Campo: sobre llovido, mojado
Hay un millón y medio de hectáreas bajo el agua en una de las zonas agrícolas más productivas del país, comprendida por el noroeste de Buenos Aires, nordeste de La Pampa, sur de Córdoba y sur de Santa Fe. En un mes llovió casi la mitad de lo esperad para todo el año y los productores piden la ley de emergencia nacional
Desesperación. Esa es la idea que transmite la familia López ante el avance del agua, que está apenas a 500 metros de su casa en las afueras de Coronel Charlone, un pueblo de 2000 habitantes a 570 kilómetros de la Capital.
"La masa de agua que se viene es impresionante", dice Carolina, que llegó con su beba de tres meses desde Buenos Aires hasta la casa de sus padres, para ayudarlos a levantar un enorme murallón de tierra, protegido con bolsas de plástico, en un intento de que la laguna en que se transformaron sus 270 hectáreas no conquiste el último territorio que le queda dentro de la propiedad que fue de sus abuelos.
Con un tractor, con una pala, hasta con las manos, la madrugada los sorprende construyendo el terraplén que se ve en la tapa de la Revista. Para esto, tuvieron que levantar alambrados, lo que se transformó en una curiosa experiencia: "Cuando sacamos el primer poste, el agua comenzó a brotar del suelo como un chorro. Entonces tuvimos que volver a colocarlo. Es que el nivel de la napa es tan alto que de cualquier pocito sale agua".
Desde el aire, el panorama es impresionante. Saliendo del aeródromo de General Villegas en un Cessna para cuatro personas, de 1961, se ve, volando hacia el Norte, una variedad de colores, cultivos y una pradera de ensueño. Pero apenas a diez minutos de vuelo, a lo lejos se ven manchones de agua que parecen en principio espejismos.
La ingeniera Gladis Ramonda, de la Federación Agraria Argentina, estima que se encuentran anegadas entre La Pampa, Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe más de 1.500.000 hectáreas.
Las pérdidas son muy elevadas y en algunas zonas, totales. Las cosechas de soja, girasol y maíz se arruinaron o se perdieron. Debido a las inundaciones, sólo se recolectarán seis millones de toneladas de girasol en vez de los 7.000.000 estimados, y 500.000 toneladas menos de maíz. A esto se agrega una menor producción láctea y ganadera, y el deterioro de los suelos e instalaciones, alambrados y caminos. Las pérdidas rondarían los 600 millones de pesos.
Según el ingeniero Francisco Ramírez, representante de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) ante el Consejo Consultivo del Banco de la Provincia de Buenos Aires, en el país prácticamente el 100% de los productores tienen créditos. En los últimos dos años el endeudamiento creció de 4000 a 6000 millones de dólares, a pesar de que la cosecha de los últimos dos años subió de 40 a 60 millones de toneladas.
El Banco Nación tiene el 44% de las tierras con aptitud agrícola hipotecadas a su nombre.
A esto se suman las altas tasas de interés, la baja de precios de cereales y oleaginosas, y los subsidios de los países extranjeros. La gente de campo no da más. "Cuando todos los países subsidian las producciones, en la Argentina hay renta presunta y un impuesto del 15% sobre la tasa de interás", dice Ramírez.
El Sistema Federal de Emergencias señala que en la región central del país las causas de las inundaciones son las excesivas precipitaciones que provocaron el desborde de la laguna La Picasa en el sur de Santa Fe (creció cinco veces) y del Río Quinto en Córdoba, e intensificaron las condiciones desfavorables en la cuenca del Salado. En la zona ya se ven cascos inundados, y aunque algunos dueños se van, otros tratan de quedarse hasta que se dan cuenta de que es imposible. Explica Carolina: "Tenemos los libros, la ropa, todo, guardado en cajas lo más alto posible. Tapamos las aberturas de las puertas para no tener que dormir sobre un colchón de agua".
Este es el segundo año consecutivo de inundaciones producidas por la cantidad de lluvia caída. En un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) se explica que durante la campaña 97/98 llovieron 1300 milímetros más de lo normal. Este año, las precipitaciones volvieron a estar sobre los valores normales. "Sólo en marzo llovió el 45% de lo que debería llover en todo el año. Por causa de las lluvias del año último, las napas de agua están muy altas para recibir esta nueva lluvia¨, dice el ingeniero agrónomo César Rebella, director del Instituto de Clima y Agua, dependiente del INTA Castelar.
Según explica el ingeniero, esta zona es una cuenca endorreica, es decir, sin salida y sin pendiente. El agua se va por infiltración y por evaporación. "Desde 1970, estamos en una etapa húmeda, que determina un aumento de las precipitaciones anuales. Esto tiene efectos acumulados: aumento en el nivel de aguas subterráneas y disminución de la absorción de estas lluvias."
En cuanto al tiempo de recuperación, aclara: "Depende del tiempo que el agua permanezca. Si las aguas subterráneas concentran sales, degradan la superficie. La recuperación puede llevar varios años o degradar el suelo irreversiblemente. Si hay un proceso de salinización intensa, puede que no sea económicamente viable recuperar el suelo", dice Rebella.
Desde la sede del INTA, las imágenes satelitales muestran las zonas anegadas. Allí mismo se congregan los productores que buscan respuestas. Para muchos, una imagen en la computadora es la voz del oráculo. Algunos pedirán un crédito al Banco Nación o al Provincia, y otros, que ya tenían créditos, no los podrán pagar.
Ante esta perspectiva, impera el sálvese quien pueda. "Los productores agropecuarios nos ayudamos en todo, menos cuando viene el agua. A pesar de que está prohibido hacer canales, los hacemos igual para sacar el agua de nuestro campo y que corra hacia el campo vecino. Es la desesperación de perder todo, de ver que tu cosecha está lista y que no la podés levantar por falta de piso, y saber que si eso sucede, no podés afrontar tu cuota del crédito. Yo mismo me he levantado a las 2 de la mañana para hacer un canal. Dejé que el agua corriera hasta las 5, y después lo cerré", dice un productor.
Los canales clandestinos están prohibidos por el Código Civil. El artículo 2634 dice: "El propietario de una heredad no puede por medio de un cambio que haga en el nivel de su terreno dirigir sobre el fundo vecino las aguas pluviales".
Sin hacer canales clandestinos, el licenciado Ernesto Ambrosetti, director del Centro de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina, vive el problema en carne propia. Es uno de los 1500 productores afectados. "Mi familia tiene 680 hectáreas, todas bajo el agua. Calculamos que para salir adelante vamos a tener que invertir 200.000 dólares, siempre y cuando el agua no esté salinizada. Si el agua se lleva la capa fértil, la tierra no sirve para nada. Además, hay que desmalezar. Contra el gramón solo, cuesta 25 pesos la hectárea, y volver a hacer pasturas, 120 pesos por hectárea. A nosotros nos llovió en un año y cuatro meses lo que debería haber llovido en 3 años. Si aclarara el horizonte, el primer ingreso lo tendríamos en diciembre del 2000, por el régimen de siembras y cosechas."
En la sede de la Carbap hubo una reunión de dirigentes agropecuarios que dieron su testimonio sobre lo que están pasando.
- "Estuvimos en emergencia desde 1984 hasta 1989. Fueron cinco años seguidos de pérdidas. De 1991 a 1998 pasamos por la misma situación. En 1998 se sembró el 10% de la cosecha fina y el 50% de la gruesa." Juan Carlos Cisneros, presidente de la Sociedad Rural de Bolívar.
- "En Santa Regina, al norte de General Villegas, hace cuatro cosechas que no se puede levantar nada. Estamos hablando de 220.000 hectáreas. El 30% del partido de Villegas. La zona pasa por una pobreza terrible. No hay caminos, se cerraron los tambos." Juan Viñas de Urquiza.
- "En este partido, unas 200.000 hectáreas están bajo el agua. Con la inundación, subieron las napas también, lo que hace que el agua no sea potable. Por otro lado, no hay cloacas, sino pozos ciegos. La degradación de los campos es tremenda. En algunos casos, se calcula que tardan cinco años en recuperarse." José María Galcerán, presidente de la Sociedad Rural de Carlos Tejedor.
- "Vemos con preocupación los anuncios de nuevos canales en la zona inundada, con destino final al río Salado, cuando las obras anunciadas para su cuenca baja aún no han sido terminadas." Jorge Gallino, secretario de la Sociedad Rural de Pila.
La Revista viajó para hablar con algunos de los productores. Después de ver la situación desde el aire, tuvimos una reunión en la Rural de Villegas. Alejandro Vignale, su presidente, explica la situación: "Villegas tiene 17.000 habitantes y 750.000 hectáreas. Calculamos unas 200.000 hectáreas con agua, lo que significa pérdidas por 50 millones de dólares. Históricamente, esta zona está más acostumbrada a la sequía que a la inundación. Aquí hay unos 1500 productores y, en la zona, 700.000 cabezas de ganado".
Algunos sostienen que hay que hacer canales para desagotar el agua, pero el tema no es tan fácil. "Esta es una cuenca que no tiene salida. Por eso hay quienes dicen que no hay que hacer nada. Además, en verano se evapora el agua a razón de un centímetro por día, lo que equivale a un año de canal. Ahora, contra este argumento también está la desesperación de los productores, que cuando nos inundamos queremos que nos saquen el agua de cualquier manera."
Otro tema importante es el de los caminos. "Tenemos caminos del siglo XIX y producción del siglo XXI. En los últimos 10 años la producción se ha duplicado, pero el camino quedó igual. Hay que rediseñarlos y ponerlos de acuerdo con el sistema productivo actual. Tienen que estar levantados, con sus correspondientes alcantarillados. Los caminos los pagamos, y nos los deben. En esta zona, únicamente el 50% de la tasa vial se utiliza para caminos", dice Vignale.
Los caminos de tierra se han convertido en ríos. Esto significa que un productor que tiene poca agua en su campo, si no puede entrar y salir, pierde todo aunque haya podido cosechar.
El agrimensor Jorge Ochoa da un ejemplo de obras de principio de siglo que aún hoy perduran a pesar del agua: "No conozco ninguna estación que esté inundada. Estos pueblos se formaron alrededor del ferrocarril. En ese entonces ya se tenía un dominio de los altos y los bajos, con sus correspondientes alcantarillas. Lo que sucede es que después de un período húmedo que duró hasta los años 20, vino la época de seca, del 30 al 70, y allí se hicieron las rutas, que muchas veces no tienen las alcantarillas apropiadas y funcionan como barrera que no permite que el agua corra". Solamente en Villegas se necesitan 10 millones de dólares para arreglar los caminos tapados por el agua.
El tema financiero es primordial. "La ley de emergencia provincial implica reducción de tasas, mientras que el impuesto inmobiliario se prorroga o se perdona. En el orden nacional, necesitamos en forma urgente agilizar la emergencia agropecuaria nacional. Esto consiste en una prórroga o quita a impuestos nacionales" dice Vignale.
"Además, los costos en la Argentina son más altos. Un 10% del costo de un flete de hacienda de Villegas al Mercado de Liniers se va en peajes", continúa.
Para Gustavo Sabigliano , de Cañada Seca, ser el dueño de 3000 hectáreas no es ninguna seguridad. El 80% de su propiedad está bajo el agua. Sin embargo, aunque su camioneta 4x4 se queda encajada en cada intento por entrar y salir de su campo, afirma: "Yo vivo en el campo. Irme es como abandonar el barco. Por eso me quedo acá.
"El grano salió caminando", dice. Y explica: como fue imposible levantar los cultivos, decidió dejar que se lo comieran las vacas. Las dejó pastar en campos sembrados en los que, en situación normal, las máquinas cosechadoras hubieran podido trabajar. "Físicamente el agua no nos ha hecho nada: es decir, no hay pérdida de vidas. Pero económicamente sí, y reconstruir esto significa endeudarse. Actualmente en la propiedad hay diez familias viviendo, pero seguramente habrá que achicar el personal." Sabigliano admite que éste es un problema recurrente por las inundaciones. Familias enteras se quedan sin empleo porque trabajaban en un establecimiento que entra en déficit, o porque ellas mismas son propietarias de unas hectáreas que ya no son productivas.
Pero en el campo echar a un empleado es más drástico que si esto mismo pasa en una empresa en la ciudad. Al echar a una persona, se va toda la familia. El empleador conoce el nombre de cada uno de los chicos, y seguramente ha tomado mate en el puesto. Si ya no puede pagar el sueldo, la familia se queda sin casa, sin comida y tiene que partir a lo de algún pariente que los albergue.
"Yo no reclamo que se hagan obras impresionantes, pero es un crimen ver el campo así. Hay que buscar una salida", dice Sabigliano.
Ante la pregunta de si no pensó en vender todo y poner la plata a plazo fijo, con lo cual vivi-ría sin problemas, responde: "Cuando se elige una forma de vida es porque te gusta. El balance no pasa sólo por lo económico. Hay que sumar lo que se tiene de beneficios espirituales".
Este productor hace hincapié en que no sirve el reclamo individual. Afirma que la gente de campo de cada zona debe reunirse para solucionar sus problemas. Debe colaborar con los municipios y también controlarlos para que se arreglen los caminos. Y esto tanto en época de inundaciones como en los períodos secos. Esta es una perspectiva poco común: "Cuando hay agua todos nos desesperamos, pero cuando baja, aflojamos. Ese es el error. Deberíamos estar pendientes de que se hagan las cosas bien. Yo personalmente estoy dispuesto a trabajar para buscar soluciones y que la próxima vez el agua no me agarre en esta situación. El error más grande de la gente es no participar".
En la estación de servicio de Cañada Seca, una mujer de mediana edad nos tomó el pedido de sándwiches de lomito. No sabíamos que su propio testimonio también iba a ser de alto impacto: "Eramos ricos. Eramos clase media alta y ahora somos media baja. Hace un año y un mes que estamos inundados. De 585 hectáreas, quedan 20. Yo estoy por ponerme a llorar porque acá todo va supermal", dice Viviana Oberti de Idiart, que para salir del apuro tomó la concesión del bar, el primer trabajo de ese tipo en su vida.
"La inundación es terrible, porque al pararse el campo, se para todo. No andan los camiones, los tractores, los silos. Si no anda el campo, no anda el país."
El tambo que era de su familia sacaba 7000 litros de leche por día. "Nos declararon zona de desastre, pero tardaron mucho con la papelería. No teníamos ahorro porque con el campo no se puede ahorrar. Sacás muy poco para vivir y el resto lo tenés que reinvertir", dice, y se angustia pensando en mejores tiempos. A pesar de todo, no piensa vender.
Coronel Charlone es un pueblo muy prolijo y pintoresco, que está a 570 kilómetros de la Capital, casi en el límite con la provincia de Córdoba. Allí viven 2000 personas, la mayoría tamberos que venden la leche a la fábrica de Sancor, el eje alrededor del cual gira Charlone. "En esta zona se producían 135.000 litros por día, pero la producción, obviamente, ha bajado. Por ahora, la fábrica sigue funcionando, pero trabajando menos. En el pueblo hay 96 tambos, de los cuales ya cerraron 10", dice Germán Vicente, desde la cooperativa local.
"Acá no hay grandes estancias. Somos todos pequeños productores que tenemos entre 200 y 400 hectáreas", afirma Vicente. Sus abuelos llegaron de España en 1914 y se instalaron en Charlone. "Trato de conservar la tierra que dejaron a mi familia. Quisiera no tener que desprenderme jamás de ella."
Un tambero gana, si su mujer también trabaja, 2500 pesos por mes. "Pero es una vida muy sacrificada. No hay fin de semana, y casi no tienen vacaciones, porque a las vacas hay que ordeñarlas sí o sí dos veces por día.
"Este es un pueblo de clase media -dice Vicente-. Un empleado de la fábrica gana entre 700 y 800 pesos. Todos tienen su respetable casa. Ahora, todos estamos desesperados. El pueblo entero depende de que el agua no siga acercándose y, sobre todo, de que no se corten los caminos. Hasta acá se llega por un camino de tierra. Desesperadamente necesitamos un camino de asfalto. Si no, estamos muertos", concluye Vicente, casi implorando que este gran tema para Charlone tenga difusión.
A modo de ejemplo sobre lo que un camino de tierra puede provocar, vemos a Ariel Falcón, un chofer, transportar un tractor tirando un carro lechero desde un campo hasta un camión de la fábrica Sancor. Quedaron en encontrarse a las 5 de la tarde en un punto intermedio del camino. Falcón salió a las 15.30 para llegar con puntualidad. Su trayecto era de 10 kilómetros, pero con un barro endemoniado. Esta es la única salida para los pequeños productores que siguen ordeñando las vacas. Dejar de hacerlo implicaría secarlas, y un parate de varios meses en la producción.
Ante este panorama , el análisis de Enrique Crotto, presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), es duro.
-¿Qué impacto tienen estas inundaciones en los pequeños productores?
-Tienen impacto en los pequeños, medianos y grandes productores que, por supuesto, no van a tener rentabilidad. Si a esto le sumamos la baja en los precios internacionales, la baja en los precios internos, el aumento desmesurado de impuestos y el tema del impuesto a la renta presunta con el campo inundado, vemos que la situación es grave.
-¿Está en desacuerdo con el impuesto a la renta presunta?
-Me parece un disparate. Filosóficamente no estoy de acuerdo. No se puede presumir que un hombre de campo va a ganar, y cobrarle un impuesto sobre esto. Hay que cobrar sobre la ganancia, pero jamás se puede presumir que uno va a tener ganancia. ¿Y si no la tiene? Esto pasa muchas veces.¿Qué pasa con el señor que está inundado y tiene que pagar una renta presunta a cuenta de...? Esta es una vieja teoría de izquierda, que yo creía que estaba superada en el país.
-¿Las rutas agravan aún más el problema?
-Creo que el problema de las rutas es muy serio. Muchas atajan el agua, porque no tienen las alcantarillas necesarias.
-¿Cuál es la solución al problema de las inundaciones?
-Hay muchos campos que necesitan mantener el agua, y no sacarla toda. Yo creo que la solución no es hacer grandes canales que se lleven el agua, sino ir manejándola con algún sistema. Hacer canales no quiere decir que la gente va a estar menos inundada, sino que ayudando a uno se puede llegar a inundar a otro. Por eso es fundamental hacer una ley de aguas. Nosotros hemos hecho algunas propuestas.
-¿En qué consisten?
-En decir claramente qué se debe hacer con el agua. No se puede hacer, por ejemplo, un paredón para que el agua no entre en una propiedad. Esto impide el normal escurrimiento del agua. La cosa termina con peleas, palos y denuncias porque se inundan los campos vecinos. Por otro lado, no se puede abusar del riego. Yo entiendo que hay que regar, pero tendríamos que saber el caudal de las napas, y una cantidad de cosas que en la Argentina no se tiene ni idea.
-Un tema que preocupa a los productores es el escaso mantenimiento de los caminos.
-Se cobra una tasa de vialidad que debería ser controlada por los ediles de cada municipio. Pero la realidad es que con la tasa vial se mantienen otras cosas. Esto es una verdadera injusticia porque deja de ser tasa para convertirse en un impuesto.
-¿Está funcionando bien la ley de emergencia?
-No, yo creo que la actual ley de emergencia no sirve. La emergencia de hoy está hecha para un país con inflación. Entonces se dejaba de pagar el impuesto, por estar en emergencia, y en seis meses o un año la inflación se comía el monto del impuesto. Hoy, con inflación cero, a un productor le dan seis meses o un año de emergencia y después tiene que pagar dos cuotas del impuesto. Es casi peor. Hay que ir a un tema de seguros, de fondos, no sé... Es un tema complicado, pero que hay que cambiar, hay que cambiar.
-¿La gente de campo tiene seguros?
-No. Salvo en casos particulares, me da la sensación de que no estamos acostumbrados a movernos con seguros.
¿Cuánto puede durar esta situación? El ingeniero Rebella dice: "Hay un movimiento de agua en esta zona. Esto va a complicarse aguas abajo, sobre todo en el contorno de la laguna La Picasa, que recibe agua del sudoeste de Córdoba. Allí tienen una situación complicada, con perspectivas de que se complique más. Puede llevar un año para limpiar, si el clima acompaña".
Carlos Correch, que fue durante quince años jefe de agropecuarias de La Nacion, le da un cierre a esta nota: "El país debe cuidar a quien trabaja en el campo. El hombre acorralado, sin rentabilidad, se come su capital. Después, comienza el éxodo hacia las ciudades y la falta de trabajo. Hay que retener al hombre en su lugar de trabajo, con su familia. Creo que entre todos debemos luchar por defender al interior."
Agradecemos a Carlos Correch su apoyo y su compañía durante el viaje realizado a General Villegas, y al piloto Omar Lavín, que gentilmente nos llevó a sobrevolar la zona .
De Ameghino a la actualidad
En 1886, Florentino Ameghino escribió Las secas y las inundaciones en la provincia de Buenos Aires. Allí hacía hincapié en que los períodos secos se alternan con los húmedos, por lo que no es conveniente hacer únicamente canales para desagotar el agua. Esto puede ser una catástrofe en época de sequía.
Hoy, la provincia de Buenos Aires sigue preguntándose qué hacer. Por eso hace dos años contrató a Halcrow, una consultora internacional, que por la suma de 3.000.000 de pesos (financiados por medio de un crédito del Banco Mundial) está estudiando el terreno de la cuenca del Salado (unos 20 millones de hectáreas). Presentará un proyecto a fin de año: el llamado Plan Maestro, donde enunciará las medidas por implementar, como canales, lagunas con diques, protecciones a ciudades y mejoras en caminos.
La Universidad investiga
La Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad del Litoral tiene claro por dónde pasa el problema y por dónde las soluciones. En esta época en que se piensa en recortes en el área de educación, es bueno tener en cuenta que las universidades también investigan y presentan proyectos para ayudar al crecimiento del país.
En este caso se realizó un estudio de diagnóstico, pedido por la Dirección de Obras Hidráulicas de la provincia de Santa Fe, que permitió realizar el diseño preliminar de las obras y el planteo de medidas que permitirán a los organismos operativos dar soluciones a mediano plazo. Según el licenciado Ceirano, de esta facultad, las obras proyectadas consisten en un conjunto de canales de vinculación entre lagunas y bajos naturales, alcantarillas, embalses, una estación de bombeo y terraplenes para defensa de localidades contra las inundaciones. También, la elevación de reservorios naturales existentes. Estas obras permitirán adaptar el manejo del recurso a una futura alternancia de períodos húmedos y secos. En los húmedos, se podrá evacuar el excedente de agua y en los secos, habrá una reserva. El proyecto no tiene ambigüedades. Ya está totalmente estudiado y delimitado.