Cambio de vida: sufrió un violento ataque, abandonó la ciudad y vive como ermitaño hace 40 años
Ken Smith es un británico que sufrió la agresión de una patota a los 26 años y decidió, tras ese hecho, asentarse en un lugar aislado de la civilización
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Ken Smith tiene 74 años y vive una existencia muy poco convencional en pleno siglo XXI. Es que este hombre decidió abandonar su hogar en Inglaterra hace casi 40 años y desde entonces vive como un ermitaño en una cabaña de troncos construida con sus propias manos, sin agua ni electricidad, en un paraje remoto junto a un lago, en algún punto de la región de las Tierras Altas de Escocia.
“Es una vida agradable. Todo el mundo desea poder hacerla, pero nadie la hace”, sintetiza el anciano, en una entrevista realizada para el medio británico BBC. Su autodefinida “vida agradable” consiste en habitar un punto solitario del globo, aislado de la civilización, buscando su propia comida en el bosque o a través la pesca, recoger leña para cocinar o calefaccionarse y lavar su propia ropa al aire libre.
La carretera más próxima a su cabaña está a dos horas de caminata, y como punto de referencia para hallar su hogar sólo puede decirse que está a la vera de alguna de las orillas del lago Loch Treig, en la mencionada región de las Tierras Altas (Highlands) escocesas.
Pero la vida de Ken Smith no ha sido siempre la de un ermitaño que se autoabastece de los bienes básicos para sobrevivir. El hombre tenía una vida tranquila con un trabajo sencillo en el condado inglés de Derbyshire cuando, al contar con 26 años, una noche tras una fiesta, fue atacado violentamente por una patota y terminó malherido en el hospital.
A causa de esta agresión, el hombre sufrió una hemorragia cerebral y estuvo 23 días en el hospital con pérdida de conocimiento. Entonces, los doctores le dijeron que era muy probable que no pudiera volver a hablar ni a caminar. Pero Smith se recuperó y decidió hacer un cambio de vida.
El británico sobreviviente a la golpiza optó por salir al mundo y conectarse con la naturaleza.
Un cambio de vida
En el territorio canadiense de Yukón, Smith se preguntó qué pasaría si simplemente se dejara llevar por fuera de cualquier ruta y decidió iniciar una caminata hacia “ninguna parte”. Antes de regresar a su casa en Inglaterra, recorrió unos 35.000 kilómetros.
Pero al volver a Derbyshire se enteró que, mientras él había descubierto su nueva faceta natural, sus padres habían fallecido. El hombre aseguró que, entonces, la noticia no le había hecho mella y que no la había sentido. Pero más adelante, cuando volvió a salir a caminar, esta vez por Gran Bretaña, al llegar a las Tierras Altas de Escocia, paró en un punto del camino, pensó en sus papás y se largó a llorar desconsoladamente.
“Lloré todo el camino mientras caminaba. Entonces fue cuando pensé: ‘¿Dónde quedará el lugar más aislado de Gran Bretaña?’”, dijo Smith, que así fue cómo decidió empezar una nueva vida alejado de todo contacto humano.
El hombre caminó y caminó, hasta dar con el lugar más deshabitado de las Tierras Altas, que es el que escogió para vivir. “Cientos y cientos de kilómetros de nada. Miré al otro lado del lago y vi este bosque”, señaló el hombre, que se dio cuenta de que había encontrado el lugar correcto para el resto de su vida cuando de pronto dejó de llorar.
Fue ese el momento en que decidió construirse su propia cabaña en la inmensidad del virginal paraje hallado.
Una existencia apacible y solitaria
Todas estas confesiones sobre su propia historia, Ken Smith las hizo para el documental llamado El ermitaño de Treig (The Hermit of Treig) realizado por la cineasta Lizzie McKenzie, para la BBC de Escocia y que se estrena en la televisión local esta misma semana.
La existencia apacible y solitaria de Ken Smith incluyó, durante las siguientes décadas, una cabaña con una chimenea en la que solía crepitar un intenso fuego en los largos meses de frío. No había electricidad ni agua corriente en el lugar, ni tampoco señal para el teléfono celular.
El particular ermitaño debía proveerse la leña del bosque y cultivar sus propias verduras para alimentarse, así como también recoger bayas del bosque, aunque la mayoría de su comida provenía del lago. “Si querés vivir una vida independiente, lo primero que tenés que hacer es aprender a pescar”, dijo al documental.
Pero las cosas cambiaron bastante a partir de febrero de 2019, justo unas semanas después de haber terminado de participar en su propio documental para la BBC. Lamentablemente, entonces Smith sufrió un derrame cerebral cuando caminaba por los paisajes nevados en busca de leña.
Gracias a una baliza de localización con GPS que le habían suministrado poco antes, el hombre pudo dar aviso de su situación y salvar su vida. La guardia costera llegó y lo llevaron vía aérea al hospital de la ciudad escocesa de Fort William.
“Me quedaré aquí hasta mis últimos días”
Allí pasó el ermitaño unas siete semanas de recuperación y se hizo todo lo posible para que pudiera reponerse del todo. Aunque los médicos en el hospital intentaron convencerlo de que viviera en la ciudad, con una habitación y cuidadores dispuestos a asistirlo, él quiso volver a su cabaña.
Pero ya nada fue lo mismo. El ACV que había sufrido lo había dejado con algunas secuelas, como la visión doble y la pérdida de memoria, que le restaron la posibilidad de continuar su antigua vida independiente. Desde entonces, un cuidador del bosque en el vive Smith le hace llegar comida cada dos semanas. “La gente ha sido muy buena conmigo”, aseguró Ken a la BBC.
Lamentablemente, un año después de su primer accidente cerebral, el hombre debió ser nuevamente socorrido por efectivos sanitarios cuando sufrió un accidente al quedar atrapado bajo una pila de troncos que se le cayeron encima.
Medianamente recuperado y de regreso en su aislada cabaña, Smith no se rinde, pero tampoco se engaña. “No fuimos puestos en la tierra para vivir para siempre. Me quedaré aquí hasta que lleguen mis últimos días. Seguramente, en algún momento, me volveré a accidentar, o a enfermar. Algo me va a suceder, algo que me lleve de aquí como a todos los demás. Pero espero llegar a los 102 años”, señaló el anciano eremita, esperanzado pero consciente de su finitud.
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