Pablo César Silva inventó el aerosol evanescente que evita el adelantamiento de la barrera. Tras doce años de trabajo, cuando iba a concretar su negocio, murió Julio Grondona y en FIFA no volvieron a atenderle el teléfono
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Cada vez que Pablo César Silva (56) cuenta la historia de su aerosol evanescente, que cambió las reglas del fútbol y se convirtió en un negocio valuado en 40 millones de dólares, surge la misma pregunta:
-¿Cuánta plata te pidió Julio Grondona para ayudarte a instalar tu invento en FIFA?
No importa quién sea el interlocutor. Está instalado en el acervo popular que Julio Humberto Grondona, presidente de AFA y vicepresidente de FIFA, cobraba “peajes”. Acá es imprescindible aclarar que hasta el momento de su muerte, el 30 de julio de 2014, nadie pudo probarle ningún delito. Pablo, que ya no se sorprende frente a semejante desvergüenza, no se esfuerza en aclarar el hecho ante cualquiera . “A muy pocos les interesa saber la verdad”, asegura. Y reconoce, además, que antes de conocer a don Julio, él también desconfiaba. Ahora, en diálogo con LA NACION, cuenta por primera vez el difícil momento que atravesó cuando le preguntó al presidente de AFA, de la manera más delicada que encontró, de qué tamaño iba a ser su mordida…
La escena que relata Pablo César Silva a continuación sucede en Sarandí, luego de que la International Board reglamentase el uso del aerosol para las competencias de FIFA, cuando el negocio estaba a punto de concretarse. Primero, nos pone en contexto: “No vimos un peso durante los doce años que duró el proceso de invención, desarrollo e instalación. Habíamos acordado, con Grondona y Blatter, de palabra, que la FIFA iba a comprar todo el ‘know-how’ después del Mundial de Brasil 2014. Todo: patentes, fabricación, cursos, logística… Grondona puso el precio: 40 millones de dólares”. Es justamente acá donde va la pregunta incómoda, desvergonzada. ¿Cuánta plata te pidió Grondona para empujar tu idea? Por primera vez, responde Silva: “Yo me hacía la misma pregunta. Estábamos tan cerca de cerrar el negocio que tenía que poner el tema sobre la mesa. En junio de 2013 nos encontramos en su estación de servicio de Sarandí, en un cuartito de dos por dos con un póster de arsenal pegado con cinta. Fue una charla delicada. Está lo que yo llamo ‘el síndrome del cero y el cien’. ¿Qué digo? Que si en un negocio tan grande no hablaba nada, era un boludo. Pero si hablaba mucho, también era un boludo. Tenía que ir por el canal del medio sabiendo, supuestamente, entre comillas, que Grondona iba a querer quedarse con parte del negocio. Para mí, era un hecho, sólo tenía que definir la cantidad. Creí que había encontrado las palabras justas: ‘Mire, don Julio, quiero decirle que este negocio lo maneja todo usted’, le dije. Apenas terminé la frase, Grondona golpeó la mesa, se paró y me miró fijo: ‘Pibe, vos me estás faltando el respeto’, respondió. Yo no entendía nada. Caminó hasta mi lado, me agarró del brazo y remató: ‘Yo no quiero un centavo partido al medio. ¡Y ojo que te vengan a manguear en mi nombre! Esto es todo tuyo, yo me voy a llevar el mérito de haber impuesto un método que termina con la trampa, así como en su momento impuse el antidoping en Argentina’. Creer o reventar. A través de ese hecho nace mi más visceral grondonismo. Mirá, si Julio quería, con cuatro palabras lo solucionaba: ‘Dejá, pibe, después vemos’, hubiese dicho. Y más tarde me hubiese venido a ver un enviado suyo pidiéndome su porcentaje. Pero nada de eso ocurrió”.
Se adelanta la barrera, se enciende la idea
La historia del aerosol evanescente comenzó en septiembre de 2002, durante un torneo de ex alumnos del colegio Marianista, de Primera Junta, Caballito. En la final, último minuto, el árbitro marca un tiro libre a favor del equipo de Pablo César Silva. Es una oportunidad inmejorable de empatar el partido. La barrera se adelanta. No hay 9,15 metros entre el balón y los rivales, distancia que marca el reglamento. Es físicamente imposible que la pelota se eleve desde el césped con potencia, pase por encima de la barrera y vuelva a bajar para meterse en el arco. Como sucede en el fútbol profesional, el árbitro ordena que se patee el tiro libre de todas maneras. La pelota se va a la tribuna y Pablo César Silva, que se graduó como periodista junto a Miguel Simón, está a punto de convertirse en inventor. “Me fui a mi casa recontra caliente. Esa jugada funcionó como el disparador de todo lo que vino después. Me planteé una pregunta: ¿cómo impedir, de forma eficiente, que la barrera se adelante? Primero pensé en algo extensible, un elástico que el árbitro debía llevar en el bolsillo... Esa idea primaria después mutó hacia un aerosol evanescente. Pero fue muy complejo el proceso desde el “eureka” hasta lograr el producto final. Yo no sabía nada de aerosoles.
En mayo de 2003 pongo manos a la obra. Al primero que acudo es a mi tío, Víctor Vicente, que es bioquímico. Hicimos un aerosol, pero nunca le encontramos la vuelta: algunas veces salía un hilito híper delgado y otras veces una línea gruesa, como la espuma de afeitar. Estaba por desistir cuando un amigo me presenta al mejor aerosolista de Argentina, Ernesto Sisro, un químico notable. No tardamos mucho en obtener el resultado que buscábamos.
Escondí la idea, pese a estar registrada. Decía que el aerosol era para el golf, no para el fútbol. Nunca imaginé que iba a ser la FIFA la que me iba a robar mi invento… Cuando logramos que el aerosol cumpliera todos los requisitos que nos propusimos, lo bautizamos “9,15″.
“¿Estás cerca de AFA? Venite ahora”
Diciembre de 2007. Pablo César Silva, en primera persona: “Para impulsar el proyecto, era imprescindible el apoyo de Grondona. Tenía su teléfono, lo conocía de forma superficial, lo había visto dos veces por temas protocolares. Gerardo Salorio, preparador físico de la selección de Néstor Pekerman, me había advertido: “Si a Julio no le interesa, vas a durar diez segundos”. Llamé al teléfono que tenía, me atendió don Julio, me presenté, me dijo que se acordaba de mí, no sé si era cierto. “Tengo que verlo por un tema muy importante, ¿puede ser?”, le dije. “Sí, no hay problema, contáme de qué se trata”, me respondió. Yo sabía que mi oportunidad estaba en el cara a cara. “No, don Julio, esto lo tenemos que hablar personalmente. No lo podemos hablar por teléfono”, insistí. Me dijo que tenía que viajar, que se estaba yendo a Paraguay, que lo llame la semana siguiente. Esperé pacientemente y una semana después volví a la carga: “Hola, Julio, le habla Silva. ¿Se acuerda que me pidió que lo llamara porque tengo que verlo?”. “Sí, por supuesto, pero contáme de qué se trata”, me dijo. “No, don Julio, yo le dije la otra vez que no puedo contarle por teléfono. No le voy a robar demasiado tiempo…”. Se hizo un breve silencio y respondió: “¿Estás cerca de AFA? Venite ahora”.
Antes de entrar a su despacho, prendí el cronómetro de mi reloj. Don Julio, que los viernes se iba al campo, estaba vestido de manera informal: pantalón con pinzas, camisa, chaleco y un pañuelo al cuello. Yo puedo contar, con mucho orgullo, que deslumbré a Grondona. Se enamoró del proyecto. El detalle final es para Salorio: aquél encuentro duró 29 minutos”.
El aerosol sale a la cancha
El 18 de septiembre de 2008, el aerosol “9.15” debutó en el Nacional B. Fue un viernes, durante un partido entre Los Andes y Chacarita. El árbitro, Luis Álvarez, hizo sólo dos trazas, ambas en el segundo tiempo. Atravesó todo el torneo sin sobresaltos. El año siguiente, 2009, resultó inolvidable: el aerosol llegó a primera división y jugó también las copas Sudamericana y Libertadores, las más importantes del continente a nivel clubes. La Conmebol y la FIFA ponían mucha resistencia, no veían con buenos ojos la incorporación de la tecnología, pero Pablo César Silva contaba con el apoyo de don Julio. “¿Sabés porqué sé que va a funcionar tu aerosol? Porque es tecnología interna al campo de juego manejada exclusivamente por el árbitro. Guarda los preceptos FIFA que dice que para jugar al fútbol hacen falta cuatro piedras y una pelota. Con tu aerosol se puede jugar la final de un mundial pero también Claypole-Luján”, solía decirle el ex presidente de AFA. “Un visionario”, insiste Silva..
El socio inesperado
A mitad de 2009, cuando los planetas parecían alinearse para Silva y su aerosol, un brasileño cercano al ex presidente de FIFA Joao Havelange llama por teléfono a Grondona. Se presenta por su nombre, Heine Allemagne, y advierte: “Nosotros acá desarrollamos algo parecido al aerosol que ustedes están utilizando”. Don Julio convoca a Silva de inmediato: “Escuchame una cosita, vos te habrás enterado que hay unos brasileños que tienen un invento parecido al tuyo”, le dice. Pablo estaba enterado, es cierto, “pero muy poco tiempo antes de este incidente”, precisa. Mirándolo a los ojos, le preguntó: “¿Qué hay que hacer, Don Julio?”.
Grondona respondió con pretendida sabiduría: “Argentina sin Brasil no va a ningún lado, y Brasil sin Argentina tampoco. Tenés que arreglar”. Y es lo que hizo Silva: “Imaginé un escenario hostil, belicoso, con un final judicial. Y se dio todo lo contrario. Heine vino a Buenos Aires, nos reunimos, hubo una química impensada, pudimos congeniar los proyectos y seguir adelante. Desde aquél encuentro, Heine se convirtió en mi socio, cincuenta y cincuenta”, recuerda.
“Mirá que ahí no te puedo ayudar, los ingleses no me quieren”
Pablo César Silva, en primera persona: “Las tres patas donde se apoya el proyecto son: inventar el producto, lograr el apoyo de Grondona y obtener la aprobación de la International Board, el organismo que modifica las reglas del fútbol. Está compuesto por ocho integrantes: cuatro pertenecen a FIFA, que van variando, y los otros cuatro son los presidentes de las federaciones británicas, Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda. Se reúne sólo una vez al año, en alguno de los países británicos. Para llegar al Mundial necesitábamos sí o sí la aprobación de la International Board. Don Julio me advirtió: ‘Mirá que yo ahí no te puedo ayudar; los ingleses no me quieren’. Y a mí se me aflojó el alma.
Poner al aerosol en la lista de temas a tratar por la International Board fue una odisea. Comenzó a tomar forma en febrero de 2012, cuando Grondona me invita a una reunión de la Confederación Sudamericana de Fútbol. ‘Mañana tenemos que ir a Paraguay. Va a estar Blatter, tenemos que cocinar todo ahí’. Le respondo: ‘Mire, yo estoy en Mar del Plata y mucha pilcha no traje’. ‘Te venís con lo que tenés’, dijo. Hice Mar del Plata-Aeroparque-Asunción con un equipo deportivo.
La reunión con Blatter se hizo en la suite presidencial del hotel Borbón, enfrente a la sede de Conmebol. Imponente. Me llamó la atención la muy buena predisposición del presidente de la FIFA. Me hizo algunas preguntas sobre el producto, nimiedades. Apretón de manos y adiós. Me fui sin respuesta firme, pero con un visado bueno. Yo me volví a Mar del Plata. Unos días más tarde, otra vez por teléfono, Grondona me da la gran noticia: ‘Ponete contento, el aerosol está en el temario de la International Board’. No me cabía el alma en el cuerpo.
Al mismo tiempo que sucedía esto en Paraguay, habíamos empezado con un importante trabajo de lobby para seducir a los presidentes de las cuatro federaciones británicas. Viajamos, los visitamos en sus asociaciones, les mostramos el aerosol en el campo de juego... Sabíamos que contábamos con los cuatro votos de FIFA, don Julio podía ayudarnos con eso. Pero convencer a los otros cuatro era nuestra responsabilidad.
Finalmente, el 31 de mayo de 2012, en la asamblea anual número 126 de la International Board, en Surrey, el aerosol fue aprobado por unanimidad. ¡Podíamos jugar el mundial!”
“¿Vos querés 20 millones ahora o 40 después del mundial?”
En los días previos a la Copa del Mundo, Grondona me dice: “Vos querés veinte millones ahora ó cuarenta después del mundial”. Yo tuve una respuesta de la que no me arrepiento: “Lo que usted diga, don Julio”. Y él definió: “Mirá, laburaste tanto, después del mundial va a estar todo bien”.
La FIFA me convocó a Río de Janeiro para capacitar a 42 árbitros que iban a jugar el mundial. Ahí, salvo los sudamericanos, nadie había usado jamás el aerosol. Fueron tres días excepcionales. Estar delante de los monstruos del arbitraje, enseñándoles el protocolo que estaba probado con éxito en todas las competencias, fue algo especial. Primero lo hicimos desde el campo de la teoría y después fuimos a un predio del ex futbolista Zico para practicar jugadas.
Fui el único argentino que vio Brasil-Croacia, partido inaugural, en el Maracaná. Cuando el árbitro japonés cobró el primer tiro libre y usó el aerosol, con mi socio nos abrazamos como si se tratase de un gol. Nadie entendía nada. Para mí era un sueño concretado.
Muerte y traición
El 30 de julio de 2014, me estaba cambiando para ir a trabajar, cuando salgo del baño y leo en televisión: “Murió Grondona”. Me desarmó emocionalmente. Le tenía un cariño, amistad y admiración muy grande.
Tras su muerte, en FIFA nunca más me atendieron el teléfono. Las distintas ligas del mundo comenzaron a jugar con cualquier aerosol.
Al rato, en diciembre de 2015, estalla el FIFAgate y vuela toda la cúpula por el aire. Asume Gianni Infantino, quien sigue con la idea de desconocernos. Ahí empezamos la instancia judicial. Basamos nuestro reclamo en Brasil, que es donde se jugó el mundial, donde FIFA infringió la ley de patentes.
FIFA podría haber contenido todo este escándalo con una charla. “Ustedes se rompieron el cerebro inventando un sistema que a nosotros nos rindió, y que va en sintonía con nuestro lema, que es ‘my game is fair play’. Si tu lema es ‘mi juego es juego limpio’ y aparecen dos ñatos que te traen una herramienta que te soluciona la trampa, tenés que honrarlos. El destrato, la bajeza, la humillación a la que nos sometieron, no se perdona.
En la tensa espera: pronto habría un fallo definitivo
FIFA, en principio, desconoce el proceso y la territorialidad. Sus autoridades no se daban por notificadas. El juez brasileño les advierte que los puede declarar en rebeldía, a lo que sigue una orden de captura internacional. Recién ahí aceptan la jurisdicción y empieza la discusión en Tribunales. Hoy, después de distintas apelaciones de las dos partes, estamos en la última instancia del proceso judicial. Esperamos el fallo definitivo que tiene que dar la misma Cámara que falló a favor nuestro cuando pedimos la medida cautelar. Tenemos chances, pero con tantas idas y vueltas aprendí a desconfiar.
-¿Cuál es el planteo de FIFA en Tribunales?
-Ellos dicen que no violan patentes porque están usando otro producto. Como si todo el trabajo que hicimos se resumiese en una fórmula química… También desconocen el vínculo con nosotros, dicen que éramos un proveedor más. Ahora, si éramos proveedores, ¿cómo es posible que no tengan ni una sola factura nuestra? ¿Cómo aparecí yo en el hotel de Barra de Tijuca y en el campo de Zico para capacitar a los réferis en la previa al mundial 2014? Tengo un mail, enviado desde FIFA, cuando aún no se había aprobado el uso del aerosol en International Board, queriendo comprarnos el proyecto por 500 mil dólares…
-¿Cuánto lleva gastado en abogados?
-Nada, van a comisión sobre las ganancias. Hubiese costado una millonada que no disponemos. Mirá, hace poco sumamos al estudio de Cristiano Zanin Martins, que es el abogado que sacó a Lula de la cárcel, para llevar la parte penal. Porque estamos iniciando una batería de denuncias penales en Estados Unidos y algunos puntos de Europa para combatir a la organización criminal que se montó para perjudicar el proceso del aerosol. Conociéndolo a mi socio, lo peor que pudo haber hecho la FIFA es dejar de garpe a Heine Allemagne: es la piedra china, te horada. Es un tipo con una personalidad tranquila, manso, pero es diez millones de veces más insistente que yo.
Memoria y balance
Pablo César Silva cambió las reglas del juego más popular del planeta. Es la primera vez que alguien ajeno a la FIFA consigue intervenir las leyes del fútbol. Su aerosol evanescente desterró la trampa, agilizó el espectáculo y mejoró el porcentaje de goles de tiro libre. No le generó aún ninguna ganancia. La cifra que reclama en este juicio histórico ronda los 100 millones de dólares. Se siente David contra Golliat. Tardó doce años en lograr que el uso del aerosol fuese inscripto en la regla número cinco del fútbol, en un apartado titulado “otros equipamientos del árbitro”. Completó el proceso sin saltearse ni una etapa. Sin embargo, alguien lo borró del reglamento. Termina Pablo: “El año pasado, cuando empecé a dar notas más duras, alguien en FIFA acusó recibo y, de forma incorrecta, lejos de todo protocolo, sin esperar la reunión anual de la International Board, sacó el ‘vanishing spray’ del reglamento. Para que quede claro: hoy, reglamentariamente, el árbitro no puede usar un aerosol para marcar la barrera. No está contemplado en las reglas del juego. Se usa en todo el mundo, pero de manera anti-reglamentaria”. Y, antes de despedirse, cierra la charla de forma contundente: “¿Sabés por qué FIFA nunca nos convocó para tratar de solucionar el tema? Porque son la quinta potencia mundial, son billonarios y no quieren bajarse del pedestal para arreglar con dos sudacas. De honorabilidad y credibilidad no entienden nada”, dispara.
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