Parece una tarea titánica recordar los nombres científicos de las plantas en un idioma tan lejano como el latín, pero la elección tiene su razón de ser y te lacontamos en esta nota.
La ciencia que estudia la clasificación y denominación de las plantas es la botánica sistemática, que abarca la taxonomía y la nomenclatura. La primera se dedica a la clasificación y brinda las reglas para este fin; la segunda crea los nombres para designar a las plantas (nombres que deben cumplir con ciertas normas que figuran en el Código Internacional de Nomenclatura Botánica).
Los primeros humanos que habitaron la Tierra, dividían o clasificaban las plantas según su utilidad, como medicinal, comestible, venosa. Eran nómades y se basaban en el conocimiento a través de la experiencia.
En la Antigüedad, cuando comenzó a utilizarse la escritura en las civilizaciones griegas y romanas, Teofrasto (371-286 AC) –discípulo de Aristóteles y Platón, quienes tenían un jardín botánico y una generosa biblioteca– dividió al reino vegetal en cuatro categorías: árboles, arbustos, subarbustos y hierbas. Es también quien escribió el famoso libro La historia de las plantas, y por ello es considerado el padre de la Botánica. Plinio y Dioscórides, destacados pensadores romanos, crearon un sistema de clasificación para las plantas medicinales, y propusieron nombrarlas en latín; los chinos y los indios fueron influyentes en esta etapa ya que recopilaron abundante información sobre botánica.
En la Edad Media hubo pocos avances. La ciencia estaba bajo la influencia de la Iglesia, y fue el obispo Alberto Magno (1193-1280) quien hizo la clasificación de las angiospermas en monocotiledóneas y dicotiledóneas, además de distinguir las plantas vasculares y no vasculares.
Con la llegada del Renacimiento, la ciencia se ilumina y la botánica no se quedó atrás. El botánico y naturalista sueco Carl von Linné (1707-1778) dio un impulso decisivo a la sistemática, creando la nomenclatura binominal en latín basada en dos términos: el primero indica el género y se escribe en mayúscula; el segundo corresponde a la especie y se escribe en minúscula. Su gran obra Species Plantarum es considerada como el inicio de la nomenclatura botánica moderna.
Las reglas que rigen la nomenclatura científica botánica son revisadas en las reuniones de la Sección de Nomenclatura en los congresos internacionales de esta disciplina, que se hacen regularmente.
¿Por qué en latín?
Se utilizan los nombres científicos en latín por ser un idioma universal. Así, se llama de una sola forma en todo el mundo. Por el contrario, los nombres comunes o vulgares son variables y, en la mayoría de los casos, cambian según la lengua y el lugar. Por ejemplo, Thunbergia alata es el nombre científico en todo el mundo, mientras que el nombre vulgar varía: ojos de poeta, Susana de ojos grandes, ojo de Venus, ojos negros, entre otros.
En general, los nombres aluden a sus descubridores, a sus lugares de origen o a determinadas características de las plantas (como tamaño o forma de hojas o frutos, forma de flores, etc.). Si "desmenuzamos" y tratamos de conocer la etimología de las palabras, entenderemos a qué se refieren dichos nombres y nos ayudará a una mejor comprensión y conocimiento de la planta. Algunos ejemplos:
Cuando refieren a su descubridor o a algún homenaje
- Bougainvillea: en honor al botánico francés Louis Antoine de Bougainville.
- Parkinsonia: dedicado a John Parkinson, botánico inglés.
Cuando refieren a su lugar de origen
- Canariensis: de Canarias.
- Australis: de Australia.
- Japonica: refiere a Japón.
- Chinense: refiere a China.
Cuando señalan a alguna característica de la planta (hoja, fruto, forma)
- Angustifolia: significa hoja estrecha.
- Arboreum: con forma de árbol.
- Cordifolia: "cordis" significa corazón y "folia", hoja.
- Deltoides: con forma triangular.
- Grandifolium: de follaje grande.
- Macrocarpa: hace referencia al tamaño de sus frutos.
¿Por qué a veces cambia el nombre de las plantas?
Esta es una pregunta frecuente ya que, con lo que cuesta memorizar los nombres una vez aprendidos, es muy difícil volver sobre los propios pasos y borrar lo anterior. Pero esto no es un capricho, se corresponde con avances en el conocimiento de una especie que identifica propiedades y caracteres antes desconocidos y que valen la pena destacarse con un nombre más apropiado, incluso llegan a ubicarse en otros géneros o hasta en otras familias.
Bibliografía: Hans Seckt, Texto elemental de Botánica, Jacobo Peuser Editores.
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