Musicoterapeuta, dejó el país en pandemia; retomó su antigua pasión y ya se integra a las redes locales de artesanos españoles.
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La pandemia reacomodó las biblioteca de ideas de muchos. Puso en perspectiva los deseos y prendió la mecha a ese concepto de “cuando sea…”, “cuando tenga…”, “cuando pase…”. Muchos aprendieron que si no es ahora, ¿cuándo? Algo así le pasó a Julieta Correché. El run run en la cabeza había comenzado antes. Algo no cerraba del todo en su Morón natal. Profesora de música y musicoterapeuta recibida en la Universidad de Buenos Aires, hacía tiempo que buscaba un cambio de vida, un horizonte nuevo y algo de posibilidades más ciertas para el futuro.
Se fue en familia buscando, sobre todo, un sitio más tranquilo. Los giros mentales le señalaban Europa como destino, hasta que la batalla la ganó Alicante por su clima muy amable y el idioma. En el cambio, regresó a un hobby y hoy trabaja en el diseño de un modo sustentable.
“Tratando de encontrar una veta laboral -relata-, recuperé una pasión y comencé a hacer a mano bolsos completamente desde cero y hasta el último detalle”. Precisamente de sus manos emergen los patrones base que confecciona originalmente para cada pieza, el corte de las cueros, el armado, la colocación de los avíos y las terminaciones.
Huopa, su proyecto, ya está instalado y creciendo bajo la premisa de recuperar el oficio artesanal. “He intentado recuperar descartes y elaborar piezas únicas en cada producto, con un diseño artístico previo que luego se integra a modo patchwork”, cuenta. Se encontró con un mercado muy permeable a un concepto diferente: reuso, sustentabilidad, durabilidad del producto, exclusividad e interés por una pieza casi artística.
La pandemia como catapulta
“Aunque la partida fue una decisión muy elaborada, siempre es difícil de tomar por un montón de razones -sigue en su relato-. Dejar los afectos, el trabajo y sobre todo tener que empezar de cero en un lugar nuevo en el que, por lo común, no conocés a nadie o a muy pocos, que aquello que creías habitual se desdibuja. Pero también está siendo lindo desafío”.
Para Julieta el gran quiebre fue la pandemia. “Con todo lo sucedido en ese tiempo y los cambios laborales que acarreó y todo lo que implicó en lo personal, funcionó como una especie de catapulta. Decidimos en familia hacer este salto. Con mi pareja elegimos vivir en España. Alicante fue el destino porque ya algunos parientes estaban allí y el idioma es lo más parecido al nuestro”, relata. Y continúa: “Digo parecido porque depende de la comuna a la que vayas. Si bien todos hablan castellano, aquí, por ejemplo, se habla valenciano. Pero más allá de esos matices Alicante tiene un clima es súper templado, muy amable y regular todo el año”.
Su llegada estaba apalancada en su tía, la hermana de su mamá, que vive allí hace 19 años. La tracción que generó propició que el año pasado se sumaran al desplazamiento su hermano y también su madre. Ahora ya son equipo para estrujarse cuando se necesita.
El pequeño gran universo
Se instaló en El Campello, un municipio costero que tiene tanta historia que abruma. El yacimiento de la Illeta dels Banyets ya estaba habitado en el segundo milenio antes de nuestra era. Se trata de una pequeña isla unida desde hace casi un siglo a la costa gracias a la construcción de un istmo artificial. Allí se encuentran restos pertenecientes a las culturas de la Edad del Bronce, la íbera y la romana. Un enclave cuyos vestigios pueden provenir de hasta 5000 años de antigüedad.
Allí se han formado pequeñas piscinas o “banyets” que dan nombre al yacimiento. Los arqueólogos suponen que fueron viveros o piscifactorías romanas, donde el mar entraba a través de unos canales manteniendo la pesca fresca mucho más tiempo. La Torre Vigía de la Illeta es un atractivo que, además, permite acceder a la Ermita de la Virgen del Carmen o la Iglesia de Santa Teresa.
Los Jardines de Villa Marco permiten un descanso verde que inunda de verde con su enorme cantidad de plantas. Villa Marco, la propiedad original a la que pertenecen, es una construcción de mediados del siglo pasado que funcionó como huerta. La tarea de los paisajistas ha permitido la conservación de un muestreo de estéticas en espacios verdes. Allí el terreno puede dividirse en cinco zonas: el “jardín árabe” (utilizado como huerta originariamente); el “jardín histórico”, donde se encuentran los ejemplares de mayor envergadura; el “jardín de acceso” que enmarcaba la entrada de carruajes; un pequeño “jardín mediterráneo” (con plantas autóctonas) y una gran pinada que representa el “bosque mediterráneo”.
La costa es gran protagonista del paisaje. Las calas d’Enmig o d’Or permiten la pesca a mano y son el sitio ideal para dejarse reposar y absorber la calma del paisaje. Playa de Muchavista es ideal para practicar deportes acuáticos, mientras que Punta del Riu está pensada para recibir mascotas.
Recrear el hobby
El emprendimiento de Julieta nació como hobby ya en Buenos Aires. Comenzó cuando se anotó a cursos y seminarios de marroquinería por placer, “simplemente porque siempre me gustó realizar artesanías -rememora-. Cada vez que aprendía a hacer un bolso nuevo, tenía muy lindos comentarios de mi familia y amigos. Algunos los usaba, pero llegó un momento que se acumularon y empecé a guardarlos para regalarlos en ocasiones especiales y cumpleaños. También algunos amigos empezaron a pedirme diseños para hacer obsequios. Y de a poquito empecé a hacer un poco más para vender. Durante la pandemia, que tenía más tiempo en casa, me creé un Instagram y comencé a darle un poco más de vuelo”.
Una vez instalada en Alicante con los suyos, se compró una máquina de coser, comenzó a buscar insumos y arrancó con todo, decidida a que ese fuera su negocio en serio. A la hora de diseñar una pieza dice que comienza siempre pensando un modelo de bolso. “Parto de algo que quizá me llamó la atención en la calle, o que vi por ahí, o que, simplemente, me parece cómodo para usar. Ahí comienzo a elaborar los patrones en cartón y suelo hacer una prueba del modelo ya en el cuero -añade-. Con el primer prototipo veo si debo cambiar algo en el patrón y nacen las primeros bolsos”.
Al principio hacía todos los modelos en colores más planos y luego de un tiempo empezó a tener muchos retazos que sobraban. Ahí nació la conciencia por el desperdicio y optó por pensar en usar la técnica de patchwork, pero con un toque más moderno y distinto a lo tradicional.
Un proceso 100% artesanal
“En ese momento el proceso cambió muchísimo porque ahora tengo que crear el patrón de los patchwork -explica-. No es lo mismo que comenzar con un cuero liso al que se corta y cose. Ahora comienzo por el diseño mezclando colores, texturas y distintos tipos de cueros para armar las diversas partes del bolso. Es la etapa que más me gusta de todo el proceso, ya que no hay dos iguales y es un momento creativo tras otro”.
Luego piensa en los colores y en el estilo que tendrá esa pieza. Para el verano sacó una pequeña colección llamada Nerea, en la que usó los modelos de los cuatro productos que más salida tienen (bolso grande, pequeño, neceser y un sobre tipo clutch), pero en un estilo veraniego. “Tenía cueros azules que permitían simular el mar, el cuero de fondo era símil escamas de pez, y un toque especial con unas sardinas hechas en patchwork. Salí un día a caminar por las costanera aquí donde vivimos y el diseño se me subió a la cabeza de inmediato”.
En el resto de los bolsos, una vez que decide la colección o los colores que saldrán empieza a armar el patchwok que irá de fondo en el bolso. Une todas las piezas, las cementa, las cose y ya están las partes listas para unir. Es el momento de ensamblar el bolso, de realizar los bolsillos, la forrería interna, los cierres, las correas o manijas y ultimar los detalles.
“El final es maravilloso, porque la mayoría de los bolsos los hago con costuras internas -cuenta entusiasmada-. Es decir que coso por dentro, y luego los tengo que dar vuelta y allí, en ese momento es cuando se revela el bolso casi terminado. Como me gusta crear todo el tiempo cosas nuevas, hago un único bolso por cada patrón. Todos los patchwork son distintos aunque haya dos con colores similares. También voy sacando pequeñas colecciones cápsulas (como la del verano), donde hago ediciones súper limitadas. Cuando se acaban no repongo, sino que me pongo a crear nuevos modelos”.
Integrarse a la comunidad local
Vende desde su tienda online, por Instagram y en mercados de artesanía local. “He conocido una asociación de artesanos de autor llamada Amata -comenta-, que cuidan que todo lo que haya en sus mercados sea artesanal. Y allí va mucha gente que valora lo handmade, lo único y original. Tengo clientas de edades variadas por toda España y muchas del exterior, como en Reino Unido, Estados Unidos, países nórdicos, Francia, etc”.
Para Julieta el valor final de lo hecho a mano es un tema difícil. “Si bien hay mucha gente que valora y ama este tipo de productos, también hay mucha cultura del comprar barato y descartar -analiza-. A España llega lo que quieras de China a través de portales de compra masiva con envío gratis en unos días, a precios que ni te podés imaginar. Entonces la venta de lo artesanal es complicada. Por suerte sigue habiendo gente que lo valora y comprende que el precio de algo hecho a mano no puede ser igual al producto fabricado en serie”. Su próximo desafío está en poner una tienda multimarca con artesanía hecha en España y donde pueda mostrar sus bolsos. “Que se luzcan -afirma entusiasmada-. Que la gente pueda venir a probárselos, a vivir la experiencia de tener un bolso hecho a mano, en cuero, único”.
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