Cambia el ámbito, no la esencia
Es verdad que somos básicos, simples y directos. Es verdad que no nos gustan los rodeos ni darles vueltas a las cosas. Es al pan pan y al vino vino (y si es un malbec argentino mucho mejor), pero el hombre adora esas reuniones de 4 o 5 tipos en donde siempre tenemos personajes definidos: el langa canchero que nos cuenta de su última osadía sexual, el casado culposo que relojea el celular cada diez minutos porque sabe que en determinada hora se convertirá en calabaza, el recién separado que trae nuevas historias que son tan divertidas como incomprobables y el resignado que vive de historias ajenas pero las hace propias.
Las historias son las mismas, pero los lugares de reunión donde surgen esas charlas han ido mutando. En realidad, se han ido sumando. Porque el bar es un clásico que nunca pasará de moda. Con más o menos maracuyá, los bares siempre esconden grandes historias y risas. Y las nuevas cervecerías artesanales son furor. El tema de las cervecerías nuevas nos ayuda porque el hombre es amante de las veredas y la posibilidad de tomar unas cervezas en la calle, nos da una sensación de libertad y soltura que nos permite tener esas carcajadas guturales que emitimos cada vez que nos juntamos con amigos. Hay un resurgimiento de los bodegones, en donde evitamos la distracción visual ya que por lo general, son lugares no tan frecuentados por mujeres, ya que uno se va de esos sitios con el pelo y la ropa impregnados en olor a frito, cosas que a las chicas no les gusta. También hay lindos recintos de vinos por copa o degustaciones semanales que organizan distintas bodegas y muchos de nosotros amamos perdernos en estas cuevas, en donde el perfume que reina es el de las pócimas mágicas hechas de uvas. En ese ámbito uno siempre terminando hablando primero de vinos y de regiones y después de bueyes perdidos. Aunque muchos no lo acepten por una cuestión de no ser tildados de metrosexuales palermitanos, las barras de tragos que se han instalado en varias peluquerías, han hecho que estas nuevas barberías modernas sean un nuevo punto de reunión en donde miramos de reojo cómo se viste el resto de la manada para ponchar si siguen de moda los chupines o si la barba me la tengo que afeitar como un vikingo o como un marinero bengalí.
Así como la mujer se ha masculinizado, el hombre está cada vez más estético y femenino. Y hace algo para verse bien a sí mismo, ya no lo hace para ser el mejor de su grupo o para enamorar a la más linda del barrio. Hoy el hombre entiende que cuidarse es quererse y quererse es verse y sentirse bien.Las sastrerías son un lugar de encuentro para el varón moderno. Y los centros de estética reciben cada vez más representantes del genero masculino que tienen ganas de verse bien dentro de camisas slim fit. Hoy cuidarse dejó de ser mala palabra para los hombres y no es más macho quien no se pone cremas sino quien tiene la sensibilidad a flor de piel.
El autor es escritor y co-conductor del programa de radio Gente Sexy