdísimas colinas y las vistas panorámicas son fabulosas. Y entre las cuatro y las cinco de la tarde, las tortugas se suman de a cientos al paisaje montañoso.
La primera noche cenamos en el restaurante de la piscina, especializado en cocina peruana nikkei. El ceviche de pargo rojo, el vino francés y el rítmico sonido de las olas componen un momento nocturno sumamente placentero.
Pink Sands, irreal
A la mañana siguiente, antes de desayunar bajo a la playa. Salgo del agua cálida, y es la del Atlántico. Piso la arena fina, de color manteca, en sobrio contraste con las alineadas sombrillas fucsia que proyectan su sombra en reposeras de delicados géneros de rayas rosadas. Los 27 grados de temperatura se combinan con la brisa oceánica para quitar con delicadeza la humedad de la piel. Cuando comienzo a pensar que debería secarme las manos para sacar una foto con el celular, aparece Simón, un hombre moreno y sonriente, vestido con ropas claras. Trae una bandeja con una pequeña toalla enrollada y una botella de agua helada. Mientras me seco y bebo, me cuenta que guía a los huéspedes a la cima de Mount Royal (Monte Real), el punto más alto de la isla, una montaña que alcanza los 275 metros y que está dentro del resort. Señala un sendero en el cerro verde, más allá del campo de golf y dice que el ascenso se cubre sin mayor dificultad en 45 minutos. Y que la vista 360 grados incluye todas las Granadinas desparramadas en el mar.
Estamos en Godahi Beach, la playa exclusiva del hotel y una de las cuatro playas de Canouan Resort que se ubican frente a la barrera de coral, distante unos cien metros de la costa. El gran complejo hotelero incluye otras cinco bahías más, algo alejadas.
En el desayuno a la carta en Lagoon Café, noto en las mozas, el mismo cuidado que dispensó Simón: eficientes, espontáneas y risueñas sirven café en delicadas piezas de vajilla Bernardaud. El lujo y la sofisticación alcanzan su punto cúlmine en el restaurante Romeo, una propuesta asiática con cocina abierta y equipada con la última tecnología.
Paso a conocer el Pirates of the Pink Sands Kids & Teenagers Club y, definitivamente, quiero ser una niña. Es un amplio y luminoso espacio diseñado con muy buen gusto para que los chicos se diviertan de mil maneras: hay dos piscinas sólo para ellos, biblioteca con libros hermosos, juegos y clases de cocina, una MacStation, taller de artesanías, rincón imaginario, play station, wifi, ping-pong, metegol, plaza con juegos, área para bebés.
Más tarde me entrego a un tratamiento facial que la balinesa Ni Made Suartini realiza con productos ingleses Espa y sabiduría ancestral. Estoy en una de las diez cabañas del spa, que se distribuyen en la ladera de un cerro frente al mar: un funicular de madera las comunica. Cierro los ojos. Los masajes de Ni Made y el rumor del oleaje me sumergen en la mayor de las relajaciones.
Antes del atardecer, paso por el playero Shell Beach Restaurante. La carta ofrece distintas marcas de ron por país y la rica cerveza local Hairoun, pero nos recomiendan probar el trago Canouan Passion, preparado con el ron local SLR, licor de maracujá, jengibre, menta, mango y jarabe de granadina.
A continuación, el holandés Michael nos lleva al mejor lugar del resort para ver el atardecer: el hoyo 13 de la cancha de golf. Llegamos tras breve viaje en carrito a este punto panorámico en el que se ve toda la isla y las vecinas Union Island y Mayreau.
Si pensás viajar...
La temporada alta en las Antillas Menores va de diciembre a mediados de abril. La baja, del 11 de junio al 31 de octubre.
CÓMO LLEGAR
Miami es el aeropuerto con más conexiones.
La mejor conexión es vía Barbados, aunque también hay vuelos desde St. Lucia.
St. Vincent aún no tiene aeropuerto internacional (está en construcción, era éste? Argyle International Airport ), por lo que sólo llegan al archipiélago jets de SVG Air y de Mustique Airways (miembros de Grenadine Air Alliance), que operan vuelos diarios desde y hacia Barbados; y con menor frecuencia desde St. Lucia.
DÓNDE DORMIR
La propiedad incluye el complejo The Pink Sands Club, las residencias de Canouan Estate y el cuatro estrellas Tamarind Beach Resort. The Pink Sands integra la cadena The Leading Hotels of the World.
Canouan Estate. Es un conjunto de villas privadas: 14 Canouan Estate Residences, que varían de 2 a 8 habitaciones cada una, con vista a la laguna, y 3 Canouan Estate Villas. Además, el magnífico campo de golf de 18 hoyos de Jim Fazio –uno de los mejores del Caribe–, canchas de tenis, spa, deportes acuáticos no motorizados, kids & teens club, y cuatro playas a las que pueden llegar con el carrito de golf que cada suite o villa tiene incluido para que los huéspedes puedan trasladarse por todo el complejo.
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