Aunque soñaba con ver el mundo, sus máximas aventuras las vivía a través de los juegos online, hasta que un hecho traumático lo llevó a tomar una decisión drástica, y a descubrir un país alegre y seguro todo el año.
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Años atrás, Maream Gutiérrez lejos estaba de imaginar que algún día viviría en un país escandinavo. A pesar de su curiosidad innegable, en su adolescencia, sus mayores aventuras transcurrían en los universos paralelos de los juegos online, un mundo que lo unía con decenas de jugadores de diversos puntos del planeta.
Apenas manejaba un inglés básico, pero con sus amigos virtuales podía comunicarse. Desde niño, adoraba escuchar a las bandas de afuera, esas que lo habían llevado a bucear en sus letras y aprender de manera autodidacta. ¿Cómo sería vivir en otro rincón del mundo?, se preguntaba. Tal vez, sus conocimientos fueran demasiado rudimentarios como para desenvolverse con soltura en tierras extranjeras, pero, a pesar de ello, se creía capaz de hacerlo: sabía que muchas barreras se pueden superar cuando hay voluntad de llegar a un entendimiento.
Pero los años pasaron y, entre sus estudios de economía y comercio, y sus proyectos laborales, Maream adormeció sus fantasías de emprender su primera gran aventura en el plano real, en un entorno totalmente opuesto a su existencia conocida.
El punto de inflexión llegó en un día negro, que recuerda con mucha tristeza: “Estaba montando mi empresa en Argentina y la devaluación no acompañaba”, recuerda. “Pero lo que me dio el empujón fue un robo muy feo que aconteció en el 2019, el año que me vio partir”.
Aquel evento traumático aceleró el tiempo de maneras sorprendentes. Sumergido en horas de investigación, Dinamarca emergió de pronto como el candidato firme, amigable para los extranjeros y muy atractivo bajo su mirada.
Todo parecía muy sencillo: se anotaría en un programa llamado Workaway, que le permitía volar de inmediato a enseñar español a cambio de alojamiento. Mientras tanto, aguardaría la aprobación de la visa Working Holiday que ya había comenzado a tramitar y –en paralelo- se ocuparía de conseguir su pasaporte europeo.
Pero la vida, tantas veces incierta e inesperada, no siempre obedece nuestros planes, y Maream estaría a punto de descubrirlo.
Cuestionar el origen argentino: “Todas las personas del mundo merecen vivir en paz, con respeto y estabilidad”
A medida que el avión carreteaba los pensamientos de Maream también cobraron velocidad; jamás había estado en Europa, dudaba si podría comunicarse con éxito, y tenía curiosidad por saber cómo sería la recepción de la familia que lo alojaría en su nuevo hogar: “Pero también tenía fe y convicción de que lo iba a lograr, que todo iba a estar bien”.
El impacto del arribo fue más fuerte de lo esperado. Desde el aeropuerto hasta su nuevo lugar de residencia, Maream pudo respirar calma, respeto y alegría en el aire. Y, con cierta tristeza, notó cómo sus pensamientos viraban hacia recuerdos argentinos, cercanos y violentos, y no pudo evitar cuestionar su origen y la vida que había naturalizado.
“Definitivamente, lo que más me chocó en Copenhague fue la seguridad total, algo que con el tiempo comprobé que se vive las 24 horas y todos los días del año. Cuestioné de dónde vengo, porque creo que todas las personas del mundo merecemos vivir en paz, con respeto y estabilidad”.
Primeros meses en Copenhague: un comienzo alocado y hábitos sorprendentes
Su familia danesa lo recibió con los brazos y la mente abierta, una característica que descubriría habitual de su nueva comunidad. Pero Maream pronto comprendió que el acuerdo al que habían llegado –idioma español a cambio de alojamiento- supondría un desafío más complejo de lo esperado. Él hablaba español, pero no recordaba en profundidad sus reglas: “La verdad es que la experiencia fue genial, aunque para empezar fue demasiado loco”, asegura hoy al rememorar aquellos tiempos. “Tuve que sentarme y volver a estudiar todos los aspectos de nuestra lengua”.
Cuando la estadía con la familia danesa llegó a su fin, el joven se alojó en diversos hostels a la espera de su visa de trabajo, y ansioso por reorganizarse laboralmente y encontrar un mejor alojamiento.
“Fueron tiempos donde todo me resultaba asombroso”, continúa. “Los inviernos son muy duros y helados y acá se acostumbra zambullirse en los lagos congelados para mejorar el sistema inmunológico, así como la voluntad y la templanza, por nombrar algunos aspectos. También me sorprendió cómo la gente trata de cuidar el medio ambiente y la naturaleza: las latas, botellas de vidrio y plástico se pueden cambiar en el supermercado por monedas, lo que alienta el reciclado. Asimismo, los autos a combustión pagan impuestos más altos que los eléctricos: todo el sistema promueve el cuidado del medioambiente y la lucha contra la contaminación”.
Una pandemia y un plan que nunca resultó: ¿Irse o quedarse en Dinamarca?
Entre el impacto comunicacional, cultural y la adaptación, y a pesar de las dificultades iniciales, Maream reveló que se sentía a gusto y aguardaba con ansias su visa de trabajo, para normalizar su vida en Dinamarca.
Sus planes, sin embargo, fueron tan solo eso: planes, siempre vulnerables a los eventos inesperados y nunca del todo bajo nuestro control. La pandemia llegó para torcer su camino y el de millones de habitantes de un mundo que parecía haber enloquecido.
“La visa finalmente fue rechazada debido a la situación mundial sanitaria”, cuenta. “Así y todo me quedé. Fue una odisea y viví momentos donde la decisión de quedarse o repatriarse debía tomarse diariamente. Opté por arriesgarme, permanecer y acelerar los trámites que había iniciado para obtener mi pasaporte europeo, algo que milagrosamente conseguí un par de días antes de que finalizara mi permiso de estadía. Esto me habilitó a quedarme y empezar a buscar trabajo para rearmarme de cero”.
Calidad de vida, calidad humana en Dinamarca
Su primer trabajo fue en la cocina de un restaurante, aunque los horarios eran poco convenientes y la paga no era tan buena. Maream deseaba contar con más tiempo para desarrollar su propio emprendimiento, tal como lo había soñado en Argentina. Aún alojado en un hostel, se dispuso a encontrar un empleo de medio tiempo que le permitiera abrir sus horizontes, algo que logró a las pocas semanas.
“Las oportunidades laborales son muchas, en general conseguir empleo no es difícil. Con mi trabajo en horario reducido, de a poco, en paralelo, logré montar mi empresa relacionada a las importaciones, ponerla en regla y generar ingresos extra”, cuenta con orgullo y a la espera de un crecimiento.
Por este camino, y tras un año de vivir en hostales, Maream finalmente tuvo la oportunidad de alquilar un departamento y sentirse como un residente más: atrás había dejado la sensación de estar de paso.
“Es muy difícil conseguir alojamiento. Todo está ocupado y los precios son elevados. Sin embargo, en este tiempo fue impactante descubrir cómo funciona el país en general. Si bien se paga alrededor de un 40% en impuestos, las personas lo hacen con gusto, ya que el sistema de salud es muy bueno, y la movilidad laboral y la educación también lo son. Por otro lado, es un país que abre sus puertas a jóvenes de todas partes del mundo para estudiar”, agrega con una sonrisa. “Y la seguridad... Sin importar la edad o el género, nunca escuché ni vi que hayan lastimado a alguien o robado con violencia; menos crímenes o violaciones, la gente vive en armonía y eso es realmente increíble para los ojos de alguien que viene de Buenos Aires”.
“Y puedo decir –desde mi experiencia personal- que, pese a que la cultura es distinta y no es mi lugar de origen, enseguida me sentí cómodo y en un ambiente cálido. Es un país alegre, donde todos se tratan con respeto, tranquilidad y comprensión. La calidad de vida es excelente, la gente vive en paz, todos los trabajos alcanzan para cubrir los gastos fijos básicos, como comida, renta, ocio. Claro que depende de cómo uno se administre, pero incluso si el salario es bajo, la educación, la seguridad y la salud están garantizadas en Dinamarca”.
Quedarse allí, donde nos sentimos a gusto
En tierras escandinavas, un joven argentino creció de golpe, transformó un pasado incierto y temeroso, en un presente emprendedor. En un camino de pocas comodidades y mucha incertidumbre, hoy sostiene que vale la pena animarse a cruzar los límites, ya que nada está nunca del todo bajo nuestro control. Su gran ventaja, tal vez, haya sido que, a pesar de los contratiempos, Copenhague se sintió desde el comienzo cómoda en su piel; Maream buscaba alegría, apertura, tranquilidad y respeto en el mundo real y allí, lejos de su Argentina querida, finalmente halló lo que su alma necesitaba.
Atrás quedaron las calles bonaerenses de su barrio, tantas veces desoladas por el temor a la inseguridad. Atrás quedó el resguardo tras un mundo virtual atractivo, atrapante, pero alejado de la sensación de plenitud que provoca transitar lo real. Dos años pasaron desde su partida, tiempos de transformación, autodescubrimiento, crecimiento y una revelación: no tenemos por qué naturalizar lo que no se siente bien en nuestro corazón.
“Se extraña mucho los afectos, sí, y desde la distancia siempre voy a sentir nostalgia del lugar que me vio crecer”, dice a modo de conclusión el argentino de 26 años. “Aprender de otras culturas es increíblemente enriquecedor. Me siento agradecido por estar viviendo una experiencia diferente, buena en sus claroscuros, y que te transforma en el mejor de los sentidos”.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, NO LOS PROTAGONISTAS. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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