Se lo describe como un creador que pintaba con plantas. Y se merece esa definición. Artista plástico y paisajista, Roberto Burle Marx le dio su inconfundible impronta a las veredas de Copacabana, diseñó múltiples espacios públicos y privados, compartió trabajos con otro creador de fama internacional como el arquitecto Oscar Niemeyer y fue un gran impulsor de la flora nativa brasileña que, inspirado por la vanguardia europea de comienzos del siglo pasado, convirtió sus más de 2.000 planos desplegados en todo el mundo en obras pictóricas.
En uno de sus trabajos en conjunto, esta vez llevado a cabo en una residencia particular en las afueras de Río de Janeiro, Burle Marx y Niemeyer (promotor de las ideas de Le Courbusier) crearon una obra en la que la arquitectura y el paisajismo comulgan con el modernismo y la cultura brasileña.
La casa, con influencias justamente de Le Corbusier y del racionalismo anterior a los años 60, se destaca en el terreno por su liviandad, transparencia y techo curvo. Tiene dos estilos de jardines: en el lado oeste, las formas redondeadas y orgánicas se empiezan a percibir desde el acceso, enmarcado por la exuberancia de las flores tropicales. El jardín del este, en cambio, es más privado. La plantación se distribuye en líneas rectas (reinan el violeta característico del Iresine herbstii y el amarillo de la Duranta aurea), el césped está cortado en damero y tiene una piscina de formas geométricas.
No hay límites visuales desde adentro: la casa se incorpora al jardín, el jardín se incorpora a la casa. Resultó una genialidad generar el espacio habitable entre los dos morros y ubicar la vivienda en el medio del terreno, porque eso permitió que las perspectivas de un lado y del otro quedaran enmarcadas por la inmensidad de la selva a ambos lados. Desde arriba los dibujos trazados por Burle Marx son verdaderos cuadros vivos: se perciben con nitidez las formas, los colores y las texturas.
Burle Marx trabajó durante 30 años con quien fuera su discípulo y quien luego se convirtió en su socio: Haruyoski Ono. Este paisajista continuó el legado artístico de su maestro y quedó al frente del estudio de Burle Marx tras su muerte. Ono falleció en 2017 y en la actualidad sus hijos, los arquitectos paisajistas Isabela y Julio, son los responsables de seguir con sus obras, en compañía del arquitecto Gustavo Leiva.
Especies nativas
Burle Marx había nacido en 1909 en San Pablo. En 1928 vivió en Berlín y de regreso en Brasil estudió Bellas Artes y profundizó su vocación por las plantas, especialmente las autóctonas. De hecho, recolectaba semillas, hacía herbarios y las reproducía, y años más tarde, tras clasificar detalladamente ejemplares de flora nativa y ayudar a catalogar especies hasta entonces no investigadas, los utilizó para materializar sus proyectos. Se destacó entre sus pares porque en su época en Brasil predominaban los jardines con diseño clásico, mayoritariamente poblados de especies exóticas ya que se consideraba que las locales tenían una impronta no tan elegante. Pero Burle Marx dio un gran giro en este concepto cuando no sólo comenzó a utilizarlas en sus diseños, sino además incorporando formas orgánicas. Hasta entonces, lo que se imponían eran las líneas rectas y la formalidad. En sus paisajes, las curvas se corporizaban con macizos de plantas de la misma especie en grandes cantidades, lo que resaltaba las texturas y los colores vivos.
Además, incorporó la artesanía popular y rescató antiguas culturas precolombinas, africanas y coloniales. Y fue uno de los primeros en proponer la creación de reservas naturales y en llamar la atención ante el avance de las deforestaciones. Junto a un grupo de arquitectos, geógrafos y biólogos recorría la selva virgen, donde recolectaban semillas y gajos para multiplicarlos en su finca.
Así, Burle Marx fue precursor del naturalismo y lo llevó a sus más de 2.000 proyectos en todo el mundo, entre los que se destacan los que desplegó en su país natal. Entre ellos, los grandes parques de Río de Janeiro, como el Flamengo y Largo da Carioca.
En Buenos Aires, diseñó la Plaza República del Perú, en Av. Figueroa Alcorta y Salguero, donde en 1972 montó una escultura de hormigón de 2,5 metros de altura, en forma de caracol, que envolvía juegos infantiles. En 1995 fue demolida.
Pero tal vez el más emblemático de sus trabajos sea el de las veredas del paseo de Copacabana en Río de Janeiro, reconocibles desde 1969, cuando su diseño curvo sedujo a todos.
Burle Marx dejó como legado su casa-estudio conocida como Sitio en las afueras de Río, donde se conservan sus colecciones de bromelias, orquídeas y plantas tropicales, algunas en peligro de extinción, además de sus pinturas y esculturas. Una herencia de curvas libres y naturaleza tropical.
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