Bosques de alcornoque
En un bosque, entre la infinidad de variedades de árboles y arbustos relacionados al vino se puede distinguir una llamada quercus súber, que la gente conoce como el árbol del alcornoque.
De éste deriva un producto natural, único en el mundo y milenario, que todas las civilizaciones utilizaron para una cosa u otra. Así el corcho es una materia natural con características de adaptabilidad únicas en su género. Una vez domado y transformado sirve tanto para hacer marroquinería como adornar paredes o muebles. Para los consumidores de vino, resulta el sistema de cierre más tradicional y apto para la guarda. Los sommeliers le damos un lugar importante porque es parte de la ceremonia de abrir correctamente una botella para ofrecer un buen servicio al cliente.
El rito es descapsular la botella, limpiar el corcho, introducir el sacacorchos, girar sin perforar, quitarlo y olerlo. Es una práctica que permite chequear en primera instancia la sanidad de un vino y, por tratarse de un material poroso, el líquido lo manchará parcial o totalmente.
Si es tan noble, ¿por qué algunos mercados lo rechazan? El responsable se llama TCA, tricloroanisol, un hongo que puede adherirse al corcho y contaminar el contenido de una botella. Hoy el control en las plantas productoras y bodegas reduce el riesgo. Sin embargo, la contaminación puede presentarse y para algunos es motivo suficiente para descartar su uso. A su favor juega el intercambio entre el oxígeno y el contenido de la botella, que permite a los grandes vinos evolucionar favorablemente con la guarda. Es importante desmitificar la creencia sobre la escasez del corcho porque hay muchas calidades, tipos y medidas. Algo para reflexionar es el cuidado que requiere un bosque y la política de un país para optimizar su preservación, sobre todo ante los cambios futuros que, según parece, se avecinan a nivel climático.
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