Todos los sábados Federico Lorenzo Thibon se levanta religiosamente a la madrugada para estar a las cinco de la mañana tostando granos de café en el bar que de nombre lleva su apellido. Café Thibon (considerado Bar Notable de la Ciudad) abrió sus puertas en 1935 y desde su apertura siempre hubo un Federico custodiando la fórmula secreta de su blend de café. En medio de la pandemia el negocio familiar, con más de 80 años de historia, regresó a sus orígenes de almacén y ofrece variedades de cafés en grano o molido, vinos, espirituosas licores y hasta aceite de oliva.
Corría el año 1920 en Ardèche (Francia) y la familia Thibon, quienes tenían una finca y se dedicaban a los cultivos de la vid, emprendieron rumbo hacia Buenos Aires. Se instalaron en el barrio de San Nicolás y años más tarde, en mayo de 1935, Federico Eugenio Thibon abrió las puertas de su local con venta de café en grano o molido y té en Montevideo 723. Adquirieron una máquina tostadora de café (anteriormente era a leña y luego se adaptó a gas) y Federico Eugenio se encargaba de comprar los granos de café crudo para luego tostarlos. De hecho, fueron pioneros en tener una máquina tostadora en el local. Así, surgió el blend de la casa "Familia Thibon", una mezcla de café Santos (de Brasil) y torrado; de sabor intenso con la marca registrada "significa calidad". Su hijo, Víctor Federico Eugenio, también ayudaba con el emprendimiento: siempre se podía encontrar detrás del mostrador atendiendo a los clientes.
"El primer día se vendió solamente un 1/4 kilo de café. Estaban abiertos con horario de almacén y se cerraba al mediodía para almorzar. Tenían un solo empleado que se encargaba de hacer los repartos por la zona en una bicicleta con carrito", rememora Adela Thibon, sobre el emprendimiento que comenzó su bisabuelo. Aquellas chapas de las bicicletas, que son una verdadera reliquia, se conservan intactas en las paredes del local como decoración.
Veinte años más tarde incorporaron productos de almacén. Entre ellos fideos, aceites, yerba, azúcar, alfajores y galletitas sueltas (las que se exhibían en latas y se vendían en bolsitas de 1/4 y 1/2 kilo). También gaseosas en botellas de vidrio. En la década del 60 llegaron las bebidas alcohólicas, rememorando el oficio del cultivo de vid en su Francia natal. Y los bargueños de madera tallada se llenaron de vinos, licores, whiskies y cervezas; nacionales y también importadas. Federico Lorenzo, tercera generación, cuando tenía quince años comenzó a conocer el oficio del tostado de café y a los 20, cuando terminó la colimba, se metió de lleno en el negocio. Fue en 1975 cuando su padre le delegó el mando y hoy, con sus 71 años es quién se encarga del minucioso proceso del tostado del café y de conservar los secretos a lo largo de las generaciones.
La máquina tostadora de café hace 85 años que se mantiene intacta en el centro del local. Todos los sábados, y a veces entre semana, a las cinco de la mañana Federico Lorenzo, "Fede", como lo llaman los habitués, la enciende para comenzar con el proceso de tostado artesanal. Compran los granos crudos (Santos de Brasil, Colombia, Chiapas de México y de Costa Rica), los tuestan y luego se vende en grano o molido para la cafetera que el cliente solicite. Él conserva la fórmula secreta que traspasó generaciones. Entre los clásicos de la casa, están el Colombia Excelso, Santos Bourbon, Costa Rica y Descafeinado.
Superar la crisis
Tras la crisis del 2001 y con la llegada de varios supermercados en la zona cayeron mucho las ventas. Para salir adelante, a Fede se le ocurrió reinventarse e incorporar mesas. En la parte de atrás tenían un depósito para guardar provisiones y lo transformaron en salón. Desde entonces, los clientes también pueden sentarse a tomar un espresso o cafés especiales como el Limoges (café doble, crema líquida, vodka y crema de cacao) o Marsella un café doble con crema, cointreau y chocolate rallado. A la salida de la oficina, muchos abogados y contadores se acercaban al bar en busca de un whisky o champagne con una picada de queso, jamón y aceitunas. Adela, una de sus hijas, arrancó dando una mano con la parte administrativa y desde el 2004 también está a cargo de la cocina con diferentes opciones de tostados, tartas y platos calientes (que varía según el día).
Desde el 2000 que el bar integra la lista de los Bares Notables y forma parte del patrimonio histórico de la ciudad. Es que en cada parte del local se respira historia: con su máquina tostadora de antaño, balanzas, pisos dameros con su combinación perfecta de cuadrados blancos y negros, tolvas exhibidoras de café, las vitrinas y hasta mármoles de otra época. Con la llegada de la pandemia estuvo más de dos meses cerrado y actualmente ofrecen delivery y take away, pero aseguran que "las ventas no superan el 10%, si se lo compara con los años anteriores, y no llegan a cubrir los gastos para mantener la estructura". Hace unos días, la familia armó una petición en la plataforma Change.org para acompañar el proyecto llamado Asistencia integral para Bares Notables. "Nuestro bar está en Montevideo 723, está ahí desde 1935, con un cartel arriba que dice muy grande Café Thibon. No lo dejes morir por favor, ni a nosotros ni al resto de los bares notables. El cierre de estos locales significaría una real pérdida para la vida cultural y la identidad de la ciudad...", dice una parte de la petición. Se puede firmar en este link.
Adela Thibon concluye: "Mi padre tiene 71 años, su vida es el negocio. Si él pudiera viviría ahí adentro. Es una situación muy triste la que se está viviendo. Con tantos años e historia no nos gustaría cerrar".
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