A los 11 años le diagnosticaron diabetes y a los 23 hizo un cambio drástico en su alimentación y asegura que eso mejoró en relación a su enfermedad y a su vida emocional.
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“Fuimos a la guardia del sanatorio, me tomaron el azúcar. Tenía 412 mg/dl. Después me enviaron a un cuarto donde me hicieron análisis de sangre. Al cabo de treinta minutos, vino el médico de turno y con cara triste, como si el mundo se acabase, nos dijo a mi madre y a mí: Matías, sos diabético, tenés que usar un medicamento de por vida porque si no vas a empezar a tener problemas en los ojos, en los pies, en los riñones y vas a poner en compromiso tu vida. Esas palabras fueron las que me hicieron abrir los ojos. Hoy puedo decir que la diabetes fue -y sigue siendo- mi gran maestro de vida”.
Para el año 2000 Matías Amadasi tenía 11 años y hasta ese momento, cuenta, jamás había escuchado la palabra diabetes. La diabetes es una enfermedad que se presenta cuando el nivel de glucosa en la sangre, también conocido como azúcar en la sangre, es demasiado alto. La glucosa es la principal fuente de energía y proviene de los alimentos. La insulina, una hormona que produce el páncreas, ayuda a que la glucosa de los alimentos ingrese en las células para usarse como energía. Algunas veces, el cuerpo no produce suficiente o no produce nada de insulina o no la usa adecuadamente y la glucosa se queda en la sangre y no llega a las células. En general, un nivel de glucosa en la sangre inferior a 140 mg/dl (7,8 mmol/l) se considera normal. Un nivel de glucosa en la sangre de 200 mg/dl (11,1 mmol/l) o superior indica diabetes tipo 2, según explica la prestigiosa Clínica Mayo en su web.
Entonces, Matías se dejó guiar por su médico con el que comenzó a tratar ésta enfermedad: la insulina de acción lenta, para compensar la insulina que su cuerpo no estaba produciendo, y la insulina de acción rápida para corregir los miligramos de hidratos de carbono que consumía. Por otra parte, le manifestaron que tenía que trabajar con un nutricionista para entender qué alimentos podría consumir y cuáles no.
Las plantas como alternativa
“Desde el primer momento mi madre me acompañó con alimentos de la naturaleza. Investigando, preguntando e inquieta por darme lo mejor, iba consiguiendo algo en Buenos Aires y mucho en Perú y en Bolivia. Siempre conté con su total apoyo, incondicional, amoroso, basado en mi necesidad y no en sus deseos”.
Matías afirma que con el correr de los años veía que las guías de la alimentación que le brindaban los nutricionistas no le estaban dando los resultados esperados. Por lo tanto, comenzó a pensar en la posibilidad de investigar y de descubrir alguna otra alternativa para mejorar en relación con su enfermedad.
“Este cambio lo venía buscando desde que me di cuenta por mis propios medios de que la alimentación podría ser una fuente de salud y medicina basada en la naturaleza. Estaba viviendo en Córdoba capital y decidí hacer un retiro de depuración de tres días. Los alimentos que ingerí fueron 100% vegetales, sin cocción. Esos días no solo me mostraron que había más posibilidades de vivir de forma saludable, consumiendo alimentos nutritivos y ricos, sino que entendí la razón y la causa de por qué los alimentos pueden o no ser una forma de medicina”.
En ese momento Matías tenía 23 años y comenzó a probar una alimentación basada en plantas, cruda. “En esos tres días, con solo el cambio alimenticio no buscado, reduje de 74 unidades de insulina lenta basal diaria a 36 unidades. Estos cambios también vinieron acompañados de entusiasmo porque jamás había vivido eso, adquiriendo hábitos en los que la percepción de mi cuerpo era que estaba más vital y energético. Había comenzado a vivir nuevamente y a recuperar la fe y la confianza en la salud. Esta reducción del uso de la insulina, acompañado siempre por un profesional de la salud y los análisis de rutina, lo sostuve durante los siguientes seis meses y estuve dos meses sin usar insulina con niveles de glucosa controlados después de 13 años de haber tenido el diagnóstico de diabetes. Esto fue realmente un renacimiento”, celebra.
De la enfermedad a la salud
Matías cuenta que a partir de ese momento su cuerpo comenzó “literalmente” a estar liviano y dice que lo que ya no necesitaba ni deseaba, no lo consumía y que pudo comenzar a identificar realmente la necesidad de qué alimentos ingerir. “Mi actividad como profesional en el rubro alimenticio e interés por la salud y la nutrición me llevaron a dedicarme cuatro años continuos a aprender y a enseñar sobre alimentación, nutrición y salud por medio de bibliografía que iba encontrando y profesionales con los que comencé a vincularme”.
No es casualidad que Matías haya comenzado a experimentar esta nueva forma de alimentación ya que a los 17 comenzó sus estudios en gastronomía en la escuela de cocina de Alicia Beguer. Además, se graduó como Técnico Universitario en Gastronomía en la UADE y el IAG de Buenos Aires. Sin embargo, está convencido de que la “Alimentación Viva” la incorporó de forma autodidacta y gracias a unas pocas personas que ya estaban difundiendo el valor para la salud y recuperación de la armonía natural del cuerpo. “Me costó encontrar gente formada, pero hoy veo socialmente los resultados de todas aquellas pequeñas acciones y persistencia en lo que yo estaba convencido y experimentando”.
Matías, que se define como una persona creativa, soñadora, transparente, resiliente, amante de la naturaleza y de la vida, hace hincapié, además, en la manera en que a través del cambio alimentario comenzó a notar modificaciones en los vínculos y, especialmente, en las emociones.
“Actualmente sigo trabajando con lo que comprendí desde aquella emoción y sentimiento de falta que tuve en la separación de mis padres. A partir de ese momento, la atención que le doy a cada acción, pensamiento y emoción de mi vida, es superlativo, vivo despierto y consciente de lo que me pasa a mí y en mi metro cuadrado”.
La alimentación como estilo de vida
Matías continuó con su alimentación 100% vegetal y sin cocción durante cinco años, excluyendo en la totalidad el gluten, los refinados y lácteos, huevos y todo tipo de carnes. Luego, volvió a comer legumbres y algunos cereales cocidos hasta el día de hoy, pero manteniendo alrededor del 80% de comida cruda y viva que es lo que mejor le sienta para su salud y su vitalidad.
Con respecto a la medicación, sigue utilizando insulina lenta de base al 70% menos de lo que se inyectaba antes de hacer el cambio alimenticio (usaba 74 unidades, ahora solamente 24).
¿De qué manera la diabetes le enseñó a encontrar el camino de la vida? “En lo personal, desde pequeño recuerdo que cualquier obstáculo que se me presentaba en la vida, era un desafío a mejorar, a evolucionar. En el caso de la diabetes fue realmente desde principios un gran obstáculo, pero elegí aprender de él para que en lugar de debilitar mi estima y mi capacidad de seguir avanzando en la vida, lo forjó para transformarme. Además, comprendí que un alimento puede representar nuestro pasado, servir en nuestro presente y llegar a cambiar nuestro futuro”.
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