Algún desprevenido podría pensar que hay un error, que no puede ser que en la lista de artistas que representa la agencia figure, junto a los nombres propios, una fiesta. Necesitará entender que esa fiesta es algo inusual: un fenómeno cultural con identidad y valores, un modelo de negocio que escaló hasta ser un éxito arrasador. También, quien piense que es ilógico situar la fiesta Bresh en escala de igualdad con cantantes como Louta, Wos o Angela Torres deberá saber que quien está detrás de cada uno de estos proyectos de la Agencia Picante es alguien como Peter Ehrlich. Y, entonces, quien lo conozca verá clara la coherencia. No hay error.
"Estoy trazado profundamente por la industria discográfica, el entretenimiento y el arte", así presenta sus primeras credenciales antes de agregar el resto al contar cómo llegó a ser el manager de las voces disruptivas del momento y el productor ejecutivo de la fiesta revolucionaria que reunió –virtual, pero simultáneamente– a 750.000 personas en plena pandemia.
750 mil personas se conectan a las Bresh
En su infancia, ir a un recital era parte de la rutina familiar; el padre de Peter trabajó en sellos discográficos como PolyGram y Universal. A su casa iban a comer desde Ricky Martin hasta Ricardo Montaner y los Pimpinela.
"Mi locura pasa por el lado de descubrir artistas", señala Peter. Ver algo que está pasando casi inadvertido, registrarlo, que le guste demasiado y no poder parar hasta mostrarlo al mundo entero: de eso se trata su pasión. "Hay algo adrenalínico y medio ególatra, aunque no tanto", justifica. "Porque la intención es compartir. Mi trabajo es diseñar el camino para que las personas tengan acceso a ver eso que yo vi".
La adolescencia noventera le imprimió noche y música. Fue cadete de una disquería y atendió locales de cumbia. El reggae que trajo tatuado de la temporada en que vivió en California, el fanatismo incondicional por los Redondos, el jazz y más. Mucho más. Ser ecuménico fue quizás su primera transgresión.
Por vía musical, Peter supo qué se siente ser "transgénero" en un contexto de intolerancia a la diversidad, y lo recordaría décadas más tarde cuando ser flexible y romper los cánones hegemónicos se reflejaría al momento de organizar una fiesta.
380 shows produjeron durante 2019
Pero antes vendrían otras rebeldías. En su paso por consultoras de prensa (trabajó con David Lebón, Moris y Diego Torres), agencias de publicidad y sellos discográficos, cierta cuota punk en su ADN lo empujaría a respetar poco a la autoridad. Llegó a hacer un campamento en las oficinas de Universal Music hasta obtener el presupuesto que pedía para un proyecto. "Pongo siempre mi visión porque me pasa que creo mucho en lo que pienso y en lo que siento", argumenta. Y lo que siente –ese "corazón prendido fuego", como describe– es la antorcha que lo guía ciegamente. Como cuando quedó cautivado por un pibe, Lisandro Aristimuño, y lo convenció de venirse desde el Sur a armar lo que armó. O cuando, muchos años después, en una batalla de freestyle, "descubrí a un nene de ojitos celestes que me volvió completamente loco", recuerda. El chico se llamaba Wos. "Me junté con él y escuché las ideas que traía de lo que quería hacer con la música. Puse las mías en juego y los dos, con total empatía, emparejamos lo que pensábamos. Entendimos perfectamente el espíritu de lo que podíamos hacer juntos".
La desobediencia y la heterogeneidad cobraron un tercer componente cuando Peter tenía 26 años e incursionó en el ámbito de la política. Montó el departamento de comunicación de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable a cargo de Romina Picolotti, que dependía de Alberto Fernández durante la presidencia de Néstor Kirchner. "Esto terminó de formatearme ideológicamente, definió lo que fui de ahí en más", describe. Cuando empezó a sonar el trap, armó un proyecto social en barrios vulnerables. "Era un arte que emergía como alternativa al cuarteto y al rock, y había protesta. Mucha gente todavía no lo entendía".
Un momento clave fue cuando Peter, en 2015, ingresó en Ozono Producciones (de Fernando Moya) y conoció a Jaime James, o sea, Louta. "Entablé una relación muy profunda con él", dice. "Entre la confianza que nos tenemos y su locura, que es increíble, volamos. Empezamos a trabajar a rienda suelta para expandir al máximo su potencialidad y hoy Louta es lo que es".
La agencia se fundó hace 3 años
Volvió a agitarse en él el espíritu emprendedor, decidió armar un proyecto propio y creó la agencia Picante. Se emancipó, pero siguió de la mano con Fernando Moya y con Louta como partes societarias. Se fue con Wos y desarrolló el éxito de las Bresh.
En 2016, Jaime James quería hacer un show para presentar su disco; ya tenía la fecha y el lugar, pero no llegó con la grabación. Junto con sus amigos del colegio, salvaron la reserva armando una fiesta. El espacio estaba habilitado solo para shows así que, para camuflarse ante una inspección, dejaron todo dispuesto para tocar. Fue un exitazo, había que hacer más, dotar la movida de un formato comercial que le diera despegue a la propulsión que generaba.
Llevan vendidas + de 500.000 entradas
Peter tomó la Bresh. "Empezamos a reservar todos los sábados que podíamos de Niceto", recuerda. De ahí en más vino el camino de la federalización (con Córdoba, Mar del Plata y Rosario a la cabeza) y de la internacionalización de una marca que no paraba de crecer. En Chile, las Bresh son tendencia, también el formato hace pie en Colombia, Ecuador y Perú. "Nos llegan mensajes de México, España, Miami y hasta de Japón", se agranda Peter.
"La Bresh tiene un planteo artístico muy profundo, que lo llevan adelante Jaime y DJ b.r.o.d.e.r junto a Juan Ernesto, la otra figura DJ, y con todo el equipo, que es enorme". La fiesta surge en las cabezas y en la pasión de este grupo de amigos para quienes nada es imposible. Peter es el que se encarga de que suceda, es el productor ejecutivo.
Pero, ¿qué tienen estas fiestas? Mucho glitter, colores y flores artificiales, olorcito en los baños. Caramelos para todo el mundo, chicles y helados también, alegría al por mayor. DJ estrella, hitazo tras hitazo. "Hay algo multigeneracional. Puede sonar Queen, Charly García, Luis Miguel... El efecto sorpresa genera un ambiente explosivo", explica Peter. "Algunos influencers de nuestro círculo, como Dakillah, Wos, Ángela Torres, Ofelia Fernández, se volvieron fans y se armó un polo sociocultural muy fuerte. Le agregamos pañuelo verde a nuestro logo durante el debate por la legalización del aborto, somos gay friendly, abrazamos consignas del feminismo, de la diversidad. La Bresh es una contrapropuesta cultural, social, popular que se dio naturalmente".
Cuando llegó la pandemia y se impuso el aislamiento social obligatorio, todo indicaba que era el final, que habría que esperar a que la cuarentena termine para reinventarse. Pero no. Lo que empezó con un "subamos una lista a Spotify" siguió con un "propongamos salir a los balcones a bailarla en simultáneo" y derivó en una fiesta en vivo de Instagram que explotó. Desde Picante, generaron la estructura para un fenómeno inédito. Arrancaron con 25.000 views a fines de marzo, treparon a 500.000 y ya casi un millón de seguidores participaron en las últimas ediciones. La gente se arma grupos de Zoom entre amigos para seguir el vivo. Marcas como Samsung y Red Bull patrocinan la experiencia y Pedidos Ya hace la logística de packs de bebidas con código Bresh para la previa, que se agotan antes de que empiece a sonar la música.
En esta mezcla petereana de ideología, heterogeneidad, innovación, rebeldía e inclusión coexisten artistas y fiestas que le dan coherencia a Picante, como en una muralla que divide lo que fue y será: "Somos el resumen entre una era pasada en la industria de la música -con toda la experiencia de Fernando Moya y lo que yo transité- y el futuro incipiente de los paradigmas que hoy se reformulan. Funcionamos como una gran familia y se tendió una red de interacción que enaltece lo que hacemos, que no es más que darle cauce y sustento a esta nueva generación con potencial que llegó para cambiarlo todo"