Bubbles, el chimpancé al que Michael Jackson salvó de la muerte y expuso a un infierno
El “rey del pop” mantuvo un animal exótico a su lado durante 20 años, cuando la situación se tornó violenta
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Actuó en un video musical y una película. Tomó el té con políticos extranjeros. Deleitó a Elizabeth Taylor y enojó a Freddie Mercury. Y acompañó durante años al hombre más famoso del planeta en su viaje del cielo del pop al infierno de la infamia. Nunca hubo otro chimpancé como Bubbles.
La versión oficial indica que nació el 30 de abril de 1983 en un centro de investigación sobre el cáncer en Austin, Texas. Allí, donde lo esperaba una vida de jaulas, inyecciones y bisturíes, su destino cambió a los ocho meses cuando Michael Jackson, de 25 años, por entonces el cantante más popular del mundo, decidió comprarlo. En Bubbles: mi diario íntimo, de Swaziland a Neverland, una falsa autobiografía escrita en 2009 desde la perspectiva del mono, los hechos se revierten: es el pequeño chimpancé de pelo negrísimo y ojos tristes quien adopta al excéntrico millonario de las chaquetas militares rojas.
Jackson, que habría pagado 65.000 dólares por el mono, no fue hasta el laboratorio a buscarlo. Un entrenador y proveedor de animales para películas y series de Hollywood, Bob Dunn, se encargó del proceso. Aunque reprobable y poco ético, no era ilegal: varios estados de Estados Unidos permitían tener un animal exótico, como un tigre o un chimpancé, de mascota. Y otras celebridades ya lo habían hecho antes: Elvis Presley tuvo un canguro, Tippi Hedren un león y Salvador Dalí, un oso hormiguero.
Una amistad singular
Una vez liberado, Bubbles fue llevado desde Texas hasta California para llegar a Hayvenhurst, la mansión que la familia Jackson ocupaba en el exclusivo distrito de Encino desde los días de oro de los Jackson Five. Fue el primero de muchos viajes.
En 1984, fue con Jackson hasta un estudio de Los Ángeles, donde el impulsor del “moonwalk” iba a grabar un dueto con Freddie Mercury -la canción “There Must Be More To Life Than This”-. Según el periodista David Wigg, la insistencia de Jackson de interrumpir la sesión para consultarle al mono qué le había parecido cada toma terminó por sacar de sus casillas al cantante de Queen, que renunció al proyecto y volvió a Londres. “No voy a cantar con un chimpancé de m… sentado a mi lado todas las noches”, le gritó a su agente.
Bubbles tuvo también una carrera propia. Hizo una aparición en Back to School (”De vuelta al colegio”), una comedia de Rodney Dangerfield, y participó del videoclip de “Liberian Girl”, el noveno corte de difusión del disco Bad, editado en 1987. Allí compartió pantalla con estrellas como Whoopi Goldberg, John Travolta, David Copperfield y Lou Ferrigno, entre otros.
Ese mismo año, acompañó a Jackson en varias fechas de su gira mundial de conciertos. En Japón, bebió té verde junto al alcalde de Osaka. De regreso en Estados Unidos, acudió junto al cantante a una cena en la casa de Elizabeth Taylor, donde, según varios invitados, fue “el alma de la fiesta”.
Las apariciones públicas de Jackson y Bubbles eran ampliamente reportadas por la prensa. Esto, junto a otras excentricidades del cantante, como los drásticos cambios en su apariencia física, su interés por comprarle a un hospital británico los huesos de John Merrick -el “hombre elefante”- o los rumores de que dormía en una cámara hiperbárica para extender su vida le ganaron un ácido apodo en los medios: “Wacko Jacko”, algo así como “Jacko, el demente”.
La Tierra del Nunca Jamás
En 1988, Bubbles dejó Hayvenhurst y acompañó a Jackson a su nueva mansión, un rancho de 1100 hectáreas en Santa Mónica que, en homenaje a Peter Pan, el personaje que lo obsesionaba, el músico bautizó Neverland.
En el rancho -que incluía un parque de diversiones personal con autitos chocadores, sala de cine, rueda de la fortuna, montaña rusa, zoológico privado y una locomotora a vapor que unía todas las atracciones- Bubbles parecía llevar una vida de lujos. Aunque tenía su propia habitación, prefería dormir con Jackson en su cuarto, en una cuna preparada especialmente junto a la cama del intérprete de “Thriller”.
En el libro Michael Jackson: la magia y la locura, la historia completa, el autor J. Randy Taraborrelli relató que Bubbles “a menudo se sentaba en el cine junto a Michael y comía golosinas de una máquina dispensadora”.
Encierro y violencia
El protagonismo de Bubbles en la vida de Jackson comenzó a menguar a mediados de los 90, cuando el cantante empezó a copar los titulares de los diarios con actividades no vinculadas a la música, como las numerosas denuncias por abuso sexual infantil, sus dos matrimonios fallidos y el nacimiento de sus tres hijos (en 1997, 1998 y 2002).
Los chimpancés, como otros animales salvajes, exhiben comportamientos violentos en su vida adulta y no son aptos para vivir en un ambiente residencial. Supuestamente preocupado por el bienestar de su flamante familia, Jackson decidió enjaularlo dentro de la propiedad. Eddie Murphy recordó verlo durante una visita a Neverland: “Bubbles llegó a una edad en la que no podías molestarlo, se agarraba de los barrotes y se volvía loco. Michael me pidió que no me acercara a él”, reconoció el comediante en un episodio de Comedians in Cars Getting Coffee, la serie de entrevistas que Jerry Seinfeld conduce en Netflix.
No faltaron reportes de que Jackson ejercía violencia física contra el chimpancé. “Vi a Michael golpear a Bubbles, patearlo en el estómago. Michael solía decir: ‘Él no lo siente. Es un chimpancé. Tengo que disciplinarlo’”, le dijo Jack Gordon, exesposo de Latoya, hermana de Michael, al portal TMZ. La etóloga británica Jane Goodall, una de las mayores expertas en chimpancés del mundo, conoció a Bubbles y confrontó al músico por lo que juzgó eran pruebas claras de maltrato físico. Jackson no se tomó bien los comentarios. “Fui a verlo y hablamos de Bubbles. Se enojó”, admitió ella.
En 2003, Bubbles fue enviado al complejo de Bob Dunn, el entrenador que había tramitado su compra. Un año después, fue trasladado al santuario Center for Great Apes de Florida, Estados Unidos, donde reside todavía a sus 37 años. Aunque el cantante de “Billie Jean” dispuso una suma de dinero para mantenerlo de por vida, nunca fue a visitarlo. Jackson murió en 2009 de una sobredosis de opiáceos.
Una nueva vida
Irreconocible, con el rostro cercado por una corona de cabello canoso, una altura de 1,30 metros y casi 85 kilos de peso, Bubbles finalmente parece haber encontrado la paz. Se convirtió en el macho alfa del hábitat de chimpancés del santuario y es acompañado a toda hora por cuatro hembras adultas.
El animal, que había sido inmortalizado en 1988 junto a Jackson en una escultura de porcelana del artista Jeff Koons, realizó su propia incursión en las artes plásticas en 2017 cuando integró en Miami una muestra de manualidades realizada por 60 primates. Durante la exhibición, que buscaba recaudar fondos para el santuario, vendió cinco obras por un total de 750 dólares.
Algunas costumbres, como la aversión de su célebre compañero humano por los paparazzi, todavía lo acompañan. “A Bubbles no le gustan las cámaras -afirmó un vocero de la institución-. Incluso cuando sus cuidadores intentan tomarle una foto, él les da la espalda”.
Por fortuna, los tiempos han comenzado a cambiar. En muchos lugares del mundo existe más conciencia sobre los derechos de los animales tanto salvajes como domésticos y ya no abundan los casos de famosos con mascotas exóticas. No habrá otro chimpancé como Bubbles. Y quizá eso sea algo bueno.
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