Una médica puso en acción su costado creativo para hacer realidad cada espacio de esta casa en la que vive junto con su familia. Y dice que es exactamente tal como la imaginó desde el primer día.
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Iban camino a ver otra casa cuando les cancelaron la visita. De paso por Olivos, Deborah Neumann y su marido vieron en venta ésta, de 1932. A ella le encantó y, después de conocerla, decidieron que sería su futuro hogar. Pasaron diez meses de obra, durante la que conservaron lo valioso (algunas aberturas, el piso de pino tea, calcáreos, vidrios de colores) e hicieron de cero otros espacios, como el jardín (que se inundaba) y la cocina, que cambió por completo. Deborah, que es médica anestesióloga, empezó a hacerse el tiempo para pensar los cambios que quería, el estilo que les daría a los ambientes y buscar proveedores. El proceso y los resultados quedaron plasmados en su cuenta de Instagram
En nuestro departamento anterior dominaban el rojo y el turquesa. Necesitaba un descanso visual, por eso acá todas las paredes son blancas. Desde allí elegí los materiales y armé una paleta
Nueva, con aires vintage
En donde está el comedor diario, antes había un pequeño cuarto cerrado. Derribaron una pared y colocaron una barra a modo de separador. De un lado, ésta contiene estantes con vajilla y objetos; del otro, el lateral ciego y banquetas. La puerta de doble hoja de este ambiente fue recuperada del antiguo living.
“A la cocina la cambiamos por completo. Para mantener el epíritu de época, elegimos muebles tipo shaker. Sentíamos que mucho acero inoxidable o algo demasiado moderno iba a desentonar”
La cocina y el comedor diario son nuestro punto de reunión. Al abrir la puerta doble, se unen al jardín en un gran ambiente que disfrutamos en conjunto
El lavadero es una réplica de la cocina contigua: eligieron el mismo estilo y repitieron materiales en busca de practicidad, coherencia y continuidad.
Una paleta serena
En el cuarto principal, la paleta de colores favorita de la dueña de casa: base blanca, gris y rosa viejo combinados con madera. Sobre la cabecera de la cama se ubicó un estante en voladizo del mismo ancho de la cama, sobre el que se apoyan cuadros y objetos.
Las dimensiones del cuarto –y su abundante luz natural– permitieron que allí mismo se montara un espacio de trabajo en perfecta armonía con la estética general.
El cuarto de Tomás y Josefina (cariñosamente llamados “Los Pepos”), es el más pequeño de la planta alta y está pensado para dormir y guardar allí la ropa. Los juegos son en el altillo, que acondicionaron como family room.
En el baño, el piso original estaba emparchado y tenía una rejilla central. Durante la obra, lo cambiaron por cerámicas símil calcáreo.
En el family, los vidrios de colores estaban en la casa desde una refacción anterior y decidieron aprovecharlos. “Este espacio quedó como estaba, solo pintamos. Acá está todo permitido, es donde los chicos juegan y miramos la tele”.
Debajo de la escalera, el toilette de la planta es mínimo, y se equipó acorde con su tamaño. Se pintó de blanco para que reflejara más la luz que llega por la ventana.
Patio y jardín íntimos
El antiguo garage hoy es un hall de entrada que deja ver el jardín a través del portón, que se hizo con aberturas de reminiscencia gótica, con su clásica terminación en punta.
El jardín fue despejado y también entró en obra para solucionar un serio problema: se inundaba con cada lluvia. Sobre la medianera se ubicaron mallas para que las enredaderas y la Santa Rita puedan trepar; y vigas para que el jazmín arme un techo verde.
La casa, que data de 1932, tiene rasgos que remiten a distintas épocas del estilo inglés, y que comparten muchas casas del barrio. “Toda la fachada estaba cubierta con enredaderas. Decidimos sacarlas para revelar y realzar la estructura de la casa; recuperamos las paredes y rediseñamos el jardín delantero”, cuenta Deborah. El diseño y construcción del jardín estuvo a cargo de Guido Benedetti Espacios Verdes.
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