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Enero estuvo entretenido. Al culebrón del príncipe Harry y la casa real británica, al de la pareja de Paul-Homs, se sumó el de Shakira y Piqué, todos ejemplos de lo redituable que es lavar los trapos sucios en público, o lo que se conoce como oversharing (exposición desmedida la vida privada). Tras la canción de la venganza junto a Bizarrap - que ha batido récords históricos de visualizaciones en un solo día (y sigue subiendo), y viendo que el ex defensor del Barcelona recoge el guante en cada ofensiva (ahora anda en Twingo y usa relojes Cassio), la cantante colombiana sigue sumando causas a su despecho.
Aunque meses atrás había conseguido un acuerdo judicial que le permitía mudarse a Miami con sus dos hijos, sigue instalada en la casa que compartía con Piqué en las afueras de Barcelona, y que está pegada a la de sus suegros, tal como describió en la letra de su hit. Según las crónicas, hace dos fines de semana Shakira organizó una mega fiesta en ese domicilio y decidió abrir puertas y ventanas para que todo el vecindario escuchara a los invitados coreando su hit. “¿Qué sería de nosotras sin las amigas que secan nuestras lágrimas y celebran los buenos momentos?”, escribía en su cuenta de Instagram junto con imágenes del momento. Ya el término “secan lágrimas” anuncia el calibre de su resentimiento que, a estas alturas... atrasa un poco.
Aunque ahora el mundo la considere un ejemplo de “empoderamiento femenino”, algunos de sus detractores consideran que el solo hecho de haber degradado abiertamente a otra mujer (comparándola con un Renault Twingo y un reloj Cassio, supuestamente marcas más populares que Ferrari y Rólex, que vendrían a representarla a ella)- demuestra que su queja no tiene propósitos de reivindicación sino que denota un sesgo machista del que ya había dado muestras en el pasado. Al menos ese tufo emanaba de unas declaraciones realizadas en 2014 durante una entrevista para el Daily Mail: “Gerard no es celoso, es territorial, un hombre español, se porta de forma natural. Le gusta defender su territorio, la defensa. A mí me gusta que sea así. Él tiene que cuidar la portería”, decía naturalizando de algún modo la figura del varón “con los pantalones bien puestos”, concepto que ella entonces aprobaba, y que hoy los colectivos feministas no le hubieran dejado pasar. Por eso mismo es que sus canciones, como bien se escribió por ahí, “representan esos valores románticos que, pese a estar todavía vigentes, ya habíamos asumido como dañinos, falsos”. Y está a la vista lo mal que hizo Shakira en creerse aquel cuento. A esa narrativa contradictoria podría sumarse un tonito clasista: unas son de alta gama (Rolex/ Ferrari) y otras de segundas marcas, connotación que bien habrá calado en la autoestima de muchas fans, para quienes esos productos de lujo son inalcanzables.
Sin embargo, lo más notable es que la estrategia de Shakira alimenta esa claque virtual que aplaude y likea cualquier cosa que haga una mujer contra un hombre, y cualquier cosa que haga cualquier mujer, incluso una como Shakira que no adhiere más que a su propio bolsillo. La prueba de cuan vintage es su discurso quedó materializado en la decoración que usó para su fiesta: una bruja de tamaño natural colocada en el balcón, mirando claramente en dirección a la casa de sus suegros...?la otra vendría a ser “la bruja que me quitó el marido”?...
A juzgar por lo productiva que puede ser una infidelidad, la ex de Antonito de la Rúa debe estar inspiradísima escribiendo alguna nueva canción o reciclando otra para agregar balas contra el nuevo affaire del futbolista, una joven con la que estaría traicionado a la pobre novia de 23, la única que hasta ahora no ha podido facturar ni una moneda con su desgracia...