Tienen entre 15 y 60 metros cuadrados, son lindas, cooperan con el medio ambiente y se convirtieron en otra esperanza para tener el techo propio
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Una de cal y una de arena en este mundo pandemizado. Hace tiempo asistimos con esperanza a las impensadas aplicaciones del carozo de aceituna que, además de combustible, resultó ser un material sostenible, alternativo y más resistente que el plástico. Semanas atrás nos enteramos que también con el filamento de los hongos se pueden confeccionar carteras, tal como lo demostró la casa francesa Hermés al lanzar una versión cruelty free de su clásico modelo Victoria, hasta entonces hecho con cuero animal. El último milagro lo hará la arquitectura: ya se construyen casas con cáscara de granos de café.
Bonitas, baratas y benévolas con el medio ambiente, las tres “b” se cumplen en este proyecto de la empresa colombiana Woodpecker, que luego de mucho investigar consiguió trasladar las ventajas de esta combinación de “ingredientes” a un nuevo sistema constructivo, de los pocos que se proponen democratizar el acceso al techo propio. A partir del hallazgo de un grupo de estudiantes de ingeniería química de la Universidad de los Andes, en Colombia, - que en 2015 descubrió el potencial de una mezcla de polímeros y cisco, como le llaman a la cáscara de los granos considerada un desperdicio en aquel país, tercer productor mundial de café - la firma empezó a fabricar una serie de tiny houses o casas pequeñas con paneles o listones semejantes a las piezas de un Lego, que encastran sin necesidad de cemento ni pegamentos ni herramientas ni mano de obra calificada.
4500 dólares y una semana de obra
Además de resistentes a la humedad y al fuego, son tan livianos que la obra se puede completar en una semana, o casi, ya que las instalaciones eléctricas y sanitarias corren por cuenta del cliente. Solo hace falta contar con un terreno, 4500 dólares y dos ayudantes, afirman los autores, que llevan vendidas 2600 casas de café en territorio colombiano. “Vimos que había una gran necesidad de un sistema de construcción ligero para viviendas y aulas en lugares rurales y aislados donde los sistemas de construcción tradicionales no pueden llegar, como los ladrillos, el cemento y el hormigón. Se seleccionó la cáscara de café porque es más resistente y seca que las demás fibras”, decía Alejandro Franco, director general de Woodpecker en una entrevista publicada por la revista EcoInventos. “Este material también es resistente a la humedad y a las plagas, lo que lo convierte en una alternativa segura para las viviendas de bajos ingresos” agregaba.
El catálogo ofrece opciones de hasta 60 metros cuadrados con comodidades básicas de una vivienda convencional y un diseño bastante agradable, en algunos casos, inspirados en las cabañas alpinas. “Los kits vienen completos para armar y están compuestos de materiales fuertes como WPC (muros y pisos), aluminio (ventanas), PVC (cubierta) y acero (puertas). Sus estructuras son de acero estructural galvanizado o sistema Interlocking en WPC”, explican en el portal. Las piezas estandarizadas se encajan en un marco de acero para una instalación más sencilla y lo más notable es que los muros no requieren pinturas ni tratamientos adicionales, prometen. Y un extra para fans de la bebida: traen un ligero pero agradable aroma... a café.
Por su bajo costo y versatilidad fue el mejor recurso que encontró el gobierno local para asistir en tiempo récord a miles de pobladores que en noviembre último perdieron sus hogares a causa de un huracán, cuentan las crónicas. No solo sirvieron para crear refugios temporales sino también aulas y espacios de asistencia sanitaria. “El sistema funcionó a la perfección teniendo en cuenta que no había suministro de energía, el suelo estaba embarrado, el aeropuerto dañado, no había comida... Todos los problemas que puedan imaginar” describía Franco, que antes estuvo indagando en otros materiales, como el coco y la palma.
La segunda vida de las fibras vegetales dio origen a lo que se conoce como WPC o Wood Plastic Composite, una alternativa a la madera que lleva más de tres décadas aplicándose en países como Estados Unidos, Alemania, Bélgica, Holanda y China, que ahora empezó a producirlo con cáscara de arroz. Entre sus principales características destaca que es autoextinguible, resistente a las termitas y otros insectos y absorbe poco la humedad. Y lo que hoy más importa: no destruye el planeta.
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