Canciones a flor de piel
Reconocida en todo el mundo, la cubana Yusa encarna la renovación de la música latinoamericana. Virtuosa instrumentista y compositora, antes de actuar en Buenos Aires habló con LNR de su infancia, su país y su fuente de inspiración: los niños
El sol del mediodía es una flecha implacable, pero en la terraza del bar de Palermo Soho la que encandila es ella, una sombra severa. Llega -la piel, un lienzo ébano; el pelo, una madeja mota electrizada; la actitud, de niña seria- y todas las cabezas giran para mirarla.
Se llama Yusimil López Bridón, pero se presenta como Yusa. Tiene 37 años, es compositora, multiinstrumentista y cantante. Cubana. De esos artistas cubanos que combinan la más honda tradición musical de su país con sonidos de todo el mundo. Una generación bisagra que luce, sin complejos, absoluta lealtad hacia la Cuba revolucionaria mientras mira atentamente lo que sucede más allá de sus fronteras. Para recibir del mundo. Pero también para darle. Su poética agridulce fue registrada en cuatro discos: Yusa (que le valió dos nominaciones a los premios para world music de Radio 3 BBC Londres y el premio en la categoría fusión en Cubadisco, en 2003), Breathe, Haiku y Vivo, su primera placa en vivo (grabada en Buenos Aires). Todos fueron editados en Europa, Cuba, Estados Unidos, Japón, Brasil y la Argentina. En 2004 participó de la gira Latin American Voices, con la que recorrió once ciudades inglesas. En 2005 fue invitada por el sello Blue Note Japón. Formó parte del Trío Planetario junto al brasileño Lenine y al argentino Ramiro Musotto, con quienes grabó el DVD In Cité, en París (premiado con un Grammy Latino). Este año actuó por primera vez en los Estados Unidos y participó del Festival de Jazz de Montreal, en Canadá. Terminará 2010 con shows en la Argentina, este viernes y el 17 (ver El show).
Pero ahora, en la terraza del bar, apoya su guitarra herida (se le acaba de cortar una cuerda), se sienta y pide con voz grave y afelpada un licuado de agua de coco, limón, jengibre y hojas de menta.
-Es una mezcla buena para los intestinos.
Lo dice con seriedad monacal. Con la severidad de una sombra de mediodía.
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Cuando llegó al mundo, un día de 1973, ya le tenían el nombre preparado. Héctor, su padre, era marino mercante, y mientras recorría los mares del mundo había leído algo sobre una princesa árabe llamada Yusimil. Desde ese momento, el hombre supo que el día que tuviera una hija le pondría ese nombre. Su madre, Mirta, una economista que había estudiado Bellas Artes y tocaba el acordeón, lo aceptó sin reparos. La niña no tanto.
-¡En toda la literatura que he leído nunca he encontrado ese nombre! -dice, casi indignada.
La pequeña Yusimil fue la única hija del matrimonio del marino y la economista. Creció en una casa con dos plantas, una abuela, dos tías y dos primos, en el barrio de Buena Vista, en La Habana. Todos -la casa, la familia, el barrio- fueron, a su modo, testigos de sus primeros pasos en la música. Porque la música fue una constante.
-No recuerdo un solo momento de mi vida en el que no haya estado haciendo música.
Para la fiesta de Reyes, en Cuba se dispone un sistema por el cual en las jugueterías hay dos tipos de regalos: uno "básico", juegos didácticos que paga el Estado y que no se pueden elegir, y otros "dirigidos", que sí pueden escogerse porque los paga el comprador. Yusimil estaba empecinada en elegir ambos obsequios. El pedido -la exigencia- era siempre igual: una guitarra. A los seis años lo logró.
A los nueve cumplió con todos los requisitos para ocupar una de las ocho plazas (que pretendían unos 200 niños) en el Conservatorio de Música Alejandro García Caturla: promedio de escolaridad por arriba de los 96 puntos y demostración de aptitudes musicales durante tres largas semanas de exámenes. Llegar al conservatorio, dice, fue uno de los momentos más gratos de su vida. Tanto, que al entrar le reclamó a su madre por no haberla llevado antes.
-Fue llegar a un lugar en el que yo iba a aprender. Y para mí el conocimiento es el poder más grande que una persona puede tener.
Entonces, se volvió poderosa: terminó el primer nivel y a ese le siguió el nivel medio en el conservatorio Amadeo Roldán y el superior en el Instituto Superior de Arte. Fue la primera graduada especializada en un instrumento llamado tres.
* * *
Yusimil se transformó en Yusa por culpa de una confusión. Un amigo de la infancia escuchó que su madre le gritaba algo así como: "Yusi, espérame que me caigo con los tacones", y supuso que le había dicho Yusa. Ella dice que fue un malentendido, pero que desde ese momento todos la llamaron Yusa.
-Yusa -dice i-u-s-a- parece una especie de pregunta migratoria norteamericana. Algo como "way-you-es-ey..." -inventa y se ríe-. En realidad, las yusas son unas muñequitas artesanales japonesas. Pero no tienen nada que ver conmigo.
Pálidas, muñequitas, artesanales, japonesas: nada que ver con ella.
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Hubo un día en que todo lo que Yusa es corrió peligro de no ser. Al escucharla tocar la guitarra, un profesor, de particular estilo pedagógico, le dijo que los negros no podían tocar música clásica. Que a quién se le ocurría. El hombre, del que prefiere no acordarse, logró que la pequeña Yusimil cerrara el estuche de su guitarra con la idea de no abrirlo nunca más. Sólo el descubrimiento del tres y las enérgicas palabras de su madre la hicieron cambiar de opinión.
El tres es, a simple vista, un instrumento muy parecido a la guitarra. Lo que lo diferencia es, justamente, lo que le da su nombre: tiene tres pares de cuerdas de acero que se tocan con una púa. Fue creado por necesidades puramente empíricas: cuando los españoles se asentaron en el centro de la isla del mar Caribe llevaron con ellos el laúd y la guitarra, pero necesitaban un instrumento que acompañara rítmicamente. Para eso crearon el tres, que hasta los años 90 estuvo asociado a la música cubana tradicional, el tipo de música que tocaban los guajiros en los bares del país y que muy raramente interpretaba una mujer. Mientras Yusimil cursaba el nivel medio de conservatorio y escuchaba de boca de un profesor que no podía tocar tal o cual música por ser negra, en Cuba se decidió incorporar el tres entre los instrumentos que los alumnos podían escoger. Si no podía hacer música clásica con su guitarra, podía hacer música tradicional cubana con el nuevo instrumento. Fue la primera en experimentarlo.
Además, estaba su madre, mujer de convicciones firmes, que apenas se enteró del episodio con el profesor disparó un sinsentido cargado de sentido: "No señora, usted es músico y músico usted va a ser", le dijo. Después de semejante empujón, a Yusa no le quedaron dudas.
-No iba a abandonar lo que más quiero por culpa de una persona. Porque la música es mi vida -dice, levantando el tono-. Porque yo soy la música.
La severidad de la sombra.
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Desde que se graduó, Yusa perteneció -como todos los músicos cubanos- a una "empresa musical". Las empresas musicales, en Cuba, dependen del Ministerio de Cultura y agrupan a los artistas según el estilo que interpreten. La suya se llamaba "Adolfo Guzmán" y daba trabajo a músicos que hacían "música de concierto".
Como intérprete, nunca paró de trabajar. Tocó en bares y discotecas de toda La Habana e integró algunos grupos. La primera vez que la música le dio dinero ganó 198 pesos cubanos. Se gastó una parte en ir con amigos a una pizzería y la otra en Copelia, la famosa heladería cubana. Ahí, con esa comilona, dice que comenzó su vida artística.
Con el tiempo empezó a fantasear con una carrera solista, con trabajar de músico. Aunque carrera y trabajo son palabras que la erizan si vienen ligadas a la palabra música.
-Yo nunca he visto la música como un trabajo -se ofende-. La música es una vocación, tiene que ver con lo que soy.
Gracias a su vocación llegó a tocar con grandes músicos de Cuba (y a cobrar más de lo que podía gastar). Hasta que un día, en una peña, el dueño de Tumi Music, una discográfica británica asentada en Cuba, la descubrió. Tiempo después, Yusimil grababa Yusa, su primer disco, en el que canta y toca la mayoría de los instrumentos.
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Su música tiene múltiples influencias: Santiago Feliú, Carlos Embale, Sting, Led Zeppelin, Chick Corea, Jaco Pastorius, Me´Shell Ndegéocello, entre otros. De ella se ha dicho que combina la sutileza reflexiva de Joan Armatrading, el aspecto y el sonido de una Jimi Hendrix mujer, reminiscencias de Joni Mitchell y la destreza vocal de Tracy Chapman. Que consigue sonar como Gal Costa y Maria Bethânia a la vez. Puestos a catalogar, los críticos dicen que hace una mezcla de rock, jazz, música brasileña y música cubana, con lo que tiene de rumba, trova, son o filin. Y que todo lo hace bien. Puestos a catalogar, los comerciantes ponen sus discos en las bateas de world music, una categoría más comercial que artística que integra la música tradicional o folklórica, la popular y la étnica.
-World music es un término mortal y asesino. Desgraciadamente se etiquetan las cosas para que las personas las entiendan. Y no sé hasta qué punto las entienden... World music es una mezcolanza de cosas. Y eso no tiene que ver con lo que yo hago. Yo hago música.
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Yusa encarna algo que, dadas las sostenidas condiciones políticas de Cuba, podría ser una contradicción: es una cubana de mundo. Vive en La Habana, pero suele girar por Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Brasil, Japón, México, Colombia, Brasil, Uruguay y la Argentina. Está orgullosa de su país, pero cuando se intenta hablar con ella de la vida en la isla se fastidia y pierde algo de su frescura.
-¿Qué extrañás de Cuba cuando andás por el mundo?
-Se extraña mucho a la gente. El cubano es muy metido, muy chusma, y extraño mucho eso de tener al vecino cerca. De repente, ahora mismo yo no tengo azúcar y no tengo que esperar a comprar. Le toco la pared: "Eh, Roldán, ¿me das un poco de azúcar que se me acabó?"-actúa-. Roldán me da un poquito, le echo al café y sigo. Así es Cuba, así es el cubano. Extraño eso. Y el mar... Soy hija de un marino.
-¿Y qué es lo que extrañás del mundo cuando estás en Cuba?
-No tengo mucho tiempo de eso. Porque casi siempre regreso a ese mundo.
-Cuba es de esos países que no dejan a nadie indiferente. ¿Qué reconocés y qué no de la imagen que encontrás de tu país por el mundo?
-Son los medios los que se encargan de armar ideas falsas de los países. Eso es algo que antes me molestaba mucho. Ahora ya no. No hablo de mi país por ahí; las cosas que me parecen mal las digo en Cuba. Sé qué cosas son verdad y cuáles son mentiras. Por lo general hay medias verdades y medias mentiras. Y también están las opiniones. Yo opino una cosa y hay gente que opina lo contrario. Lo que sí me gusta es saber todo lo que se dice sobre Cuba. Malo y bueno. Lo que sea. Porque es mi país.
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En el momento en que se hizo la entrevista, los medios del mundo dedicaban gran atención a un episodio ocurrido con las Damas de Blanco, el grupo de mujeres de opositores cubanos presos por "conspirar con los Estados Unidos". Unas 30 habían sido detenidas momentáneamente mientras realizaban una marcha por las calles de La Habana, como protesta, al cumplirse el séptimo aniversario del encarcelamiento de 75 disidentes, entre los que estaban sus maridos.
-Eso de las Damas de Blanco existe hace mucho tiempo en Cuba -dice.
-La noticia es que mucha gente las insultó en la calle y que la policía las detuvo...
-¿Las detuvieron? No sé qué habrán hecho.
-No creés que su reclamo es justo...
-Cada cual tiene su necesidad, y si ellas tienen esa necesidad, yo la respeto. Yo soy cubana ciento por ciento. Y no quiero nada que vaya en contra de mi país. Son pocos los que hacen la Historia. Hay personas que no han hecho nada por mejorar las cosas. Es triste que, porque no haya habido una unidad de pensamiento, las cosas no mejoren.
-¿Dentro de la isla se percibe la diferencia de pensamientos?
-Sí, hay dos visiones. Unas personas dicen algo y otras las desmienten. Algo de todo eso tiene que ser mentira. Si tú criticas a cualquier país sin tener perspectiva, todo se jode. Pierdes la objetividad. Y muchas personas se ponen en contra porque sí. En una misma nación, tan pequeña y tan joven, y con una historia que ha sido paradigma para muchos, eso es una pena... Yo prefiero morir por la causa, pero de frente y en mi país. Porque mi país lo quiero arreglar yo y desde adentro. No de afuera. Los trapos sucios se lavan en casa. Puedo hablar mucho de Cuba, pero las cosas que no me gustan las digo allí.
-Sería interesante saber qué cosas no te gustan...
-(Duda) Tiene que ver con cosas culturales... (piensa). Con el descontento que va generando la falta de recursos. Pero yo soy de pensar que, si uno no está de acuerdo, tiene que hacerse su propia revolución. Como se hizo en otro momento.
-¿Como definirías al pueblo cubano?
-Lo bueno que tiene el cubano es ese sentimiento nacionalista. Ese sentimiento de integridad que tenemos desde la época de los Mambises (soldados cubanos que en el siglo XIX participaron en las guerras contra España por la independencia de Cuba). Somos un país sin algunos recursos, pero tenemos otros que no son para estarse lamentando... Ojalá otros países los tuvieran. Yo en Cuba he aprendido a trabajar. No he sabido lo que es no ir a la escuela. He tenido el ejemplo de ver a mi mamá ir a trabajar fracturada. Eso es Cuba.
Yusa se relaja sólo cuando la conversación cambia de rumbo. Cuando se habla de sus trabajos, de sus presentaciones en Buenos Aires y de los niños. En el espacio para los agradecimientos de Haiku, su tercer disco, hay uno que llama la atención: "A todos los niños que siempre han dibujado en mi voz, canciones", escribe Yusa.
-Los niños siempre me han rodeado y son quienes me marcan.
-¿Qué es lo que te marcan?
-El paso del tiempo. Ellos me centran. Son los que me salvan de la tristeza.
Yusa baja la vista y piensa. Es más sombra que nunca.
-La música tiene mucho que ver con los niños. Con esa cosa lúdica que tienen.
Yusa -la piel oscura- sonríe -la sonrisa blanca- y mira su guitarra herida.
-Por eso hago música.
En la terraza del bar el sol ya no es lo que era.
PARA VERLA
Hay dos buenas oportunidades a la vista para apreciar el talento de esta artista cubana: este viernes y el 17, desde las 22, presentará el álbum Vivo, en el pintoresco Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 764).
Lo hará acompañada por Mario Gusso (percusión), Marcos Archetti (bajo), Mariel Barreña (teclado) y Federico Jaureguiberry (saxofón alto), y promete invitados especiales.