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Recibirse de lo que uno estudia es un logro que llena de satisfacción y alegría; plasmar ese conocimiento en un trabajo o convertirlo en profesión genera la satisfacción de haberlo logrado, de ser el punto más alto y álgido de una carrera, pero quién puede asegurar que el camino elegido no se verá alterado por circunstancias que escapan a nuestros propósitos. Tsutomu Yamaguchi, ingeniero naval en Mitsubishi Heavy Industries el único sobreviviente, reconocido, de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, pudo comprobarlo, y sorprender al mundo.
El ingeniero Yamaguchi no imaginó que aquella mañana del 6 de agosto de 1945 cuando despertó y se dirigió a la estación de tren de Hiroshima iba a vivir un hecho atroz que pasaría a la historia: tan solo 8 km lo separaban del lugar donde finalmente impactó el “Little Boy”, como se nombró al artefacto nuclear cargado de Uranio-235 que arrojó el bombardero norteamericano “Enola Gay”, la famosa Bomba Atómica que asesinó a 140.000 personas, pero que no pudo hacerlo con Tsutomu.
Con la suerte de su lado
El Ingeniero caminaba apacible hasta que un gran destello lo cegó, y unos minutos después se encontró envuelto en una nube gigante de humo negro. Desesperado, escuchando miles de gritos, sintiendo el inmenso calor que rodeaba la zona, cayó aturdido y se desmayó. Horas más tarde, con todo su rostro bañado en sangre, con un constante zumbido en los oídos y con quemaduras en varias partes de su cuerpo pudo trasladarse en dirección hacia un refugio antiaéreo donde recibió primeros auxilios y pasó la noche.
Herido y maltrecho, a la mañana siguiente, el destino seguiría poniéndolo a prueba. Sumado a la tenacidad de llegar a un refugio para recuperarse, decidió recorrer alrededor de 400 kilómetros, que es la distancia que hay de la ciudad bombardeada a su ciudad de residencia: Nagasaki.
Hasta ese momento habían pasado nada menos que tres días, Tsutomu Yamaguchi todavía no se había repuesto y mucho menos curado de sus heridas, pero como era su deber se presentó a su trabajo y mientras relataba a sus compañeros lo que había vivido en aquel ataque, otra crueldad volvió a ocurrir.
La suerte golpea otra vez
A las 11 de la mañana EE.UU. ordenó lanzar su segunda bomba, la “Fatman”, el cielo se oscureció y otra vez el calor invadió la atmósfera de Tsutomu, la ciudad Nagasaki era destruida con una bomba de 21 kilotones de uranio y los pies de aquel hombre volvían a tener esa sensación que a esta altura ya le resultaba familiar.
Tan solo 3 kilómetros lo separaban del lugar donde la bomba detonó, Yamaguchi, no podía creer lo que estaba ocurriendo por segunda vez, la pesadilla retornaba, otra vez la misma sensación de calor, otra vez los gritos, otra vez el pánico y otra vez perdió el conocimiento.
Al despertarse y volver en sí, las imágenes de cuerpos quemados y casas destruidas lo puso en alerta, regresó a su hogar, su familia estaba irradiada, traumatizada, como todo Japón, como todo el mundo.
Tsutomu Yamaguchi fue torturado durante muchos años por sus pesadillas, aquellas explosiones lo persiguieron diariamente, cada noche el recuerdo de las dos detonaciones volvían a atormentarlo.
Su mujer también sobrevivió, tuvieron dos niñas, quizás por ellas, o porque en aquel país nadie hablaba mucho de las tragedias, el silencio lo acompañó alrededor de 50 años, como si aquel pudiera esconder las nocturnas pesadillas que finalmente no pudo acallar.
Enfrentar la atrocidad, hasta el final
A sus 89 años ya decidido a que lo vivido salga a la luz, Yamaguchi, decidió hacer pública su historia de vida. Recorrió varios países contando no solo su experiencia, también los estragos que dejan las guerras y sus consecuencias. El relato de lo sucedido llamó la atención de la Organización de las Naciones Unidas. Anteriormente su país lo había reconocido como víctima de la segunda bomba, pero a partir del año 2009 lo incluyeron en la lista de los “hibakusha”(sobrevivientes), siendo la única persona en haber sobrevivido a ambas catástrofes. Aunque el único beneficio económico que eso le proporcionó fue una cobertura de salud y un servicio fúnebre gratuito. El 4 de julio de 2010 llegó su final: falleció a sus 93 años de un cáncer de estómago.
Cuando el proyecto Manhattan se realizó por órdenes del gobierno norteamericano y el físico Openheimer creó las bombas de plutonio que arrojarían sobre Japón, nunca pensó que el verdadero Superman (ícono de la cultura norteamericana) estaría del otro lado del mundo.
“La usamos para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes estadounidenses”, se justificó el presidente Truman tres días después.
“Los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible”, diría con otra visión, años después, el también presidente norteamericano Dwigth Eisenhower.
Superhombre, milagro, casualidad, extraordinariedad o quién sabe qué, la vida de Tsutomu Yamaguchi, vaya suerte ( o no?) lo condujo hasta su final con la increíble travesía tan parecida a una historia de ficción que su vida inspiró al personaje del Samurai de Plata, en la película “Wolverine Inmortal”
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