Recomendado por Paula Nannini*
1. Parque Gradina Icoanei
El antiguo barrio armenio y la zona que rodea el parque Gradina Icoanei es un área que conserva antiguas casonas y palacetes cubiertos de enredaderas, con jardines y patios ocultos entre calles que se extienden desprolijamente. Cada casa parece guardar una historia y, a la vez, se entremezclan con bares y restaurantes llenos de la vitalidad de una ciudad en continuo movimiento, que uno descubre mágicamente al abrirse una puerta, detrás de alguna reja, en algún patio.
Al pasear por el barrio se pueden notar las marcas de un pasado opulento y fascinarse con un presente que guarda el encanto del paso del tiempo. El parque Gradina Icoanei está muy cerca del Barrio Armenio y es un excelente plan para perderse en estas calles y dejarse llevar descubriendo bares, cafés y casas de té.
2. Mercado Obor
Este gran mercado nació como una feria de animales cerca del siglo XVII y ha ido creciendo desde entonces, siendo hoy en día uno de los más antiguos de la ciudad. Es infinito lo que se puede encontrar en Obor y en cada visita se descubre algo nuevo: desde frutas, verduras, especias, panaderías, carnicerías, hasta flores y bazares de todo tipo. Los maniquíes que escoltan algunas de las tiendas de productos regionales con su vestimenta tradicional rumana son muy pintorescos.
Obor es una aventura para los amantes de los mercados, y recomiendo que el recorrido incluya la degustación de algunas delicias que ofrecen los puestos de venta (si no les convidan antes, basta con señalar y preguntar amablemente: "¿se poate?"). Para mí, este lugar refleja parte de la esencia y los valores más significativos de Rumania, con los productos frescos que llegan desde las granjas y los campos de productores locales.
3. Ota
En el hermoso barrio de Cotroceni, un portón de una antigua casa conduce a este bar difícil de encontrar simplemente al pasar. Un lugar secreto y exclusivo en sus orígenes, que con el tiempo se fue haciendo más popular manteniendo su atmósfera íntima. Se puede disfrutar del patio entre árboles y plantas, y de la calidez del semisótano de esta casa que abre sus puertas como bar solo algunos días de la semana. Su dueño lo anuncia en su página de Facebook junto al menú que ofrecerá esa noche –que siempre incluye una muy rica sopa–, preparado por él mismo.
En Ota, suelen organizarse fiestas y funciona también como galería de arte. El ambiente relajado, la agradable atención, la buena música, la sopa casera, el "vin fiert" (vino caliente) en invierno, o la cerveza fresca en el patio en verano, les dan a los visitantes la bienvenida con un estilo propio que deja siempre ganas de volver.
Llegué a Bucarest en marzo de 2018, para acompañar a mi novio en su destino diplomático. Soy doctora en Biología y, desde que me mudé a Rumania, continúo los estudios de astrología que había comenzado en Buenos Aires, por lo que pasé de investigar el orden biológico que nos constituye a investigar el orden del que somos parte.
(Producción: Julieta Mortati)