De Courtney Love a Aimée Mann, cómo el indie de los 90 tuvo su liberación en las canciones de chicas.
En la década del 90 aparecieron en los Estados Unidos y sus alrededores chicas portando sus guitarras, songwriters del indie que electrificaban la tradición de Joni Mitchell y Joan Baez y le ponían pop al angst de Janis Joplin. A quienes andábamos por los 20, esas voces encontradas en el azar de las bateas de Tower Records nos contaban cómo era hacerse mujer en una época que creíamos más igualitaria. Hoy, que pasaron los años y muchas nuevas olas, quiero acordarme de algunas de esas chicas que tomaron las armas.
Courtney Love fue mucho más que la mujer de Kurt Cobain. Primero con su banda Hole y después solista, produjo canciones aguerridas y una estampa de estrella echada a perder: una punk de alfombra roja. Alanis Morissette fue reina de la ironía hitera y de la angustia indie. PJ Harvey distorsionó el blues y le puso trance electrónico, sexo, sangre y sensibilidad rocosa. Sinead O’Connor profetizó su futuro desastre psíquico desde la tristeza celestial con que cantó para siempre “Nothing Compares”.
Pero me gusta acordarme de las que no dejaron marcas decisivas en la historia del pop. No plantaron su nombre ni sellaron con él una época. Elijo estas tres chicas y estas tres canciones perdidas en la abundancia informativa:
“Longshot”, de Aimée Mann, empieza con unos segundos de riff de guitarra solitario, cortajeado y meloso, que ralenta la aparición del bajo y la batería y prepara el terreno para que la voz nasal y transparente de Mann empiece diciendo: “You fucked it up” (“la cagaste”). Otra canción más de contradicción amorosa en segunda persona: la última frase de la canción es “Please love me more” (“Por favor, quereme más”). Cuando la lanzó en su segundo disco solista I’m with Stupid, en 1995, Mann ya tenía una banda new wave de los 80 sobre sus espaldas. Había nacido en Virginia y era hija de padres convulsionados. Una página web dudosa acusa a su infancia de su futura actitud de “tomboy” (chica con actitud masculina). “Longshot” significa en inglés “apuesta riesgosa”: qué mejor definición del amor. Mann transforma el desgarro sentimental en una experiencia espacial, casi metafísica.
“Chopsticks” de Liz Phair: muchas de las canciones de esta estrella del indie de los 90 y futura MILF autoproclamada son etiquetadas por el puritanismo de Spotify como “explícitas”, ese conocido eufemismo para “sexo”. Un piano misterioso e irónico y una guitarra que ejecuta distorsión sin melodía son el fondo sobre el cual ocurre este hermoso poema minimalista casi hablado de Phair. La canción es sobre una noche de sexo casual que no llega a ser. La narradora conoce a un chico en una fiesta y lo lleva a la casa de él. En el auto, él le dice que le gusta tener sexo en cuatro y ella le dice que está bien, así al mismo tiempo pueden ver televisión. Después tienen una discusión confusa y ella le cuenta que conoció a Julia Roberts en un campamento a los 12. En los foros sobre el significado de la canción, se discute si tienen sexo o no; la mayoría dice que no. Todo esto pasa a las cuatro de la mañana, bajo una luz “gris como en las novelas”. Phair hizo con esas canciones explícitas acción afirmativa de la sexualidad femenina, pero también epifanías delicadas. El tono de resaca melancólica de “Chopsticks” supera cualquier canción de Tom Waits.
“Bizarre Love Triangle” de Frente! Quizás por inseguridad altanera, el pop rock es un género que cultiva mucho más la canción original que la interpretación. Ni aún hoy, ya con 60 años de repertorio atrás, se usa tanto el cover. Cuando, en 1994, la banda australiana Frente! lanzó una versión de “Bizarre Love Triangle” de New Order, el tema no era el ícono de una época festiva y revisitada; apenas una canción que sonaba antes de ayer en las fiestas. La voz casi infantil de Angie Hart, acompañada apenas por una guitarra acústica, lo transforma en una de esas experiencias de intimidad a las que nos da pudor asistir. La ambigüedad de la letra original (¿es sobre drogas?, ¿amor prohibido?, ¿paranoia?) se convierte, en esta versión, en algo inocente y perverso a la vez. La música es para las pistas y para las buhardillas, y Frente! la llevó de un lado al otro.
Chicas contando sus secretos en formato canción: ellas también fueron responsables de lo que sentimos, soñamos e imaginamos alguna vez. Ya no le importa a nadie, pero descansan en la internet profunda como pequeños documentos de nuestra identidad.
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